Cultura

Cuando el arte termina secuestrado

Miles de obras de arte permanecen almacenadas en bóvedas acorazadas en Suiza por motivos fiscales. ¿Qué implicaciones tiene para el patrimonio cultural el hecho de que se guarde el arte donde no puede ser visto?

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30
junio
2023

Por su tradicional neutralidad y estabilidad económica, Suiza ha sido históricamente un jugador neutral en el ajedrez geopolítico y un eje estratégico para la inversión privada. Gracias a su posición política, y a la barrera natural de los Alpes, el país se ha mantenido al margen de los múltiples conflictos que han azotado a Europa. Además, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, en la montañosa zona de San Gotardo se creó un sistema de fortificaciones militares para resistir al vecino Tercer Reich y, años después, para protegerse de potenciales ataques soviéticos durante la Guerra Fría.

Esos búnkers existen todavía hoy, y no solo en las montañas, sino en otros lugares del país. Solo que ahora se utilizan para almacenar metales preciosos como el oro y la plata, pero también joyas y obras artísticas. En sus bóvedas cerradas residen, como ya alertaba un artículo de 2016, más de un millón de obras de arte, entre las que estarían mil obras de Picasso, tesoros de la antigua Roma y también pinturas de Renoir, Goya, Manet, Klimt, Warhol, Van Gogh, Miró y Da Vinci, entre otros.

En las últimas décadas, el precio del arte ha crecido exponencialmente. Esto explicaría, entonces, la proliferación de cámaras acorazadas a disposición de los inversores y el coleccionismo contemporáneo. A la tradicional discreción y privacidad de la que se ha jactado tradicionalmente el sector financiero suizo se une la facilidad para ahorrar en impuestos.

Pero Suiza no solo tiene búnkers para almacenaje. También se han estado construyendo como lujosos resguardos subterráneos en caso de un «escenario apocalíptico». Por ejemplo, la constructora Oppidum lanzó hace unos meses su diseño de una residencia fortificada con un valor de 40 millones de dólares que, además de contar con energía autónoma, suministro de aire, cámaras de descontaminación y protección contra explosiones, incluye su propia galería de arte para «obras maestras».

Los puertos francos han venido proliferando en los últimos años para conservar de forma segura y confidencial todo tipo de bienes de lujo. Y, aunque el más grande es el Puerto Libre de Ginebra, estos no solo están en Suiza; también los hay en Luxemburgo, Mónaco, Newark (Estados Unidos) o Singapur.

Mordaza cultural

En medio de la incertidumbre que han desatado las múltiples crisis mundiales de los últimos años —entre la pandemia de covid-19, las fluctuaciones económicas y la guerra en Ucrania— no cabe duda de por qué el arte podría considerarse un importante activo fijo.

Bajo tierra permanecen obras de Picasso, Renoir, Goya, Manet, Klimt, Warhol, Van Gogh, Miró o Da Vinci, lo que abre debates económicos y culturales

Sin embargo, su almacenamiento en bóvedas privadas tiene implicaciones económicas, sociales y culturales de gran magnitud. No es lo mismo almacenar lingotes de oro, diamantes o relojes de alta gama a que obras de arte de gran valor cultural permanezcan selladas en instalaciones acorazadas donde nadie puede verlas, ni mucho menos disfrutarlas.

Si bien es cierto que el acopio en instalaciones de alta seguridad podría contribuir a la preservación a largo plazo del valor de las obras, este también podría prestarse para el contrabando y el lavado de activos, además de que limitar el acceso público a piezas únicas amordaza su posible impacto cultural.

Justamente, el rol principal de los museos es ejercer como custodios del patrimonio histórico y artístico. La exhibición pública de artefactos arqueológicos, obras de arte y objetos históricos fomenta el aprendizaje y el desarrollo personal y nos ayuda a comprender nuestra historia. El derecho a la cultura es un derecho fundamental. El acceso público al arte promueve la divulgación y la educación, y también la igualdad, la diversidad cultural y la memoria histórica.

Mantener bajo llave —o bajo tierra— obras valiosas solo porque se dispone de los recursos para hacerlo plantea un debate ético sobre las implicaciones de tratar el arte como mera mercancía. ¿Esconderlo en bóvedas secretas no vicia entonces la esencia del arte mismo?

Sumado al hecho de que resulta imposible hacer un inventario real de todas las obras almacenadas, este tipo de puertos libres impiden que la gente conozca y disfrute del legado cultural de la humanidad. En efecto, así como la música se hace para ser oída, el arte está para que sea visto, pues, en palabras del pintor brasileño Romero Britto, «el arte es demasiado importante como para no ser compartido».

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