Cultura

«No se puede ser demócrata sin ser feminista»

Fotografía

Juan Manuel Fernández
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20
abril
2023

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Juan Manuel Fernández

Detrás del ensayo ‘Una historia compartida’ (Plaza & Janés) se encuentra la rúbrica de Julia Navarro (Madrid, 1953), una de las grandes voces de la narrativa hispánica de nuestro tiempo. Conversamos con la autora acerca de su nuevo libro, del estado de la lucha feminista y de la historia que hombres y mujeres compartimos hasta alcanzar el presente.


Usted es una de las grandes novelistas consagradas de las letras españolas. Ahora ofrece a los lectores el ensayo Una historia compartida. ¿Por qué?

Este libro lo escribí durante la pandemia, en ese momento de encierro. Yo creo que fue una vía de escape, de salir de los muros de mi casa. Lo inicié como un viaje a través de lecturas y también de viajes reales en los que a lo largo de mi vida me he ido encontrando con mujeres notables. Pero como yo pienso que la historia nos la han contado a medias y que han obviado el paso y la huella de tantas mujeres trascendentes de distintos ámbitos, sentía la curiosidad por saber cómo eran ellas y cómo eran los hombres que han acompañado a esas mujeres que a mí me han interesado, ya sean del mundo de la literatura como de la filosofía y ya sean, también, mujeres reales o imaginadas, que pertenezcan a la mitología o que hayan saltado de las páginas de un libro. Y esto es Una historia compartida, un recorrido de mujeres notables que no estaban solas: estaban con ellos, contra ellos, frente a ellos. Su eco ha llegado a nuestros días e incluso a veces a pesar de la ignorancia de ellos. 

«Esto es ‘Una historia compartida’, un recorrido de mujeres notables que no estaban solas: estaban con ellos, contra ellos, frente a ellos»

A lo largo de las páginas de este ensayo, un homenaje al legado y a la presencia de la mujer en el mundo, propone una mirada muy diferente a la que abunda en la opinión pública actual: de la misma manera que detrás de buena parte de los grandes hombres ha habido grandes mujeres, puede decirse lo mismo a la inversa. ¿Cree que es necesario subrayar este hecho?

Por supuesto. Desde el principio de los tiempos, este planeta ha estado habitado por hombres y por mujeres. Por tanto, no podemos contar los unos sin los otros. Es lo que decía antes: la historia o los ecos que nos han contado a veces han ignorado la presencia de algunas mujeres realmente notables, o bien nos la han contado con poco detalle, casi como si fuesen una nota al pie de página. Y yo pienso que no se puede entender nada si no es en relación con los otros. La humanidad ha avanzado porque los hombres y las mujeres nos hemos interrelacionado constantemente los unos con los otros. Por tanto, cualquier historia en la que no estemos todos es una historia incompleta.

¿Cómo valora la nueva ola de feminismo? ¿Y las políticas de identidad y el papel que en ellas posee la mujer? 

En primer lugar, yo creo que hay que escuchar a las mujeres jóvenes de la cuarta ola [feminista], porque este es su tiempo y porque es importante saber cómo ven ellas la realidad de ahora. Y hay que escucharlas. Lo que no me gusta es el adanismo y la posición absolutamente dogmática que tienen. Parece que el mundo y el feminismo hayan empezado a partir de ellas, y parecen querer obviar que el movimiento feminista no ha nacido anteayer y que los avances conseguidos se han logrado gracias a la lucha de tantas y tantas mujeres que han estado ahí antes que ellas. Por tanto, yo quiero escucharlas, me parece bien que tengan ideas nuevas, pero lo que no pueden es descalificar a todo aquel que no piensa como ellas; entonces, estaremos todos condenados a no entendernos. Además, yo creo que en una democracia hay que dar respuesta a los problemas que tiene la gente. Por tanto, a mí me parece bien que haya una ley que recoja la problemática de los transexuales, pero esto no puede pasar por borrar a las mujeres y por decidir que ser mujer es un acto de voluntad. Pues mire usted, no: es un hecho biológico. Y luego hay personas específicas que son las personas transexuales. Pero esto no es una elección. La biología nos ha marcado y la biología es lo que ha hecho que la maternidad sea algo también que nos ha marcado a las mujeres a lo largo de los siglos y que nos haya hecho desempeñar determinados papeles dentro de la sociedad. Por tanto, es un hecho que no se puede ignorar. No puede decirse «la biología no cuenta, la biología no existe, sólo existe la voluntad». Pues no. Yo no estoy de acuerdo con eso. Sencillamente, no. Me preocupa que la «ley trans» suponga un retroceso en igualdad.

