Cultura

‘Nosferatu’ un siglo después

La primera y más fiel adaptación de ‘Drácula’, de Bram Stoker, sigue influenciando el cine, la literatura, el arte e incluso el cómic 100 años después.

Ilustración

Yvonne Redín
¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
04
febrero
2022

Ilustración

Yvonne Redín

Nosferatu, una sinfonía de horror, de Friedrich W. Murnau, cumple 100 años: la primera adaptación –y quizás una de las más fieles– de Drácula, de Bram Stoker. Una obra maestra del expresionismo alemán considerada fundacional para el cine de terror cuya influencia e innovación sobreviven hasta hoy.

La historia de Nosferatu, en cualquier caso, es la de una «trampa». La productora alemana Prana Films no tenía los derechos de la novela escrita por Stoker, que había fallecido tan solo 10 años antes, así que cambiaron los nombres a los personajes –Drácula por Orlock y los Harker por los Hutter– y trasladaron la acción de Gran Bretaña a Alemania; la historia, no obstante, era prácticamente la misma, algo que era posible observar desde el mismo comienzo, cuando el protagonista llega a un siniestro castillo en Transilvania.

Florence Balcombe, viuda de Stoker y poseedora de los derechos, no era estúpida; pudo ver perfectamente la adaptación directa de la novela de su marido. Balcombe denunció a Prana Films y ganó la disputa, de manera que los dueños de la empresa se declararon en quiebra. A pesar de todo, el filme, en cuanto obra maestra, logró sobrevivir incluso al recuerdo de su director.

De colmillos afilados

La película alemana añade un detalle que el libro solo insinuaba: si en Drácula la luz del sol debilita al vampiro, en Nosferatu lo mata, reduciéndolo a cenizas. Murnau lo decidió así no solo porque creía que convenía más a su representación artística, sino también porque era más barato hacer «desaparecer» al actor que clavarle una estaca en el corazón.

A pesar de todos los problemas, ‘Nosferatu’, en cuanto obra maestra, logró sobrevivir incluso al recuerdo de su director

Gracias al éxito de la película, esa decisión terminó siendo tan influyente que llega hasta 2020, tal como es posible observar en la última adaptación de la novela: la miniserie Drácula hecha para BBC y Netflix por los escritores Mark Gatiss y Steven Moffat. Hay cambios evidentes respecto al libro –Van Helsing, el cazavampiros, no es aquí un viejo profesor, sino una monja experta en lo paranormal–, pero el vampiro es derrotado a causa de su presunta debilidad ante la luz del sol.

También se ve a Murnau en la película de 2014 –y posterior serie de televisión de 2019– Lo que hacemos en las sombras, de Taika Waititi y Jemaine Clement. En ella se celebra sin vergüenza la parodia de todos los tropos vampíricos, incluso desde la aparición de sus primeros anuncios, que mostraban a los personajes surgiendo en posición erguida de su ataúd. Nos parece una imagen tan habitual que la hemos naturalizado, pero ese movimiento siniestro, inspirado en la novela de Stoker, en realidad lo inventó Murnau para presentar de la forma más siniestra posible a su conde Orlock.

Hay dos películas que se puedan considerar descendientes directas de Nosferatu, y son el remake que le dedicó Werner Herzog en la década de 1970 y La sombra del vampiro, una cinta de terror del 2000 protagonizada por John Malkovich. En el primer caso, Herzog plantea un juego de espejos: la acción se sitúa en la misma Wismar de la película de 1922, pero gracias al tiempo transcurrido la novela ya era de dominio público, lo que le llevó a usar los nombres originales. De este modo, en el filme, Drácula es llamado como tal y los Harker recuperan su apellido. En cuanto a La sombra del vampiro, si bien esta se ambienta en el rodaje de Nosferatu, plantea un juego metacinematográfico al preguntarse qué habría ocurrido si una de las leyendas urbanas más famosas del cine fuese cierta: que Max Schreck, el actor que interpretaba al Conde Orlock, no era un prodigioso intérprete muy bien maquillado, sino un auténtico vampiro.

Murnau desposee al personaje de máscaras atractivas para presentarlo, directamente, como monstruoso

Más allá de guiños y homenajes, la otra gran innovación de Murnau reside directamente en su forma de colocar la cámara. Los picados –enfocar al personaje desde arriba– y contrapicados –lo opuesto, desde abajo, para hacerlo parecer amenazador– que utiliza no los inventó él, pero el uso que les dio influyó por completo a la posterior forma de rodar terror; incluso el documental: la alemana Leni Riefenstahl lo llevará a su película Olympia, sobre los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, en pleno nazismo.

Nosferatu también presentó otro cambio sutil que ilustra las dos almas del vampiro cinematográfico. El conde Drácula del libro es una amenaza al orden moral victoriano: extranjero y sensual, sus víctimas son mujeres jóvenes casadas o a punto de estarlo. Desde los lánguidos protagonistas de las novelas de Anne Rice hasta los de la saga Crepúsculo mantienen esa pulsión sexual. Sin embargo, Murnau desposee al personaje de máscaras atractivas para presentarlo, directamente, como monstruoso. En parte, cierto, es una cuestión artística: responde a las preferencias del director y al estilo expresionista alemán; pero también es una cuestión casi inconsciente subrayada por los críticos, pues la monstruosidad obvia de Orlock es la Europa posterior a la I Guerra Mundial. Un continente que será pronto pasto de los populismos y que se enfrenta al horror de sus propias acciones. Algo que, hoy, no nos parece ajeno.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME