Por qué los espacios verdes contribuyen a mejorar la salud mental
La OMS recomienda vivir a 300 metros de una zona verde para mantenerse saludable: la naturaleza reduce el estrés y minimiza el riesgo de ciertas enfermedades. A pesar de ello, todavía hoy la mayoría de los europeos viven en ciudades que no alcanzan esos estándares.
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Si uno imagina una ciudad, lo más probable es que vea un lugar lleno de hormigón y cemento, coches y edificios altísimos. Quizás es porque las ciudades del cine son siempre un poco al estilo Nueva York, o quizás es porque la idea de la modernidad –que durante décadas se conectó con lo urbano– ha estado vinculada a esos elementos. Sin embargo, en las ciudades siempre han estado también presentes los árboles y los jardines, y el paso del tiempo ha demostrado que aportan un elevado valor extra.
Los espacios verdes son fundamentales porque ayudan a mejorar el bienestar urbano. Más allá de ser lugares para la biodiversidad, contribuyen a renovar el aire de las urbes –haciéndolo más limpio y respirable– y funcionan como moderadores térmicos, algo que ya hemos visto fundamental durante las olas de calor de este verano. Además, las zonas verdes trabajan como un elemento preventivo y de mejora de la salud mental de los habitantes urbanos. Los árboles hacen que nos sintamos mejor, y esto es algo que la ciencia ha conseguido demostrar con datos.
El impacto que el verdor tiene en la salud mental colectiva va desde lo genérico –una de las recomendaciones habituales para reducir el estrés es la de salir a pasear y mirar un rato la naturaleza– a lo más específico: un estudio elaborado por expertos de universidades de Canadá, Estados Unidos y España ha demostrado que existe una relación entre la exposición a lo verde y el diagnóstico de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) en la infancia.
Un estudio ha demostrado que por cada aumento del 12% en la vegetación accesible se reduce un 10% el riesgo de desarrollar TDAH
Por cada aumento del 12% en la vegetación accesible, se reduce en un 10% el riesgo de desarrollar TDAH. Por ello, los niños y niñas que viven en barrios más verdes –y aquí la investigación aclara que no solo se trata de parques urbanos o jardines domésticos, sino también los árboles en las calles– están en una situación más favorable que quienes lo hacen en barrios en los que es más escaso.
Otras investigaciones han encontrado vínculos entre el peso de lo verde en los colegios y el aprendizaje –cuantas más zonas veces, mejor desarrollo cognitivo– o con la salud mental futura, ya que quienes crecen con más espacios verdes tienen menos problemas de salud mental en su etapa adulta.
Pero los beneficios de los espacios verdes no solo alcanzan la salud infantil, sino la de toda la población . Pasar un mínimo de dos horas cada semana en la naturaleza –áreas verdes, pero también espacios azules como las playas– apuntala el bienestar y también la salud física, como ya mostró un estudio de 2019. Por ejemplo, los parques logran mejorar la socialización de las personas de más edad y se convierten en un antídoto ante los problemas causados por la soledad no deseada. En líneas generales, zonas verdes y azules ayudan a mejorar la cohesión social, la relajación, el sentirse descansados y bajar el estrés. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda vivir a 300 metros de una zona verde.
Mucho verde, pero todavía poco verde
A pesar de que los beneficios de la naturaleza en los entornos urbanos están más que confirmados –y aunque las proyecciones señalan que cada vez más personas vivirán en áreas metropolitanas–, este beneficioso acceso a lo verde es todavía limitado. Una investigación de ISGlobal apunta que el 62% de la población europea vive en zonas con menos espacios verdes de los recomendados: mejorar las cosas podría ayudar a prevenir 43.000 muertes prematuras anuales en el continente.
De hecho, lo verde se ha convertido en un divisor de clase. Los barrios más privilegiados suelen contar con más parques y jardines que los de rentas más bajas. Incluso es lo que marca la diferencia entre unas ciudades y otras. Posiblemente, uno de los momentos en los que esto se vio más claro fue en las primeras fases de desconfinamiento de 2020: para quienes vivían en algunas ciudades, el kilómetro en el que podían moverse libremente daba acceso a parques inmensos y otras zonas verdes; para los que vivían en otras, solo llevaba a recorrer calles.
El 62% de la población europea vive en zonas con menos espacios verdes de los recomendados
Teniendo en cuenta que la salud mental se ha convertido en una de las grandes preocupaciones de este siglo, aumentar la presencia de zonas verdes y comprender su valor en los espacios urbanos se convierte en crucial. Replantearse el urbanismo y a qué dedicamos las ciudades parece inevitable, como también incentivar el compromiso público y privado con este tema.
Algunas compañías ya se han posicionado en este terreno. Por ejemplo, Sanitas es la promotora de Healthy Cities, un programa en el que también participan Acciona, McDonalds o Meliá, para potenciar hábitos más saludables en el entorno de las ciudades, pero que también apuesta por la regeneración urbana con proyectos de plantación de árboles. «En esencia, el manifiesto Healthy Cities defiende que las empresas pueden actuar como motor de cambio y desempeñan un papel relevante a la hora de impulsar cuestiones como las infraestructuras sostenibles, saludables y accesibles; el cuidado de la biodiversidad o la movilidad sostenible, por lo que la suma de voluntades es fundamental», apunta Catherine Cummings, directora de Sostenibilidad y Relaciones Institucionales de Sanitas.
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