Ucrania

¿Qué será de la Europa euroescéptica?

Hasta hace unos meses, el pulso de Polonia con Bruselas, así como la férrea postura de Orban en Hungría, representaban una amenaza para la integración europea. Sin embargo, la invasión rusa a Ucrania ha cambiado las mesas en el escenario político y ahora la UE parece fortalecerse ante la nueva emergencia bélica.

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25
marzo
2022

En 2017, en plena carrera electoral hacia el Elíseo, la dureza de los eslóganes que utilizó la candidata ultranacionalista Marine Le Pen para competir contra el ahora presidente de Francia, Emmanuel Macrón, demostró que todavía en nuestros tiempos el euroescepticismo continuaba ejerciendo como un arma política de alta combustión . «La Unión Europea morirá porque el pueblo ya no la quiere más», espetó entonces Le Pen. Sabía que atizar el fuego rupturista en Europa daba buenos resultados electorales –entre 2017 y 2018, los franceses euroescepticistas se duplicaron–. Y la mayor prueba de eso, a un nivel más elevado, fue el resultado del referéndum británico de 2016, en el que leavers y remainers se enfrentaron en las urnas para finalmente decidir que el Reino Unido dejaría de formar parte de Europa. Tal y como Nigel Farage (de la mano de UKIP) lo había deseado.

Si miramos atrás, resulta evidente la influencia de la crisis de 2008 en el crecimiento exponencial del antieuropeísmo. Sin embargo, en estos últimos meses, las cosas parecen estar cambiado: la invasión rusa a Ucrania ha reordenado el tablero político en Europa, incluidas las piezas más reacias a la integración de la Unión Europea. Basta con ver las imágenes del político de extrema derecha y euroescéptico italiano, Matteo Salvini, en la localidad polaca de Przemysl, posicionándose a favor de la cooperación y de los refugiados (aunque el alcalde le recordara su reciente pasado reciente prorruso y antieuropeísta) para comprender las dimensiones del asunto.

¿Cambiará esta tendencia para siempre? Aún es pronto para hacer pronósticos certeros sobre cómo (o cuánto) cambiarán los ímpetus euroescépticos en relación al actual contexto bélico europeo. Así lo asegura Andrea Noferini, profesor del CEI International Affairs y director de la Preparación de la oposición de la Carrera Diplomática: «Habrá que esperar al recuento y al análisis de las consecuencias de esta guerra». Para él, al igual que para otros expertos, las posiciones más reacias a la Unión Europea se acentúan, principalmente, durante los periodos en los que las turbulencias económicas castigan más a la clase media. Aunque, subraya, «a muchos Gobiernos, que hasta antes de la guerra eran euroescépticos, no les ha quedado otra opción que alinearse con la Unión Europea ante esta emergencia bélica».

En más de 17 países europeos, el descontento con la UE creció notablemente tras la crisis económica de 2008

Hace dos años, una investigación del diario La Vanguardia analizó la evolución del euroescepticismo entre 2005 (el punto más álgido del ‘boom europeísta’) y 2018. Una de las principales conclusiones indicó que en 17 de los 26 países analizados, el descontento con la UE creció notablemente en 2010, cuando los efectos de la crisis comenzaron a extenderse a buena parte de la población europea –sobre todo en Hungría, Italia, Polonia, Dinamarca y Austria–. Cabe destacar que España, junto a países como Irlanda, Chipre, Grecia o Lituania y Eslovaquia, se encuentra en las antípodas de ese ranking, ya que los niveles de euroescepticismo fueron bajos y constantes.

