Cultura

«Lo audiovisual se consume ahora de forma compulsiva; antes se quedaba más en el inconsciente»

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25
noviembre
2022

Ernesto Alterio (Buenos Aires, 1970) es uno de los rostros más conocidos del cine español y pertenece a toda una saga de grandes intérpretes. El actor, que acumula una larga carrera audiovisual y que ha participado en series tan conocidas como ‘Las chicas del cable’ (2017) o ‘Narcos: México’ (2018), atiende a Ethic en mitad de la promoción de sus dos últimos estrenos: ‘El cuarto pasajero’, dirigida por Álex de la Iglesia, y la serie ‘Santa Evita’, en la que se pone en la piel del siniestro coronel Moori Koenig, secuestrador del cuerpo de Eva Perón y una de las caras de la dictadura cívico-militar argentina. 


Cuando a uno lo llaman específicamente para hacer un personaje tan insoportable el de Rodrigo en El cuarto pasajero, ¿es un halago?

Claro. Más que como un halago, como un regalo y una gran oportunidad. El personaje parece insoportable pero luego tiene muchos matices, con un recorrido increíble y un montón de posibilidades expresivas que me habilitaban para desarrollarme como actor. Y quizás también ahí hay un desafío en el sentido de cómo hacer atractivo a un personaje aparentemente insoportable, que tiene todas las papeletas para caer mal. Vamos, que es un tocapelotas. Eso me estimula como actor. En ese sentido me ha tocado hacer personajes tremendos. En Santa Evita, por ejemplo, interpreto a este militar que es un tipo muy sórdido, terrible, pero al mismo tiempo resulta muy atractivo ponerse en su piel. Siento mi profesión como un vehículo para conocer el mundo y las cuestiones del hombre. Son oportunidades para explorar comportamientos.

Efectivamente, últimamente se especializa en personajes turbios o, al menos, antagonistas.

Es lo que comentaba de esa cualidad que tiene la ficción que yo asocio más al teatro, donde tienes la posibilidad de ver posturas encontradas. Hay un conflicto que se plantea y diferentes personajes reaccionan  a él. Yo trato de entender a cada personaje que me toca. Mencionaba al coronel Moori Koenig, mi personaje en Santa Evita, que es un personaje real de la historia argentina, porque lo tengo muy reciente. A este militar le encargan ocuparse del cadáver de Eva Perón, pero antes de eso había trabajado con ella cuando estaba viva.

«Muchos personajes son oportunidades para explorar comportamientos humanos cuestionables»

Le habían ordenado proteger a alguien a quien detestaba ideológicamente, pero ante quien empezó a sentir una extraña atracción. Y acaba custodiando su cuerpo, que estuvo sin sepultura más de 30 años. Son oportunidades de explorar comportamientos humanos que podríamos llamar peculiares y suponen un desafío para poner en juego mis herramientas como actor. Mi objetivo es que el espectador entienda sus motivos para ser así. Por este militar se puede llegar a sentir pena, a pesar de que en la trama tiene actuaciones más que cuestionables.

De hecho, su familia tuvo que marcharse de Argentina tras el golpe militar del 76. ¿Qué supone volver a interpretar un episodio de su historia reciente, ahora con un militar, después de haber hecho, por ejemplo, Infancia clandestina (2011), donde su personaje era un montonero?

Todas las posibilidades que se me dan las vivo como una suerte. He crecido aquí, me vine a Madrid con cinco años, en unas circunstancias muy difíciles para mis padres y eso ha influido en mi identidad. De alguna manera hubo un tiempo en que no me sentía exactamente de ninguna parte. Pero he podido sacarle partido a esa condición tan extraña que es el exilio y puedo trabajar en los dos países. Los proyectos que he hecho en Argentina me permiten revivir la historia del país de una manera muy especial. Más allá de la peli que mencionas, están también Las viudas de los jueves (2009), que exploraba todo lo que sucedió allí con la crisis de 2001., o en Vientos de agua (2005), donde mi personaje era un minero asturiano que emigraba a Buenos Aires. Mi familia es de origen italiano, mi abuelo llegó a Argentina a mediados del siglo XX, así que de alguna manera interpreté el mismo recorrido y los mismos años que tuvo él. Y ahora con Santa Evita revisito otra parte diferente de la historia del país. Lo siento como un privilegio, puedo vivir todo eso poniendo el cuerpo, como hacemos los actores, implicándome emocional y vitalmente.

¿Santa Evita es una de esas series que, por presupuesto y temática, se pueden hacer ahora gracias al boom de las plataformas?

Es posible. Ha cambiado mucho la manera en la que el espectador puede acceder a los contenidos audiovisuales, así que también cambia la forma de abordar ciertos temas. Creo que lo que cambia sobre todo es que con las plataformas tienes acceso a una audiencia global, así que hay que buscar historias que, desde lo local, puedan tener una sintonía con un público global.

«Ahora, cuando haces una serie, te puedes hacer conocido en todo el mundo»

¿Para los actores ha supuesto mayor variedad de personajes y de formas de trabajar?

Hay más variedad, pero luego también pasa que al ser tan abrumadora la oferta es más difícil que una cosa permanezca. Siento que ahora mismo hay un consumo un poco compulsivo de material audiovisual. Quizás antes cada trabajo que hacías se imprimía más en el inconsciente del espectador.

¿Has notado esa diferencia en la repercusión entre tus trabajos recientes que han sido éxitos y cuando viviste el de Al otro lado de la cama?

Bueno, eso te lo podré decir dentro de un tiempo. También estamos en un momento especial de cara al cine: después de la pandemia las salas no han recuperado la afluencia de espectadores que tenía antes, pero ahora parece que se recupera. En cuanto a mí, sentí una repercusión más grande con El otro lado de la cama o Días de fútbol… Pero Perfectos desconocidos se estrenó hace cinco años y la gente todavía se acuerda.

«Hay una cierta voluntad de hacer historias universales: el público se ha acostumbrado a ver productos diferentes»

Además es una película de la que se han hecho remakes en muchas partes del mundo y versiones en teatro. Su repercusión ha quedado impresa en la sociedad. El asunto es que el mundo era muy diferente cuando se estrenaron las dos partes de El otro lado de la cama o Días de fútbol: había más cultura de ir al cine. Y si te vas más hacia atrás, cuando solo existían dos cadenas de televisión en España, mucho más. Pero ahora, cuando haces una serie, te puedes convertir en conocido en todo el mundo. Mira La casa de papel o Élite. Eso antes era imposible. Es un momento de cambio y todo se está reestructurando.

¿Cambia también la forma de afrontar la profesión?

En mi caso no. El otro día escuchaba a Guillermo del Toro decir que el éxito y el fracaso son como dos puertas y cuando haces un proyecto no sabes cuál se va a abrir. Muchas veces no depende de uno. Yo intento hacer bien mi trabajo, pongo toda mi energía en investigar a los personajes y dar el máximo por cada papel. Lo que pase después no depende tanto de mí. Con el tiempo uno le deja de dar vueltas a eso y trata de ajustarse a lo que puede controlar.

Griselda y Santa Evita son coproducciones con actores de diferentes países latinos. ¿El streaming ha permitido crear un mercado audiovisual hispanoparlante?

Creo que sí. Ahora está moviéndose bastante ese tipo de coproducción, pero no solo hispanoparlante, sino a nivel global. Mira como nosotros ahora vemos series coreanas, como La casa del caracol. Hay una cierta voluntad de hacer historias universales. El público se ha acostumbrado a ver productos diferentes. Tiene curiosidad, disfruta de las particularidades de cada sitio.

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