«No hay pruebas de que los castigos más duros hagan que se respeten las leyes»

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09
marzo
2023

Es probable que alguna vez haya violado una norma o ley, incluso sin haber querido hacerlo. Quizá tomó alguna fotografía en un museo cuando no estaba permitido o tal vez se saltó un semáforo en rojo mientras conducía. En nuestro día a día nos topamos con todo tipo de regulaciones y leyes. La mayoría de ellas están diseñadas para mantenernos seguros y para garantizar el funcionamiento de nuestras sociedades. Pero ¿qué determina que las personas respeten algunas normas y otras no? ¿Por qué algunas leyes tienen mejores resultados cuando se trata de desalentar el crimen o el mal comportamiento? Estas son algunas de las preguntas que ha investigado el profesor de derecho Benjamin Van Rooij. En ‘El código del comportamiento: las maneras ocultas en las que la ley nos hace ser mejores o peores’, escrito junto a Adam Fine, se leen sus hallazgos. 


Para escribir su libro, El código del comportamiento, estudió un gran número de datos y conocimientos empíricos sobre cómo la ley moldea nuestra conducta.

Creo que lo que más me sorprendió es que existe la creencia de que primero aprendemos sobre las leyes, y luego las obedecemos porque tememos ser castigados. Pero en realidad eso no ocurre. La mayoría de la gente no conoce gran parte de las normas y no hay pruebas contundentes de que los castigos más duros consiguen que la gente respete mejor las leyes.

Usted y el coautor de su libro, Adam Fine, descubrieron que el castigo puede tener al menos 17 efectos diferentes sobre el comportamiento humano. Denos algunos de esos ejemplos que ilustren cómo el castigo puede tener efectos negativos. 

Sí. Un buen ejemplo nos llega de un estudio que se realizó en unas guarderías infantiles en Israel. Los investigadores implementaron un sistema de multas en la mitad de las guarderías que formaron parte del estudio. De modo, que los padres que llegaban tarde a recoger a sus hijos en esas guarderías tendrían que pagar una cierta cantidad de dinero.  Lo que se esperaba es que en las guarderías con el sistema de multas, los padres llegaran a tiempo a recoger a sus hijos. Pero los padres comenzaron a recoger a sus hijos más tarde. Pues la multa afectó a su disposición para llegar a tiempo. Los padres pensaron que estaban pagándole a la guardería para poder recoger a sus hijos más tarde. Entonces se deterioró algo que ya estaba funcionando bien en la sociedad al implementar este incentivo extrínseco.

Hablemos del castigo más grande, más importante de todos: la pena de muerte. ¿Qué indican los datos sobre la pena de muerte? ¿Es una manera eficaz de luchar contra el crimen?

Encontramos que hay un consenso amplio en la mayoría de estudios que han sido publicados desde los años setenta, comparando los estados o jurisdicciones en los Estados Unidos que tienen pena de muerte con los que no. Desafortunadamente, no hay mucha evidencia de que la pena de muerte desaliente el crimen violento. No se ha encontrado, por ejemplo, que la pena de muerte ayude a reducir los homicidios.

«Desafortunadamente, no hay mucha evidencia de que la pena de muerte desaliente el crimen violento»

Usted aboga por enfrentar el crimen de una manera que llama holística, combinando el castigo con otras intervenciones. ¿A qué se refiere?

Primero, permítame decir que no estamos en contra del castigo. Sin castigo, lo que hay es impunidad. Ahora bien, enfrentar el crimen de manera holística quiere decir no utilizar únicamente motivaciones extrínsecas o externas, sino también apelar a las motivaciones intrínsecas o propias de cada persona, como sus valores morales o las normas sociales. También se trata de entender por qué la gente se comporta de cierta manera en situaciones particulares. En primer lugar, la gente debe tener la capacidad de cumplir con las leyes. Por ejemplo, estudié las normas de distanciamiento social relacionadas con la COVID-19 que se implementaron en Estados Unidos, Reino Unido, Israel, Holanda y China. Encontré que el factor que más determinaba si las personas respetaban esas normas o no, era si podían distanciarse de los demás; si podían, por ejemplo, trabajar desde casa. El otro factor importante es qué cuanta oportunidad existe para violar la ley o comportarse indebidamente. Imaginemos que hay una carretera en la que se quiere reducir la velocidad con la que la gente conduce. Se puede organizar una fuerza policial para detectar a los que manejan muy deprisa. Pero la manera más fácil de hacerlo, es implementar reductores de velocidad. . .Y desde prevenir peleas en los bares del Reino Unido hasta disminuir la corrupción y el fraude, hay una diversidad de ejemplos que utilizamos en el libro para demostrar que hay mucho que se puede lograr con intervenciones que van más allá del castigo.

