Sociedad

Comando simpleza: por qué opinamos de todo aunque no sepamos nada

No es extraño sentir la pulsión de analizar y posicionarse ante el tema protagonista de cualquier debate. Da igual la complejidad del tema en cuestión: lo suyo es opinar.

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06
septiembre
2022

Hasta hace unos años, solo unos pocos intelectuales poseían el don de la opinión en nuestro país. Gracias a una fina prosa, unos argumentos irrebatibles o un gran talento comunicativo, un puñado de personas del talante de Francisco Umbral movían masas desde los periódicos, radios y televisiones.

Pero la escena valorativa ha cambiado mucho en las últimas décadas, y no solo por el amplio número de todólogos que aparecen en los medios, sino también por la ciudadanía en general: la mayor parte de la población parece sentir una pulsión por opinar sobre cualquier tema; no importa lo que sepan o que no se hayan informado bien sobre el asunto.

No es difícil acabar en un debate en el que las cuestiones se hayan reducido al absurdo porque los participantes no sepan del tema (y, aún así, quieran hablar de él). A pesar de ello, se adentran a analizar las decisiones relativas a las políticas de energía nuclear, la grave crisis política de Sri Lanka o las potenciales soluciones para acabar con todo el paro de España. Y son varios los motivos por los que puedes acabar en una conversación de estas características.

Alonso: «Se trata de algo que tiene que ver sobre todo con la ignorancia y la no aceptación de las propias limitaciones»

«Hay varios factores que pueden empujar a la gente a opinar sin realmente saber del tema, como la necesidad de pertenencia o la inseguridad disfrazada de autoconfianza, pero se trata de algo que sobre todo tiene que ver con la ignorancia y la no aceptación de las propias limitaciones», explica Marta Mozas Alonso, especialista del Instituto Psicológico Cláritas.

Uno de los males de nuestro tiempo que impulsan a dar nuestra opinión en tiempo inmediato y con frases contundentes son las redes sociales. Alonso lo ejemplifica con Twitter, donde «tan solo 280 caracteres son suficientes para comentar el tema del que todo el mundo habla. Mensajes cortos que invitan a opinar de forma inmediata sin necesidad de tener conocimiento sobre el tema. De esta forma, podemos acceder a millones de opiniones sin reflexión y caer en los famosos bulos». 

El efecto Dunning-Kruger

Otra de las posibles causas de la charlatanería es el efecto Dunning-Kruger, que se puede resumir en una frase: cuanto menos sabemos sobre algo, más creemos saber. «Este sesgo cognitivo consiste en que las personas con menos conocimientos o habilidades sobre una materia, sobreestimen su capacidad y no son capaces de reconocer su incompetencia», desgrana Mozas, que se ha desarrollado profesionalmente en el ámbito de la psicoterapia y el neurofeedback. 

La especialista señala, además, que normalmente las personas afectadas por el efecto Dunning-Kruger, «al sobrevalorar su competencia e infravalorar la de los demás», tratan de imponer sus opiniones y califican a los otros de ignorantes, cuando realmente no es así.

El síndrome del impostor: la otra cara de la moneda 

Contrario a lo que muchos puedan pensar, el célebre síndrome del impostor, sufrido por muchas personas, nos libra de emitir muchas opiniones absurdas: se trata de un fenómeno psicológico que hace que una persona crea que no es inteligente, capaz o creativa (incluso a pesar de las evidencias). «Es la cruz de la moneda del efecto de Dunning-Kruger: las personas que tienen más conocimientos y habilidades sobre un tema son más conscientes de la amplitud y complejidad del tema y de todo lo que les falta por aprender», apunta la psicóloga. 

La especialista explica que las personas afectadas por el síndrome del impostor, «aunque sepan mucho sobre una materia, tienden a darle más peso al conocimiento que todavía no tienen y son más cautas a la hora de opinar». De esta forma, infravaloran sus capacidades y tienden a atribuir sus logros a golpes de suerte. «Son personas inseguras, con baja autoestima y sentimientos de culpabilidad que tienen un miedo constante a ser descubiertas como impostoras», apostilla. Algo similar sostenía el filósofo Bertrand Russell: «El problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas».

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