Andrea Noferini hace hincapié, efectivamente, en la crisis económica de 2008, que golpeó especialmente a las economías más frágiles de Europa, como España, Italia, Grecia y Portugal: «Ese es el origen de buena parte del euroescepticismo que vivimos ahora». Además, aclara que es necesario desmenuzar al fenómeno en distintos matices: «No es lo mismo un eurofóbico que un eurocrítico o un euroescéptico». Sea como fuere, en cada una de esas vertientes, el motor de los grandes movimientos políticos que se oponen al proyecto de integración regional europeo «son los altos costes que ha pagado la clase media durante esos periodos de desaceleración económica». Previamente, un estudio del Sussex European Institute realizado en 2001 ya había hecho particular mención al caso de Hungría, donde las posturas antieruopeas más radicales y ultranacionalistas atesoraban una representación política desde 1993 con el Partido Húngaro de la Justicia y la Vida (disuelto en 2021), y, de forma más moderada, con FIDESZ, el partido que preside Viktor Orban.

Noferini: «A muchos Gobiernos euroescépticos no les ha quedado otra opción que alinearse con la Unión Europea ante esta emergencia bélica»

Pero si bien todo parte de los efectos negativos de las crisis económicas, tarde o temprano el descontento social también encuentra un hueco de expresión en la política. Así lo explica el académico: «Tras las consecuentes crisis económicas, los populismos crecido tanto en Europa como en el resto del mundo. Lo hemos visto en Estados Unidos, Reino Unido y distintos países de América Latina. La gente ha quedado desilusionada de las opciones políticas más moderadas y busca respuestas en posturas tajantes».Si a eso se le suma el nacionalismo excluyente, entonces llegamos a situaciones como las de Polonia y Hungría, dos países que, si bien se han visto beneficiados por su pertenencia a la Unión Europea, hoy (o hasta prácticamente antes de la invasión rusa a Ucrania) representan una amenaza a la institucionalidad de la Unión Europea.

¿Por qué si Polonia y Hungría se han beneficiado tanto de las ayudas económicas de la Unión Europea han abanderado en estos años las posturas más críticas? «Esa es la pregunta del millón», responde Noferini, y vuelve recalcar la crisis económica y el descontento social. No obstante, también menciona que existen elementos coyunturales y de política interna que atizan la polarización, por ejemplo la cuestión de la polémica por la independencia de los poderes judiciales (o ‘recuperación de los poderes judiciales nacionales sobre los lineamientos europeos’), sobre todo en Polonia, donde ha costado una multa millonaria tras perder el pulso sostenido con Bruselas.

La guerra entre Rusia y Ucrania, un tema aparte

La guerra y la pandemia han fortalecido a la Unión Europea. «En emergencias como estas, incluso los más reacios cierran filas y se aglutinan alrededor de las posiciones clásicas occidentales que la UE defiende. Situaciones así demuestran la importancia de las grandes alianzas, del lado en el que hay que estar y, sin duda, la importancia de la OTAN», zanja el experto. «Incluso el mismo Viktor Orban no ha tenido forma de darle la espalda al resto».

Pese al reciente pulso polaco a Bruselas, Noferini opina que el papel de Polonia en el actual contexto bélico, gracias a todo el despliegue de ayuda para los refugiados en la frontera con Ucrania, es algo que capitalizará a futuro y que rendirá frutos para las posturas más moderadas y afables hacia la integración regional.

También destaca la importancia de la paz que ha promovido la Unión Europea a lo largo de las últimas décadas. «Los jóvenes que hoy tienen entre 18 y 20 años no conocen otro escenario que no sea el de la paz. Y eso es uno de los logros más importantes del proceso de integración: hoy, un conflicto armado entre franceses y alemanes es inconcebible», reflexiona Noferini. Aún así, insiste en que las guerras siguen siendo instrumentos de poder con gran fuerza y recuerda que en el mundo hay actualmente más de 80 conflictos armados aún librándose.

Para él, cuando nacen las dudas sobre los beneficios de la integración regional, es necesario regresar a las bases de la UE y recordar que uno de sus objetivos primordiales es interconectar los sistemas políticos y económicos en los países europeos para así reducir al mínimo las posibilidades de un conflicto bélico en la región. «Miremos las imágenes de las guerras y pensemos entonces si siguen siendo una opción. Hay que tener claro que las democracias no se declaran la guerra entre ellas. Y hay que saber que la Unión Europea ha minimizado la posibilidad de éstas en nuestro continente», concluye.

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