Economía

Más allá del PIB

En cada informe económico se puede observar el dominio de este criterio, casi omnipresente. No obstante, ¿nos muestra algo más allá del puro y simple valor mercantil?

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17
marzo
2023

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Si ahora saliéramos a la calle a preguntar, tanto a economistas como a no economistas, qué indicador es el que mejor refleja la marcha de una economía, la respuesta sería prácticamente unánime: el producto interior bruto (PIB).

Se trata de una medida presentada por Simon Kuznets, ganador del Premio Nobel en 1934, que refleja el valor de mercado de los bienes y servicios producidos en una economía durante un periodo de tiempo y que funciona como estándar internacional de medición de la creación de riqueza.

Pero ¿realmente mide el PIB la situación de una economía y el bienestar de una sociedad? El propio Kuznets advirtió de las limitaciones del nuevo indicador: el bienestar de una nación difícilmente puede ser inferido por la medición de su ingreso económico. En un discurso realizado el 18 de marzo de 1968, Robert Kennedy indicó que el PIB lo mide todo excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida. En 2008, el entonces Presidente de la República de Francia, Nicolas Sarkozy, encargó a Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi la elaboración de un informe para la identificación de las limitaciones del PIB y la obtención de nuevos indicadores complementarios para medir del progreso social. 

El bienestar de una nación difícilmente puede ser inferido por la medición de su ingreso económico

Desde la perspectiva del PIB, por ejemplo, no se cuenta si unas determinadas manufacturas se han producido empleando carbón o energías renovables: tan solo cuenta su valor de mercado. Tampoco importa si el valor de lo que se produce se reparte de manera equitativa en la sociedad o si, por el contrario, existen grandes desigualdades. Y lo cierto es que todos estos factores son claves para el bienestar y la sostenibilidad de cualquier economía. Y a la larga, además, también lo son para mantener las tasas de crecimiento del PIB: una economía no equilibrada acabará por caer en crisis.

Alguien podría decir que además del PIB hay otras macromagnitudes clave que se siguen y difunden con alta periodicidad, como la inflación o el empleo, pero a pesar del indudable carácter informativo de estas variables, lo cierto es que estas siguen necesitando ser complementadas. Análisis recientes del BCE, por ejemplo, indican que las tasas de inflación afectan más a los niveles más bajos de renta. Así, la tasa de empleo de una sociedad puede ser muy elevada, pero si existe una brecha salarial importante por razón de género o raza, la situación de los trabajadores de esa economía distará mucho de ser óptima. Por ello, es importante medir la situación de los activos empleados en una economía para la producción de los bienes y servicios: el capital humano (habilidades y situación de la población), el capital natural (bosques, tierras agrícolas o mares y minerales), el capital físico (carreteras, edificios o redes de telecomunicación) y el capital institucional (calidad de las instituciones de un país).

Con el fin de ilustrar la importancia de estos elementos y, en algunos casos, su falta de correlación con el PIB, es interesante comparar la situación de Estados Unidos, primera potencia económica mundial, con la de España. En 2022, el PIB del primero fue más de 16 veces superior al de España. En términos per cápita, el PIB estadounidense fue más de 2,5 veces superior al de España. Pero ¿qué pasa con otras variables? 

Empezando con indicadores sociales y de capital humano, observamos que según datos del Banco Mundial, la esperanza media de vida al nacer para las mujeres en España en 2020 fue de 85,1 años, frente a los 80,2 años en Estados Unidos. El índice de Gini, calculado por la OCDE y que mide el grado de desigualdad en una sociedad –en el que 0 representaría a una sociedad con igualdad total, frente a 100, que sería una sociedad con desigualdad máxima–, fue en 2019 del 34,3% en España y del 41,5% en Estados Unidos. Y ello a pesar de que la tasa de empleo en este último país es superior a la de España, con arreglo de los datos de la OCDE, la brecha salarial de género en 2021 fue del 8,1% en España, en contraste con el 16,9% de Estados Unidos. En educación, sin embargo, Estados Unidos está mejor posicionado que España: según la OCDE, solo el 8,3% de la población estadounidense de entre 25 y 64 años tiene un nivel de educación inferior a la secundaria, frente al 36,1% de nuestro país. 

Respecto a los indicadores para medir la preservación del capital natural, según datos del Banco Mundial, en 2019 se emitieron 5,1 toneladas métricas de gases CO2 per cápita en España frente a los 14,7 emitidos en Estados Unidos. La relación parece evidente: según se refleja en el Anuario Estadístico de Energía y Clima, en 2021, el 47,1% de la electricidad producida en España se hizo por medio de energías renovables, frente al 20,5% de los norteamericanos.

En cuanto al capital físico, y centrándonos en las infraestructuras tecnológicas, España y Estados Unidos se encuentran a un nivel similar en varios indicadores: en 2020, según la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (ITU), el 93% de la población en España empleó internet, frente al 91% de su contraparte. En cuanto al despliegue del 5G, los expertos en telecomunicaciones coinciden en señalar que ambos países están a la vanguardia.

Y terminando con el capital institucional, merece la pena hacer mención de dos indicadores. Por un lado, The Economist otorga una puntuación de 8,07 a España en su índice de democracia, calificándola como full democracy (o democracia completa) frente al 7,85 estadounidense, a la que categoriza como flawed democracy (o democracia con flaquezas). Por otro lado, según la OCDE, en 2022, el gasto social sobre PIB ascendió en España al 28,1%, frente al 22,7% de EE.UU.

En definitiva, la realidad económica y social es compleja y poliédrica: no puede medirse con unos pocos indicadores. Contar con la mayor cantidad y calidad de datos posible es fundamental para que se puedan diseñar las políticas públicas más adecuadas. Los pasos dados en los últimos años en este sentido son fundamentales, pero es necesario continuar. 

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