Desigualdad

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«Tecnología» es nombre de mujer

En 1993, la historiadora de ciencia Margaret W. Rossiter acuñó el término «efecto Matilda», con el que buscaba denunciar el borrado histórico de la mujer en el mundo de la ciencia.

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Yvonne Redín
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Si hablamos de los hermanos Wright, los nombres de Orville y Wilburg aparecen en nuestra mente junto a una instantánea en blanco y negro del primer aeroplano de la historia. Pero los hermanos Wright no fueron dos, sino tres. El ingenio, la constancia y el dinero de Katherine Wright fueron vitales para que el primer avión de la historia pudiera desafiar la gravedad y, sin embargo, su nombre ha quedado olvidado en un pequeño cajón de la cultura general pese a la voluntad que expresó Orville tras realizar el primer vuelo en el artefacto en el que los tres hermanos tanto habían trabajado: «Cuando el mundo hable de los hermanos Wright deberá incluir también a nuestra hermana. Ella ha sido la fuente de inspiración de todo nuestro trabajo».

A lo largo de la historia, el borrado del trabajo de las mujeres ha ocurrido en numerosas áreas –el arte, la fotografía, la pintura, la música, la arquitectura… e incluso en la creación de juegos de mesa–, pero parece que en el actual mundo de la ciencia la presencia de la mujer sigue siendo minoritaria en todo el globo a pesar de que este colectivo, por mucho que algunos insistan en clasificarlo de «minoría», supone la mitad de la población mundial. La historiadora de ciencia Margaret W. Rossiter bautizó como «el efecto Matilda» a esta amnesia colectiva respecto al trabajo de las mujeres en favor de familiares, amigos o colaboradores hombres. Y es que, con los números en mano, aun hoy podemos decir que el papel de la mujer en el mundo de la ciencia tiene menos peso del que debería.

Según un estudio de la UNESCO, tan solo el 35% de los estudiantes matriculados en las carreras STEM (acrónimo en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) son mujeres. En el campo de la investigación, las cifras bajan al 28% y en las más altas esferas del cosmos de la sabiduría científica –los premios Nobel– la presencia de las mujeres es aún más marginal: tan solo 17 de ellas han sido condecoradas con el galardón frente a 572 hombres.

¿Por qué las niñas no se enamoran de la ciencia y la tecnología?

Uno de los motivos por el que las niñas no se interesan tanto en el mundo científico es la falta de referencias. Marie Curie es uno de los pocos nombres de mujer que las personas con nivel básico de educación podrían mencionar como influencer científica. Además, tradicionalmente se ha asociado a la mujer con un rol de cuidado y este, al salir de las cuatro paredes del hogar cuando las puertas de la universidad se abrieron para ellas, se ha trasladado a carreras dedicadas al cuidado del prójimo: educación (principalmente) y, en el área STEM, la medicina o la enfermería.

Marie Curie es la única mujer que ha ganado dos premios Nobel

Esta tendencia –en la que nadie se pone de acuerdo sobre si es natural o social– ha dejado los grados tecnológicos prácticamente huérfanos de presencia femenina. De hecho, según datos como los aportados por Mujeres Tech, las chicas tan solo representan el 13% del total de estudiantes en las carreras de tecnología e informática, unos datos que hacen fruncir el ceño, pero que deberían preocupar más debido a la relevancia de estos estudios en el presente y la transcendencia que tendrán en el futuro.

Conscientes de ello, cada vez más empresas del sector apuestan por la presencia de mujeres tanto en puestos de menor responsabilidad como en los puestos directivos y de mando. HP España, por ejemplo, cuenta actualmente con un 67% de mujeres en el Consejo de Administración y un 45,5% en el Comité de Dirección. En su búsqueda de un entorno laboral más justo y equitativo, la empresa se ha convertido en la primera tecnológica de la lista Fortune 100 que se ha comprometido a logar una igualdad de género del 50/50 entre sus líderes para 2030 en todos los países donde tiene presencia, así como un 30% de mujeres trabajando en puestos técnicos y de ingeniería.

Las tareas del hogar han frenado el acceso de las mujeres a la educación y al mundo laboral

Para que este objetivo se cumpla –no solo en las oficinas de una empresa en un país, sino en las de todo el mundo– se tiene que luchar por el reconocimiento del talento femenino, así como por la educación en igualdad de oportunidades (especialmente en los países menos desarrollados del planeta) y por la corresponsabilidad del hombre en los trabajos del hogar, ese sinfín de tareas que durante siglos ha impedido que ellas pudieran recibir una formación igualitaria.

Virginia Woolf decía que, durante la mayor parte de la Historia, «anónimo» era el nombre de la mujer, y es verdad que detrás de grandes hombres, en muchas ocasiones, se han escondido grandes mujeres. Pero en pleno siglo XXI ya debería ir siendo hora de tomar ejemplo de estas empresas que, como HP, apuestan por borrar las desigualdades antes que borrar los logros de las mujeres.

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