¿Son los incentivos económicos, las recompensas, un buen método para fomentar el buen comportamiento?

Una vez estudiamos los datos relacionados con el castigo y consideramos la influencia de las recompensas o los subsidios en el buen comportamiento. Por ejemplo, en el libro hablo de un caso en Juárez, México dónde el gobierno ofreció incentivos a los productores de ladrillos para que dejaran de quemar combustibles muy contaminantes. Pero demostramos que este tipo de incentivos positivos no siempre funcionan. También estudiamos la responsabilidad legal. Es decir, la idea de que si causas daños, no solo te enfrentas a castigos, sino que también te pueden demandar. Consideramos, por ejemplo, si implementar medidas más estrictas de responsabilidad legal reducirían la negligencia médica o harían que la gente condujera sus coches de manera más segura. Y desafortunadamente, no encontramos pruebas definitivas de que eso funciona. Entonces, hay que observar más detenidamente lo que realmente logran los incentivos, y trabajar para diseñarlos mejor.

«Si la mayoría de las personas están comportándose indebidamente, debes tener mucho cuidado de no enviar un mensaje que sugiera que se trata de una conducta normal»

Usted y su coautor estudiaron campañas públicas que buscan estimular el buen comportamiento entre los ciudadanos. Y encontraron que hay elementos clave que contribuyen al éxito de una campaña de este tipo. Si un gobierno local o una comunidad quiere implementar carteles para disuadir a las personas de robar o de tirar basura, ¿cuáles son algunas de las lecciones que deben tener en cuenta?

Lo primero que debes hacer es identificar si el problema que quieres solucionar es la excepción o es la norma. Si la mayoría de las personas están comportándose indebidamente, debes tener mucho cuidado de no enviar un mensaje que sugiera que se trata de una conducta normal. Un ejemplo muy simple es el problema de tirar basura. Imaginemos una campaña que dice «tirar basura es malo y estamos destruyendo el medioambiente». Y pones imágenes por todas partes mostrando lo grave que es el problema. Podrías creer que estás convenciendo a la gente de no tirar basura, pero lo que demuestran las investigaciones es que con una campaña como esa la gente también recibe el mensaje de que tirar basura es normal. Entonces, sería mejor una campaña que diga algo como «cada vez menos personas están tirando basura pues un medioambiente limpio es muy importante». La otra lección, es que si se trata de una situación en la que la mayoría de la gente está respetando las normas, es mejor enfocarse en eso, y no en las pocas personas que están violando las normas. Y eso va en contra de la intuición porque la mayor parte del tiempo, la política pública quiere enfocarse en el problema. Pero hacer eso, podría llevar a generar aún más problemas.

Otra de las conclusiones de su libro es que es más probable que las personas respeten la ley si sienten que el sistema es justo y legítimo. Sin embargo, en muchos países las instituciones encargadas del orden público, las fuerzas policiales por ejemplo, están atravesando una crisis de legitimidad. ¿Cómo pueden estas instituciones recuperar la confianza de los ciudadanos?

El primer paso para recuperar la confianza es cambiar las prácticas policiales. Eso requiere convencer a los departamentos y a los sindicatos de policías, así como al público más amplio de que no hay un conflicto fundamental entre implementar prácticas policiales más justas y la reducción del crimen. Las investigaciones demuestran que cuando la policía se comporta de manera más justa, es más probable que la gente coopere con la policía y que desista de cometer crímenes. No estoy diciendo que sea fácil. Tardará años. Desafortunadamente, los datos demuestran que una vez se pierde la confianza en la policía es muy difícil recuperarla. Algunas de las investigaciones realizadas por mi coautor, Adam Fine, demuestran que ya a los 10 años de edad los niños pueden desarrollar una visión negativa de las prácticas policiales. Eso es un problema generacional que hay que abordar, pero comienza cambiando las prácticas policiales en general.


Este contenido fue emitido en formato audiovisual por el programa de televisión ‘Efecto Naím‘, una producción de Naím Media y NTN24. Forma parte de un acuerdo de colaboración de este programa con la revista Ethic.

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