Salud

La fibromialgia, el trastorno de dolor que se confunde (peligrosamente) con depresión

Más de un millón de españoles padecen fibromialgia, una enfermedad reumática caracterizada por dolores, cansancio y problemas de memoria. Analizamos su comorbilidad con la depresión, una cuestión clave para entender por qué el diagnóstico tiende a ser erróneo y a retrasarse.

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12
abril
2022

Julia tenía 47 años cuando le diagnosticaron fibromialgia, una afección que llevaba acompañándole desde que dio a luz a su primer hijo en la veintena. Tras más de media vida haciendo frente al dolor, la incertidumbre y el desconocimiento, poner nombre a su agonía supuso un alivio, aunque parcial. No es que los profesionales sanitarios a los que acudía con frecuencia ignorasen su sufrimiento, es que ni siquiera la comunidad médica sabía a ciencia cierta qué era lo que le ocurría, ya que no fue hasta 1992 cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció la fibromialgia como una entidad clínica. Siete años más tarde el médico de cabecera le ofreció a Julia ese ansiado diagnóstico definitivo. Ahora tenía que enfrentarse a un nuevo reto: convivir con una enfermedad sin cura. 

«Cuando tengo un episodio me puedo tirar en la cama días sin moverme», comparte la mujer, que ahora tiene 70 años. En la actualidad, esto no le supone un gran impedimento; pero el descanso no siempre fue una opción. «Tuve a mis hijos y estaba sola porque mi marido trabajaba. Eran otros tiempos. Tenía que tragar el dolor, seguir para delante, sabiendo que ellos eran lo primero y que los médicos decían que lo mío no era nada», confiesa. Precisamente la invalidación de su dolor fue lo que la obligaba a esforzarse cuando su cuerpo pedía a gritos parar. «Nadie lo entendía», recuerda, enumerando un listado de diagnósticos fallidos que cargaba como losas: osteoporosis, hipotiroidismo, anemia, contracturas, depresión postparto, ansiedad o, como ella misma relata, «cuento; que a ver si estaba exagerando y que lo que tenía que hacer era quejarme menos».

Como Julia, más de un millón de españoles padecen fibromialgia, una enfermedad reumática que cursa con episodios de dolor crónico y generalizado en todo el cuerpo, fatiga, rigidez muscular y alteraciones cognitivas. Su sintomatología se asemeja a las secuelas físicas de la depresión. Y, precisamente, es ese gran parecido el responsable de la vasta mayoría de diagnósticos equivocados: el dolor se atribuye a causas psicológicas y se minimiza (o incluso se niega) su realidad, sometiendo a los pacientes a una indefensión innecesaria que a menudo deriva en desconfianza hacia el personal sanitario.

Nos encontramos además con un reto adicional: la comorbilidad, es decir, la posibilidad de que fibromialgia y depresión se produzcan a la vez, algo que ocurre en hasta el 68% de los casos según una revisión del Hospital General de Ciudad Real. Ambas afecciones coexisten en simbiosis, resultando tremendamente difícil delimitar qué síntomas son causados por cada una. Así, el pensamiento se enlentece y la memoria se deteriora dando lugar a lo que los expertos denominan pseudodemencia. La tristeza se convierte en el eje central de la vida de la persona, que pierde las ganas de salir, de trabajar o de pasar tiempo con sus seres queridos. No hay motivación, tampoco placer, y lo esperable es una baja realización personal: su rol es el de una persona enferma, con las implicaciones que ello tiene para la autoestima.

Paralelamente, la sintomatología somática se intensifica. Los dolores típicos de la fibromialgia son más intensos e insoportables, y se ven acompañados de falta de vitalidad, pérdida de apetito, dificultades sexuales y problemas para dormir. El dilema filosófico de la gallina y el huevo se perpetúa en este círculo vicioso de molestias. ¿Qué fue primero, el episodio de fibromialgia o la depresión?

En el 68% de los casos, fibromialgia y depresión coexisten en simbiosis, dificultando definir qué síntomas son causados por cada una

No son pocos los estudios que han tratado de resolver esta incógnita, encontrando todos ellos una relación difícil de ignorar y de explicar. La depresión puede preceder a la fibromialgia, tratándose de un factor de riesgo que merece ser analizado en profundidad. Sin embargo, también puede ser una consecuencia del padecimiento de dolor, ya que la enfermedad reumática produce una gran interferencia en las actividades básicas e instrumentales de la vida diaria. La incapacidad de trabajar, disfrutar del ocio o socializar durante los episodios de fibromialgia limita el acceso a situaciones reforzantes, condición suficiente para el desarrollo de un trastorno depresivo tal y como propuso el psicólogo Peter Lewinsohn en su teoría sobre el origen de la depresión.

Siguiendo con las aportaciones de la psicología del aprendizaje, anticipar el dolor da pie a una inhibición conductual. Por miedo a sufrir un nuevo episodio de fibromialgia, la persona decide aislarse y reducir al extremo su actividad física con idéntico resultado a lo que acabamos de describir: una pérdida de reforzadores. A esto se suma la diferencia de incidencia según el género, un dato clave para entender la fibromialgia: según la Sociedad Europea de Reumatología, la genética de la fibromialgia es femenina, y es que por cada hombre con la enfermedad hay hasta seis mujeres que la padecen.

Este hallazgo ha puesto en relieve la necesidad de incluir una perspectiva de género en la medicina, siendo pionero el estudio Fibromialgia, en femenino de la Universidad de Alcalá de Henares, que ha encontrado relación entre esta enfermedad reumática y varios antecedentes biológicos y sociales más prevalentes en mujeres. Entre ellos, fuertes hemorragias menstruales que derivan en anemia ferropénica, uso de cosméticos con alto contenido de mercurio y parabenos o experiencias de abusos sexuales durante la infancia. Por otro lado, se ha descubierto que los síntomas característicos de depresión en mujeres de entre 40 y 55 años, edad con mayor incidencia de fibromialgia, suelen ser somáticos, lo que explica la habitual confusión a la hora de ofrecer un diagnóstico acertado.

Como hemos visto, la historia de la fibromialgia es reciente y está repleta de enigmas en lo relativo a la etiología, la diferenciación por géneros, la comorbilidad con trastornos psicológicos o incluso el tratamiento, que a día de hoy es prácticamente inexistente. ¿Por dónde empezamos a resolver el rompecabezas? La respuesta está en las voces silenciadas de los pacientes que hacen del dolor su historia de vida.

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