«Lo que no me gusta de esta ola feminista es la posición absolutamente dogmática que tienen y el adanismo»

Es decir, no se puede llevar a la confusión los conceptos de «sexo» y de «género». El sexo es una realidad biológica que se puede constatar. Luego está el papel y los estereotipos adjudicados a la mujer a lo largo de los siglos por el hecho de ser mujer. Pero el sexo es un dato objetivo. Es objetivo genéticamente, hormonalmente y genitalmente. Esto no es decir «yo he elegido ser mujer». No es una elección, es una realidad. A mí me parece que es un ataque a las mujeres el hacernos desaparecer bajo conceptos nuevos como «cuerpos feminizados», «cuerpos menstruantes» o «cuerpos gestantes». Mire usted, no. Insisto: las personas transexuales tienen que tener una respuesta a sus problemas por parte de la sociedad, pero eso no pasa por negar la existencia de las mujeres. Y, por tanto, en esta cuarta ola del feminismo deberían de repensar las cosas que están planteando, porque están suponiendo un retroceso en la causa de la igualdad de las mujeres. El feminismo es una cuestión de democracia: no se puede ser demócrata sin ser feminista, ya que en una democracia todos deberíamos aspirar a ser una sociedad de ciudadanos iguales en derechos y oportunidades. Las mujeres llevamos luchando décadas por tener esos mismos derechos y esas mismas oportunidades. Ahora bien, una sociedad de iguales no se construye negando la condición de las mujeres. ¿El sexo es una elección? Pues no, es un hecho biológico.

¿Nos estamos olvidando del concepto de «persona»? Teniendo en cuenta que otras civilizaciones, como la china, ren (persona) significó también «humanidad», ¿no estamos acaso reduciendo el debate público a estereotipos, limitando la dimensión del ser humano a peligrosas caricaturas?

Pienso que nos falta tiempo para la reflexión. De alguna manera estamos obviando este concepto. Creo que tiene muchísimo que ver con que cada vez tenemos menos tiempo para la reflexión y para mirarnos dentro de nosotros mismos, pero también para analizar no sólo quiénes somos nosotros, sino quiénes somos en relación con los demás. 

¿Considera que sigue existiendo discriminación hacia la mujer en campos relacionados con la estricta racionalidad, como es el caso de la ciencia, por ejemplo? También en la literatura… 

A veces decimos «hay pocas niñas que elijan carreras científicas», y yo respondo «claro, porque no hay referentes». En los libros de texto apenas hay referentes mujeres. A los ministros de Educación, que hemos tenido muchos y que cada uno de ellos ha desarrollado un plan de estudios distinto, hay algo que se les ha olvidado, y es incluir al sinfín de mujeres que han hecho aportaciones realmente trascendentes en el campo de la ciencia, así como en otros campos, como la filosofía, la literatura, el arte… En este caso, si las niñas no tienen referentes es porque en sus libros de texto no existen estos referentes. Por tanto, a mí me sigue pareciendo que todas las reformas que se hacen sobre los planes de estudio son reformas que no responden la mayoría de las veces a mejorar la educación y, desde luego, siguen obviando el nombre de tantas y tantas mujeres cuyas aportaciones siguen siendo indispensables para el desarrollo de la humanidad. Lo que yo reclamo es que los libros de texto recojan a estas mujeres y sus aportaciones. En el campo de la literatura ha habido durante muchos siglos una mirada un poco paternalista, cuando no despectiva, sobre los libros firmados por mujeres. A algunas mujeres no han tenido más remedio que reconocerlas por su extraordinario mérito e interés. Pero claro, en un mundo formado prácticamente mitad y mitad entre hombres y mujeres no puede ser que la proporción de escritores importantes o que merecen la pena sea de 90 a 10 a favor de los hombres. En este sentido, creo que ha habido un cambio en esa mirada que llevó a ignorar a tantas y tantas mujeres. Y esto no es una guerra, simplemente consiste en poner la realidad encima de la mesa, corregirla y decir «mire, esto no se ha hecho bien, esto hay que cambiarlo». También se está produciendo este cambio, en el caso de la literatura, porque en una sociedad como la nuestra son los lectores los que eligen, y afortunadamente, en los últimos años, el número de escritoras mujeres que han logrado romper ese techo y llegar a tantos y a tantos lectores ha ido aumentando.

«En el campo de la literatura ha habido durante muchos siglos una mirada un poco paternalista, cuando no despectiva, sobre los libros firmados por mujeres»

Además, y atendiendo a su participación en clubes de lectura, suele ser mayoritaria la proporción de mujeres lectoras.

