Internacional

Gorbachov, ¿el héroe improbable?

El 21 de diciembre de 1991, el boletín de noticias de la televisión rusa abrió con una noticia que cambió la historia: «Buenas noches. La URRS ha dejado de existir». En ese momento, el ambicioso plan aperturista de Mijaíl Gorbachov, último líder de la Unión Soviética, fracasaba como herramienta de supervivencia política y le dejaba marcado como un error histórico en gran parte de la memoria rusa.

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18
abril
2022

En los tiempos que corren, generalmente nostálgicos y que tanto nos recuerdan a los años de la Guerra Fría, no está de más volver a una figura que podría servir de ejemplo a muchos altos mandatarios del presente: Mijaíl Gorbachov, un político moderado que empleó su poder y ascendencia como octavo y último líder de la Unión Soviética para limar asperezas con Estados Unidos –a fin de evitar un desastre nuclear– y establecer reformas internas que beneficiasen al pueblo ruso. Frente a la actual actitud desafiante de Putin, bien podríamos establecer un contraste con Gorbachov. Tras el devenir de las últimas décadas, da la impresión de que el enfoque adoptado por el mandatario ruso en la guerra de Ucrania tiene mucho de nostálgico. O, al menos, nos remite a guerras y tiempos pasados a los que estábamos ya desacostumbrados.  

Cuando Gorbachov fue nombrado líder de la Unión Soviética en 1985 pasó a convertirse en todo un reformador, un rol que sus colegas y otros tantos no habían vaticinado. De ello da cuenta su perestroika (reconstrucción, en ruso), cuya intención fue permitir la supervivencia de la Unión Soviética a través de una adaptación parcial a la economía de mercado capitalista (un tipo de apertura a la que también recurrió Franco para permanecer en el poder tras la caída de los estados totalitarios de Alemania e Italia, e igualmente similar a la del actual modelo chino). Esta operó desde 1985 –nada más alcanzar Gorbachov el poder– hasta 1991, tras la caída de la Unión Soviética.

Sin embargo, el hecho de que la vieja URRS no sobreviviese a estas medidas es síntoma del fracaso de la perestroika como herramienta de supervivencia política. La estrategia fundamental de esta restructuración consistió en descentralizar los controles de la economía e incentivar la financiación independiente de iniciativas privadas. Naturalmente, parte de la burocracia estatal se opuso a este tipo de reformas por temor a perder influencia. Otra medida fue la descentralización política, con la que Gorbachov quiso dotar de más influencia a los poderes locales frente al poder central del Partido Comunista.

La estrategia fundamental consistió en descentralizar los controles de la economía

Además, en 1988 se creó un nuevo Parlamento, estableciéndose congresos similares también en cada República Soviética. Para elegir a los representantes de dichos puestos se introdujo por primera vez el voto; un tipo que nos recuerda, de nuevo, a las elecciones celebradas durante el franquismo en España para designar a los representantes sindicales, concejales, diputados provinciales, procuradores y consejeros del movimiento en el ámbito local, provincial y nacional. Elecciones sindicales que tuvieron lugar en 1944, 1966 y 1975.

También nos recuerda al franquismo tardío el glásnost de Gorbachov, traducido como ‘apertura y trasparencia’: de algún modo, la libertad económica y política entraña una creciente apertura cultural vinculada a la libertad de conciencia y de expresión. En este proceso, la nueva Rusia estaba menos sometida a la censura y la ciudadanía se veía liberada a la hora de criticar y cuestionar a las diversas figuras en el poder, además de darse una reinterpretación de la figura de Stalin y sus acciones. Gracias a ella, la cultura occidental comenzó a permear la realidad cotidiana de la ciudadanía rusa.

El líder de la URSS apareció en un ‘spot’ publicitario de pizza que aplaudía sus aportaciones políticas y sociales

En enero de 1990 abre en Moscú el primer McDonald’s, todo un símbolo de cambio en la vieja Unión Soviética que sirve como anticipo simbólico de la llegada inminente del nuevo régimen democrático al territorio ruso. La comida rápida es uno de los elementos distintivos del capitalismo, principalmente, a partir de los años ochenta, cuando las cadenas de este tipo de comida conquistan definitivamente el resto del mundo occidental. De hecho, es de nuevo significativo que McDonald’s haya cerrado temporalmente sus restaurantes en Rusia como forma de protesta contra la reciente invasión de Ucrania.

No cabe duda de que la producción cultural y el imaginario colectivo están más que condicionados por la realidad económica y política de un país. En este sentido, haremos referencia a un spot de Pizza Hut en el que participó el propio Gorbachov y cuyos contenidos son también sumamente significativos, pues aspiran a sintetizar sus aportaciones políticas y sociales.

En él, aparece entrando de la mano con su nieta en un local de la marca, donde una familia sentada en una mesa cercana lo reconoce. El padre, al verlo, dice: «Por culpa de él tenemos confusión económica». A lo que responde su hijo: «Gracias a él, tenemos oportunidades». Se dan entonces una serie de afirmaciones encontradas entre ambos. «Por él tenemos inestabilidad política». «Gracias a él tenemos libertad». «Caos total». «¡Esperanza!». Entonces, la madre interviene: «Gracias a él tenemos muchas cosas… como Pizza Hut». En ese momento los familiares se ponen de acuerdo. Es entonces cuando ellos y el resto del restaurante se levantan de sus asientos, porciones de pizza en mano, para reconocer los logros del gran hombre. El anuncio termina con la imagen de Gorbachov, que acepta su reconocimiento con evidente satisfacción.

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