Más allá de las profundidades
El fondo de los océanos, un lugar al que ni tan siquiera llega la luz del sol, esconde en sus aguas numerosas criaturas abisales cuyas extrañas características pueden recordar a los monstruos más terroríficos.
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Habitualmente, cuando imaginamos el mundo marino, visualizamos un espacio lleno de fauna y vegetación en el que algunos rayos de sol se cuelan a través del agua para generar reflejos y sombras cristalinas. También es habitual pensar en bancos de peces de diferentes colores nadando al unísono y sorteando con agilidad los diferentes obstáculos del fondo marino, un lugar predominantemente azul que actúa como un sempiterno símbolo de vida. A esa imagen que hemos interiorizado, sin embargo, le falta casi siempre una parte: es la zona abisal o abisopelágica, lugares donde la profundidad supera los 1000 metros, y donde, por tanto, es prácticamente imposible cualquier forma de vida.
El desconocimiento general de esta zona se debe, como es lógico, a las dificultades que implican las investigaciones en la zona. Son muy pocas las especies –conocidas como peces abisales– que cuentan con las características necesarias para vivir en un ecosistema tan adverso. Muchas de ellas son criaturas de fisonomía monstruosa, algunas de las cuales pueden llegar a habitar espacios situados incluso a 8000 metros de profundidad: al poseer grandes cantidades de agua en sus tejidos –lo cual genera un equilibrio entre la presión interior y exterior– los peces logran soportar las condiciones de unos hábitats caracterizados por una ausencia total de luz. Hoy, pese a que continúan existiendo numerosas especies por descubrir, algunas de ellas han podido ser investigadas.
Pez dragón (‘Stomias boa’)
Esta especie es quizás la más conocida de los peces abisales. Sus rasgos son similares a los de las serpientes, disponiendo de una mandíbula que puede abrirse de forma considerable a la hora de engullir una presa. El pez dragón, cuyo tamaño puede llegar a alcanzar los 32 centímetros, es capaz de habitar profundidades de hasta 1500 metros.
Pejesapo espinoso (‘Caulophryne jordani’)
Presente en zonas del Atlántico norte, el Índico y el Pacífico, este pez permanece invariablemente entre los 700 y los 3000 metros de profundidad. De aspecto terrorífico, su tamaño nunca suele superar los 25 centímetros, y se caracteriza principalmente por tener una boca lo suficientemente grande como para cazar presas de un tamaño superior al suyo. Su cuerpo está cubierto al completo por unos filamentos ultrasensibles gracias a los cuales el pejesapo espinoso puede detectar cualquier vibración a su alrededor.
Diablo negro (‘Melanocetus johnsoni’)
Con un cuerpo poco hidrodinámico y la piel flácida, esta especie se encuentra habitualmente en profundidades que alcanzan los 4000 metros. Su principal rasgo es la capacidad para permanecer quieto en el agua sin hundirse, lo que le permite evitar depredadores con aparente facilidad. Su tamaño suele ser de un máximo de 20 centímetros, siendo las hembras mucho mayores que los machos, los cuales parasitan fusionando sus tejidos con los de la hembra hasta quedar totalmente fundidos con ellas.
Pez víbora (‘Chauliodus sloani’)
Tal es el tamaño de los dientes de esta especie que no solo no caben en la boca, sino que llegan incluso hasta la altura de los ojos. Gracias a este aspecto, los peces víbora, que viven a unos 4400 metros de profundidad, pocas veces dejan escapar a una presa. Su existencia, sin embargo, es particularmente trágica: en caso de calcular mal la mordida, estos peces pueden llegar a clavarse sus propios dientes y terminar muriendo. Incluso pueden llegar a quedar atrapados si el tamaño de la presa es excesivamente superior a su capacidad para engullir.
Yelmo de nariz cuadrada (‘Scopelogadus beanii’)
Como resulta fácil de imaginar, el nombre de este pez se debe a la placa ósea que cubre su cabeza, la cual guarda similitudes con la forma de los yelmos propios de los caballeros medievales. Su tamaño suele rondar los 12 centímetros, habitando profundidades de alrededor de 4000 metros. Con unas fosas nasales de un tamaño muy superior al de los ojos, el sentido del olfato de esta especie está absolutamente desarrollado, siendo esencial para su existencia.
Cerato abisal blanco (‘Haplophryne mollis’)
La principal característica de esta especie viene dada por las diferencias entre machos y hembras: las segundas tienden a ser hasta 15 veces superiores en tamaño respecto a los primeros, a lo que se suma además un menor número de ejemplares. Otra de las peculiaridades es que, a la hora de aparearse, los machos parasitan a la hembra, quedando pegados a ella. Otro rasgo llamativo es la bioluminiscencia de la cabeza de estos peces, la cual utilizan a la hora de atraer a sus presas.
Pez pescador (‘Ceratias holboelli’)
Es una de las especies abisales más grandes, ya que puede llegar a medir más de un metro de longitud. Su principal peculiaridad pasa por el filamento que sale de la parte superior de su cuerpo, el cual resulta bioluminiscente, conformando el señuelo perfecto para sus presas.
Pez látigo (‘Saccopharynx ampullaceus’)
Esta especie llega a vivir a más de 3.000 metros de profundidad y se distribuye por todo el océano Atlántico. Su tamaño es considerable –tiene aproximadamente 1,5 metros– y destaca por su capacidad para atrapar presas de mayor tamaño que ellos, dado que su estómago tiene gran facilidad para expandirse.
Pez pelícano (‘Eurypharynx pelecanoides’)
Como no puede ser de otra manera, su nombre se debe a que la mandíbula inferior de este pez, el cual apenas supera el medio metro de largo, puede abrirse considerablemente, generando una bolsa muy similar a la del ave marina. Sin embargo, pese a esta característica, su cuerpo recuerda más al de una anguila, con una cola larga que termina en un órgano bioluminiscente.
Calamar colosal (‘Mesonychoteuthis hamiltoni’)
Lo que durante muchos años se consideró una leyenda resultó convertirse en realidad: como indica su propio nombre, esta especie de calamar tiene enormes dimensiones, pudiendo alcanzar hasta 20 metros. Es una de las criaturas abisales de las que menos información se ha logrado obtener, ya que su investigación parte de restos encontrados en el estómago de otros animales. Pese a ser considerada una especie abisal, lo cierto es que los ejemplares de esta especie pueden localizarse en una profundidad considerablemente menor a la de otras criaturas vistas con anterioridad.
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