Lo que sí sé es que los clubes de lectura están formados mayoritariamente por mujeres. Aquí sí que veo entre los hombres una cierta timidez. Sienten esos espacios un poco como si no fueran suyos. Y no sé, a mí me da alegría cuando acudo a algún club de lectura y hay unos cuántos hombres. También noto que los «lectores», en los clubes de lectura, son mucho más tímidos, mientras que las mujeres son bastante más participativas, y tampoco entiendo muy bien por qué es eso. Pero lo que está claro es que este hecho no indica que no haya hombres lectores; significa, también, que en los últimos años los clubes de lectura, las bibliotecas públicas o las casas de cultura en los pueblos son un lugar de reunión de mujeres, una manera de salir de casa y de tener una vida propia, de compartir con otras mujeres inquietudes que, de otra manera, sería más difícil de canalizar. Antes, en los pueblos, había una supremacía de los hombres sobre las mujeres, así que ellas no tenían vida propia. Siempre he pensado que la «habitación propia» de Virginia Woolf era algo más que un espacio físico: era también tener un espacio donde poseer una vida independiente fuera del hogar. Y esta necesidad se está canalizando ahora a través de los clubes de lectura, las Casas de Cultura… ¿Esto significa que los hombres no leen tanto como las mujeres? Significa, más bien, que no están acostumbrados a esta participación pública.

¿Cuánto hay de autobiográfico en el libro? Al menos como recurso literario va alternando su propia voz con los retales históricos, pero lo que es cierto es que a lo largo de las páginas del libro hay unas buenas dosis de autobiografía. 

Es verdad que yo aparezco en las páginas. Aparezco, por ejemplo, navegando por Ítaca y me encuentro con Penélope más que con Ulises, porque en Penélope reinterpreto mucho el papel de las mujeres y sus porqués, sus posiciones y en lo que a sus mitos se refiere. A mí siempre me ha irritado bastante que Medea sea una asesina terrible, pero es que lo fue por Jasón, y este último es un personaje que se marcha de rositas siendo quien permitió que cometiese los terribles crímenes que le favorecieron sin protestar nunca. Entonces, bueno, yo lo que hago es decir «sí, sí, ahí estaba Medea e hizo todo esto, pero este héroe que nos han pintado maravilloso, valiente y que se marcha a la Cólquida en busca del Vellocino de Oro, sólo fue posible con la ayuda de Medea, y él ha pasado a la historia como un héroe y ella como una malvada». Medea es un personaje malvado, evidentemente, pero Jasón lo es al igual que ella. La interpretación de los mitos es una reflexión sobre los personajes mitológicos que en mis lecturas me he ido encontrando. Sobre Penélope, paseando por Ítaca, pensaba sobre Ulises «pues bueno, primero se marcha a la guerra y luego se da una vuelta por el Mediterráneo en la que tarda otros diez años en regresar». En aquella época, cuando los reyes marchaban, se sabía cuándo lo hacían, pero no cuándo iban a regresar, si es que regresaban. Y Ulises le deja su reino a Penélope, no se lo encarga a nadie más. Es decir, deja Ítaca en manos de su esposa, por lo que debió de pensar que Penélope era digna de ser la gobernante de Ítaca, la que garantizaba que cuando él regresara su reino permaneciera en pie. Por tanto, yo lo que hago es reinterpretar a Penélope. Pienso que ese personaje tejería y destejería mejor, pero realmente era el alter ego de Ulises, la igual de Ulises; de lo contrario, un hombre tan inteligente, desconfiado y astuto como él no hubiera dejado su isla en manos de Penélope. Ya sea de mujeres reales, fantásticas o mitológicas, lo que hago en Una historia compartida es hacer una nueva lectura de ellas y en relación con ellos. Porque no se puede entender a Ulises sin Penélope, ni a Penélope sin Ulises. Al menos, a mí me lo parece así. 

Para finalizar, a lo largo del libro nombra a personajes tan dispares como diosas de la mitología, filósofas, la reina Cleopatra, la artista Frida Kahlo o las escritoras Simone de Beauvoir y Virginia Woolf, así como a figuras de la actualidad. ¿Es la nuestra civilización un tapiz de la creación de millones de mujeres, en la sombra y bajo los focos del reconocimiento? ¿Hay esperanza de un futuro de igualdad humanista entre hombres y mujeres?

Ese es el fundamento del movimiento feminista, la igualdad. ¿Hemos avanzado en Occidente? Sería absurdo decir que no hemos progresado. Hemos avanzado gracias al empuje de la fuerza, la lucha y la inteligencia de muchas mujeres. ¿Hemos llegado ya al final del camino? No, aún queda mucho por hacer. ¿Cómo lograremos esa igualdad? A través de la educación, sentando las bases de una educación que nos ponga a todos en el mismo plano, ni un peldaño por arriba ni un peldaño por abajo y en el que todos tengamos las mismas oportunidades, independientemente de que seamos hombres o seamos mujeres. En este sentido, quedan todavía muchas batallas por librar. Y si miramos al resto del mundo, pues imagínese. Hay lugares donde todavía están en la Edad Media. Por eso, la lucha feminista es más necesaria que nunca. E insisto: una democracia hay que medirla porque todos los ciudadanos sean iguales y tengan las mismas oportunidades. Siempre lo digo: soy feminista porque soy demócrata, y nadie que sea demócrata puede dejar de ser feminista.

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