Quien planta un árbol planta una esperanza
«Nadie desea que sus descendientes tengan un mundo inhabitable. Sin embargo, lo que estamos haciendo –y sobre todo lo que no estamos haciendo– revela la profunda falta de habilidad para tomarnos el futuro tan en serio como nos tomamos el presente». Josep Santacreu, CEO de DKV, reflexiona sobre la crisis climática y su relación con la salud.
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Como médico y directivo de una empresa de salud, la preocupación por el bienestar siempre ha estado presente en mi día a día. En las últimas décadas, he podido ver con más claridad la relación directa que existe entre salud y naturaleza y, también, entre salud y crisis climática. Comparto profundamente el sentir de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuando alerta de que «el cambio climático es el mayor reto para la salud humana en el siglo XXI».
Que la evolución del cambio climático requiere una reducción inmediata y drástica de las emisiones de efecto invernadero, a estas alturas, ya no debería ser cuestión de discusión. Entre otros, los efectos en la salud humana y en nuestras sociedades son tan catastróficos, evidentes e inmediatos que resulta frustrante no ver a nuestros líderes tomar medidas acordes con la dimensión de la emergencia.
Nuestro mundo se está desmoronando en silencio. Pero el cambio climático es solo uno de los síntomas de una crisis sistémica en la que la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas también son síntomas de una misma enfermedad. Los médicos –como los científicos ambientales– estamos formados para atender síntomas, pero también para entenderlos como parte de un sistema. Un síntoma brota al final de una cascada de procesos, pero esta cadena también funciona a la inversa. En la otra cara del síntoma problemático, hay una solución que puede desencadenar una espiral positiva de recuperación y restauración de un equilibrio saludable. Así funciona nuestro cuerpo y nuestro planeta: todo está conectado.
«Unos bosques enormes y sanos significan salud para el planeta, para los seres humanos y para las economías»
Es esta mirada holística y sistémica la que nos impulsa a algunos a promover la restauración de los ecosistemas naturales, en especial los forestales, para tratar de revertir la espiral negativa de degradación de nuestro planeta. Entendiendo que un cambio de dinámica puede ayudar a cambiar de dirección de ciertos procesos naturales de degradación ambiental. La civilización humana ha reducido el inmenso reino vegetal –una forma de vida de 400 millones de años– a tres cosas: alimento, medicina y madera. Pero los bosques son mucho más. Cuando se pierde un bosque, no solamente se pierde un paisaje hermoso o un vínculo especial con nuestra propia existencia, sino infinitud de servicios esenciales al suministrar aire y agua limpios, conservar la biodiversidad y actuar como almacenes de carbono frente al cambio climático, entre otras funciones. Unos bosques enormes y sanos significan salud para el planeta, para los seres humanos y para las economías.
Lo último que deseamos los que promovemos la restauración de los bosques de la Tierra es que esto sea utilizado como excusa, como justificación, como lavado de conciencia para seguir extrayendo combustibles fósiles y seguir emitiendo gases de efecto invernadero. No debemos permitir que las acciones de adaptación al cambio climático, las medidas a medio y largo plazo como la restauración forestal, sirvan de distracción de la urgente necesidad de mitigación de las emisiones. Lo uno no puede ser sustituto de lo otro, todo es necesario y urgente.
Nadie desea que sus descendientes tengan un mundo inhabitable. Sin embargo, lo que estamos haciendo –y sobre todo lo que no estamos haciendo– revela la profunda falta de habilidad para tomarnos el futuro tan en serio como nos tomamos el presente. Atendamos los síntomas del cambio climático sin dejar de ver la espiral positiva de oportunidades que entraña el imbricado sistema del que formamos parte. La esperanza es necesaria para seguir transformando el mundo.
Josep Santacreu es consejero delegado de DKV.
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