Sociedad

Poner el cuerpo en la guerra

Ante el estallido de una guerra, muchas personas que no forman parte de las tropas oficialmente deciden unirse voluntariamente a ella. Algunas lo hacen por simpatía con uno de los bandos, otras porque consideran que su deber es contribuir a defender aquello en lo que creen. Pero ¿es una opción realmente premeditada la de unirse a un conflicto armado?

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04
mayo
2022

Los conflictos bélicos tienen siempre consecuencias catastróficas. Como dijo en su momento el humanista neerlandés Erasmo de Rotterdam:«La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa». Además, siempre tiene efectos económicas que perduran en el tiempo. Según los analistas europeos Olivier Blanchard y Jean Pisani-Ferry, es probable que el impacto más fuerte de la guerra en Ucrania se sienta en los precios de la energía y, en menor medida, en los precios de los alimentos.

Pero la guerra se deja notar también en lo social. En lo mental. Hay personas que, cuando un conflicto bélico se planta en su camino, deciden unirse a ella. Algunos por afección a uno de los bandos, otros porque consideran su deber contribuir a defender aquello en lo que creen y, otros, por solidaridad. Existen tantas razones como personas a la hora de poner el cuerpo. Pero ¿cuál es el punto de inflexión que hace que alguien decida unirse físicamente a una batalla?

Para empezar, según una investigación del Pew Research, Estados Unidos es el país que lidera el 2022 Military Strength Ranking, con unas fuerzas armadas en servicio activo que son, hoy en día, mucho más pequeñas y con mayor diversidad racial y étnica que en generaciones anteriores. En materia de género, la investigación también afirma que encontramos hoy muchas más mujeres en el ejército, así como en posiciones de altos rangos: en 1975, el 5% de los oficiales comisionados eran mujeres y, para 2017, esa proporción había aumentado al 18%. Podemos afirmar, ante estos datos, que el perfil de los combatientes en el ejército se está transformando. 

Con el estallido de la guerra de Ucrania, el presidente Zelensky hizo un llamamiento a combatientes extranjeros que quisieran participar como voluntarios en el conflicto armado para ayudar al país invadido. Durante el primer mes, Kyiv recibió aproximadamente unos 20.000 voluntarios internacionales, mientras que Moscú declaraba unos 16.000 combatientes reclutados en Oriente Medio. Esta cifra de voluntarios no se daba desde la guerra civil española.

Una forma de contribución en auge es la del voluntario digital, quien se dedica a documentar las atrocidades de los conflictos armados

Los datos más llamativos provienen del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, que calculaba unos 40.000 combatientes sirios alistados a la guerra, lo que pone en alerta al escenario internacional por el posible uso de personas que, ante su situación vulnerable, puedan ver en ella una posibilidad de salida de su situación vital. No obstante, si bien hemos visto y leído diferentes testimonios de quienes se han ofrecido para participar activamente en el conflicto armado, no existe un consenso claro de los motivos que lanzan a estas personas a tomar esta decisión.

Algunos testifican que es por la voluntad de sumarse a algo más grande que ellos mismos, otros por sentido del deber y por empatía con los ya combatientes para defender a sus familias. Esto alimenta otro debate fundamental: ¿hasta qué punto pueden contribuir los voluntarios –muchas veces desprovistos de instrucción, instrumentos y capacidades– con su ayuda en la guerra? 

En España, un individuo puede alistarse para participar en una guerra a partir de la figura del reservista voluntario. Según explica el Ministerio de Defensa de España, se trata de alguien que «desea aportar, de forma voluntaria y temporalmente, sus capacidades, habilidades y conocimientos en las diferentes misiones que llevan a cabo nuestras Fuerzas Armadas, en el cumplimiento de la función que la Constitución les asigna y como respuesta a los compromisos asumidos por el Gobierno». Puede escoger el Ejército, Armada o Cuerpo en el que desea colaborar y el período de tiempo en función de su disponibilidad y grado de compromiso.

Los expertos en derechos humanos advierten de que muchos podrían lanzarse a la guerra por pura vulnerabilidad económica

Otra forma de servir como voluntario en un conflicto armado es alistándose como voluntario digital, un puesto en auge gracias a la revolución tecnológica. Como apunta el MIT Technology Review, las habilidades de inteligencia digital que han desarrollado algunos profesionales del sector de las tecnologías avanzadas durante episodios como el asalto al Capitolio de Estados Unidos en 2021 han permitido ahora documentar las atrocidades de guerra cometidas en Ucrania.

En este sector, uno de los mayores avances ha sido la elaboración del Protocolo de Berkeley, un esfuerzo que permite regular el uso ético de la inteligencia de fuentes abiertas en caso de enfrentamiento bélico. Este documento, que nació como idea durante la guerra de Siria, ha sido respaldado por las Naciones Unidas y representa un avance relevante en el campo de una documentación de información tan compleja.

Sea de forma voluntaria o no, participar en una contienda tiene siempre consecuencias imprevisibles. Si bien existen multitud de razones para unirse a un conflicto armado, también debemos tener en cuenta los efectos que puede tener sumergirse en una guerra tanto a nivel práctico para los ejércitos ya combatientes como a nivel psicológico y social una vez finalizado el enfrentamiento. ¿Se deberían regular los voluntarios con instrumentos internacionales? ¿Deben exigirse unas consideraciones mínimas? ¿Es siempre una opción voluntaria unirse a un bando armado? ¿Cómo podemos garantizar la libre elección del combatiente? Las guerras aún dejan muchas preguntas por responder.

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