Sociedad
Haga el favor de no ser inseguro
El pánico escénico consiste en un estado de inhibición muy intensa que estrecha profundamente la capacidad de comunicación del sujeto, impidiendo el despliegue de sus capacidades expresivas. Quien lo vive sufre un potente miedo irracional a exponerse en público, y no importa lo famoso que uno sea: Marilyn Monroe, Churchill y Scarlett Johansson también lo han vivido.
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Una broma recurrente en las primeras temporadas de Los Simpsons son los vídeos divulgativos protagonizados por Troy McClure, una antigua estrella del cine venida a menos que se ganaba la vida como podía y empezaba sus presentaciones mencionando a los espectadores otros títulos en los que podrían haberlo visto. Casi siempre se trataba de filmes inexistentes y completamente disparatados con los que los guionistas hacían gala de su vitriolo. Uno de los más famosos rezaba: «Hola, soy Troy McClure. Tal vez me recuerden de otros vídeos de autoayuda como Autoayuda, Fume hasta la tumba o No sea inseguro, estúpido».
Más allá de la faltada en el tono propia de la serie, la gracia estaba que el actor de doblaje en la versión original en inglés, Phil Hartman, conocido humorista canadiense, sufrió miedo escénico cuando era joven y tuvo que someterse a tratamiento. Falleció en 1998 y su voz estaba tan asociada al personaje que no ha vuelto a aparecer en la serie a modo de homenaje, como cuando se quita de escena el número de un deportista mítico que se retira.
¿Un actor profesional que llegó a aparecer en películas de Hollywood sufriendo pánico escénico? ¿Miedo a los focos? No es tan raro. En España hemos visto cómo una estrella de la canción tan veterana como Pastora Soler confesaba que entre 2014 y 2017 estuvo apartada de los conciertos por sufrir ataques de ansiedad y pánico antes de las actuaciones. Con 36 años y más de dos décadas de carrera musical, subirse a un escenario se había convertido para ella en una tortura.
El pánico escénico surge de un estado de hiperatención autoconcentrada, muy propia de los momentos de inseguridad
Los psicólogos definen el pánico escénico como un estado de inhibición muy intenso que estrecha profundamente la capacidad de comunicación del sujeto e impide el despliegue de sus aptitudes expresivas. La causa no es otra que un potente miedo irracional a exponerse en público y ser el centro de atención, y la sintomatología, muy variada. Se pueden presentar como dolor de cabeza, mareos, dolores estomacales, escalofríos o tartamudeo. En el caso de Soler, la cantante perdía la voz y se sentía mareada antes de las actuaciones, por lo que durante meses se creyó que sufría de laringitis.
Desde el ámbito médico se ha estudiado cómo las personas con miedo escénico parten de una hiperatención autoconcentrada, muy propia de los momentos de inseguridad: frente al ansiado estado de flujo en el que las tareas se realizan de manera natural, la expectativa de fracaso y una exageración de la perspectiva de fallo debida casi siempre a un exceso de autoexigencia lleva a problemas de concentración y confusión mental. El principal pensamiento invasivo de alguien que desarrolla pánico escénico se basa en el temor al fracaso, al rechazo y al ridículo, por lo que no resulta tan raro que los que lo padezcan sean personas cuya actividad es, precisamente, exponerse ante un gran público y tratar de mantenerlo entretenido.
Winston Churchill, capaz de hacer callar a cualquier rival, fue incapaz de abrir la boca ante más de diez personas durante varios años
Actrices como Salma Hayek, Scarlett Johansson o la mismísima Marylin Monroe tuvieron durante años pánico a hablar en público. También cantantes como Alejandro Sanz, Robbie Williams o Adele, quien confesó que se trató la inseguridad con hipnosis. A Barbra Streisand, por otro lado, se le olvidó una letra en mitad de una actuación en directo por pura ansiedad y pasó más de 20 años dedicada a otras facetas de su carrera para evitar repetir la experiencia.
Y uno de los casos más sangrantes: Winston Churchill, capaz de callar en el Parlamento a cualquier rival político con apenas dos palabras y su presencia, durante años fue incapaz de abrir la boca ante más de 10 personas. En una ocasión se quedó completamente en blanco ante una audiencia de cientos de votantes y se sentó en silencio mientras enrojecía. Sus compañeros de partido pensaban que nunca haría carrera. El truco que utilizó para dejar de ponerse nervioso: imaginar que cada componente del público tenía un calcetín agujereado.
Parece una práctica un poco tosca, pero cualquier psicólogo dirá que no va muy desencaminada. Sir Winston conseguía así restarle importancia a lo que estaba ocurriendo y se relajaba, pudiendo concentrarse únicamente en el discurso. De esa manera, logró un dominio de su oratoria tal que era capaz de improvisar sobre cualquier tema, superando otro de sus problemas: se esforzaba tanto por memorizar cada palabra que un solo fallo le hacía venirse abajo.
Ser capaz de dialogar con uno mismo, aprender prácticas de relajación previas al momento de comparecer ante el público, utilizar trucos como pasear por el escenario o tener algo entre las manos –el célebre bolígrafo de algunos periodistas o analistas políticos, que además da sensación de profesionalidad– o apoyarse en el resto del equipo que nos acompaña son otras idea. Y sobre todo, recordar que nada es tan malo como parece, ni tiene tanta importancia como le estamos dando en ese momento.
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