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Siglo XXI

La IA como fuente de todos los problemas (o la nueva jarra de Pandora)

Los mitos tratan de responder preguntas eternas, sirviendo además como una brújula para cada generación. El de Pandora es uno de ellos, pero ¿sabremos resistir la tentación que hoy nos atosiga desde nuestros bolsillos?

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21
diciembre
2022

Los mitos, en particular los griegos, explican el mundo y la experiencia de una comunidad. El mito de Pandora sigue siendo tan relevante para nosotros como lo fue para los antiguos griegos. Pandora (Πανδώρα o «la que lleva todos los regalos»), que fue la primera mujer, también llamada Anesidora (Ἀνησιδώρα o «la que envía regalos»), fue diseñada (que no concebida) por Zeus como un castigo para la humanidad por dominar el fuego; un dominio que, de hecho, proviene de un regalo. En su diseño intervinieron Afrodita, Atenea y Hefestos añadiendo las mejores características, así como otras divinidades menores para darle el toque final.

Con la ayuda de Hermes, Pandora terminó casada con Epimeteo, hermano de Prometeo, quien a su vez robó el fuego a Zeus para darlo a los humanos. La dote de Pandora incluía una jarra de vino (πίθος), y no una caja que es como conocemos este mito. En esta jarra estaban encerrados todos los males y enfermedades que comenzaron a aquejar a la humanidad, si bien esta también contenía el espíritu de la Esperanza (ἐλπίς), que por obra de Zeus se quedó allí encerrada. Esta es la versión que Hesíodo nos dejó del mito.

Como en el caso del mito de Pandora, los mitos distópicos que surgen alrededor de la inteligencia artificial (IA) parecen ser un nuevo regalo envenenado –empaquetado dentro de un dispositivo electrónico– para una humanidad cuyo mayor pecado es el de usar y abusar de todas y cada una de las novedades tecnológicas que se ponen al alcance de su mano, casi siempre de forma gratuita. Las Application Programming Interfaces (API) son la llave para este paraíso artificial y digital. Muchas de ellas, en apariencia o de forma efectiva, facilitan la ejecución de tareas simples o repetitivas, como ocurre con la necesidad –ahora eliminada– de recordar los números de teléfono o la cara de la persona a la que corresponden.

Las reglas de la inmediatez y la imagen deslumbrante reducen el tiempo para la reflexión

Hordas de usuarios enfebrecidos repiten hasta la extenuación el último video de Rosalía en TikTok o intentan pasar pantalla en el videojuego de moda. Deporte, lectura, conversación o vida social quedan mientras tanto relegados al plano de lo real, y mientras los canales de WhatsApp, Signal o Telegram humean, los hábitos de leer libros o escribir cartas languidecen. Las reglas de la inmediatez y la imagen deslumbrante reducen el tiempo para la reflexión. Detrás de cada aplicación gratuita existen sofisticados programas cuyo objetivo es capturar nuestra atención el mayor tiempo posible, facilitar el uso y extraer información de nuestras interacciones con la API para monetizarla.

Quizá el correctivo asociado a estos usos de la tecnología es la falta de interés de los usuarios por saber. Saber, por ejemplo, a dónde van a parar nuestros datos, si están protegidos, si la empresa que los monetiza paga los correspondientes impuestos, si la compañía facilita la desinformación o si tras la interfaz ha habido un alto coste ambiental. Tampoco importa el efecto que el uso abusivo de las API tiene en los niños y jóvenes y, a largo plazo, en la sociedad. La satisfacción inmediata obnubila cualquier planteamiento crítico. 

No cabe duda que la Esperanza (ἐλπίς) actual no es otra que la educación. Como todos sabemos, la educación requiere mimo, dedicación y tiempo; ese que precisamente nos roban las API (y mientras tanto, cómo no, las grandes compañías impulsan aplicaciones de educación en línea y abren sesudos debates sobre cuál es la mejor opción).

Los mitos son herramientas pedagógicas que responden preguntas eternas y sirven como brújula para cada generación. ¿Sabremos dejar cerradas las nuevas cajas de Pandora? Los Musk y Zuckerberg con melodiosos cantos de sirenas y luces de colores tratan de impedirlo.


Esteve Almirall es profesor de Operaciones, Innovación y Data Sciences de Esade.

Ulises Cortés es catedrático de Inteligencia Artificial en la UPC.

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