Cultura
‘Youth’: vejez, juventud y belleza
En la película, el cineasta Paolo Sorrentino reflexiona sobre el paso del tiempo y la pérdida de la belleza con su habitual estilo barroco y sutilmente humorístico. No da respuestas a cuánto dura esa juventud que queremos que sea eterna, pero nos pasea por la realidad para presentarnos, sin previo aviso, la crudeza del envejecimiento.
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¿Cuánto tarda en envejecer una persona? ¿Cuánto dura la juventud? ¿La belleza que atesora esta juventud se pierde irremisiblemente con el paso del tiempo y la adquisición de experiencias vitales? En 2013, el cineasta italiano Paolo Sorrentino estrenaba una película muy aplaudida por la crítica y el público. En La gran belleza, Oscar a la mejor película extranjera, Sorrentino ponía al día gran parte de la trama argumental de La dolce vita de Fellini con maneras cinematográficas que no escondían su clara influencia.
La película juega con conceptos filosóficos alrededor del paso del tiempo, desbaratando todo asomo de solemnidad con un sentido del humor sutil pero lacerante. Un conjunto de planos apabullantes, barrocos, oníricos, un ritmo narrativo caprichoso y una puesta en escena de un preciosismo que nada tiene de frío, catapultaron al cineasta a la fama sin que perdiera un ápice su manera sofisticada de hacer cine.
Tan solo dos años después, llegaba a las pantallas su nueva obra cinematográfica, Youth, en la que ahondaba en su particular forma de comprender el séptimo arte. Si en La gran belleza Sorrentino ponía al espectador en manos de un escritor de avanzada edad para recorrer una Roma plagada de intelectuales, artistas y diletantes que evidencian el hastío vital más extremo, en Youth, el cineasta sigue ofreciendo el protagonismo a personajes que rozan la vejez y ejercen de vehículo para edificar un discurso filosófico ciertamente agrio.
Sorrentino deja claro que las reflexiones más hondas no tienen por qué estar reñidas con el sentido del humor
Dos soberbios actores, Michael Caine y Harvey Keitel, protagonizan a un director de orquesta y otro de cine que han consumido su juventud entregados a su obra creativa. Ambos descansan en un balneario suizo y van desentrañando, en diversas conversaciones y encuentros con otros personajes, el desencanto y la melancolía propios de su edad. El guion, escrito por el propio Sorrentino, bien podría ser una actualización de La montaña mágica, la célebre novela de Thomas Mann. Pero Sorrentino ha desprendido a su película de todo lo ceremonioso que contenía la obra de Mann, dejando claro que le gusta jugar y que las reflexiones más hondas no han de estar reñidas con el sentido del humor.
No obstante, la voluntad de estilo del cine de Sorrentino ha sido señalada por algunos como tapadera de los sustratos filosóficos con que cuentan sus películas. Pero nada más lejos de la realidad: es cierto que Youth adereza ese corpus filosófico con escenas de una extravagancia y un formalismo estético que roza lo naif, pero dicho formalismo responde al ánimo del director de jugar con las imágenes y no mostrarnos la vida tal como es, sino como él desea imaginarla. Una vez más, enfrenta al espectador a cuestiones de gran calado.
Los personajes del largometraje observan la belleza de la juventud desde la atalaya de lo definitivamente perdido
Si algo no pierden nunca las películas de Sorrentino es esa chirriante e imaginativa belleza. Y qué mejor manera de reflexionar sobre la vejez que celebrando toda la belleza de la juventud. Esto añade más profundidad y carga melancólica, si cabe, al devenir mental de los protagonistas, que observan toda esta belleza desde la atalaya de lo definitivamente perdido. Pero justamente eso es lo que parece querer decirnos Youth: la única manera de vencer la decrepitud reside en el uso de la imaginación para seguir dando sentido a la existencia.
Así, la cámara de Sorrentino nos pasea por escenas de cruda realidad para presentarnos, sin previo aviso, otras de inquietante onirismo que no hacen más que acentuar la nostalgia de los protagonistas. Fred Ballinger (Caine) y Mick Boyle (Keitel) rompen con la monotonía propia de sus vidas ya avanzadas entregándose a un voyerismo que pretende enfrentar el paso del tiempo. Así, cada uno de ellos encaja como puede esa amenaza en que se convierte la juventud para todo aquel que encara la vejez.
Nos preguntábamos al inicio cuánto tarda en envejecer una persona y cuánto dura la juventud. Sorrentino no da respuestas, pero cada uno de los protagonistas parece tener la suya. Nos preguntábamos, también, si la belleza de la juventud se pierde irremisiblemente con el paso del tiempo. Aquí, el cineasta sí lo tiene claro y así lo demuestra en una secuencia imprescindible donde Boyle explica a una joven, haciéndola mirar a través del telescopio de un mirador, la diferencia entre vejez y juventud. «¿Ves esa montaña? Eso es lo que ves de joven. Todo parece estar muy cerca. Es el futuro», le dice. Tras girar el telescopio y hacerla mirar de nuevo, concluye: «Eso es lo que ves cuando eres viejo. Todo parece estar muy lejos. Es el pasado».
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