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La historia del preso más longevo del corredor de la muerte

Hablamos con Óscar Vela, el abogado y novelista que ha ilustrado en ‘Los crímenes de Bartow’ (Planeta) la historia de Nelson Serrano, el prisionero más longevo del corredor de la muerte en Estados Unidos acusado de un crimen cuádruple que fue juzgado y sentenciado sin pruebas a cuatro penas de muerte.

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17
febrero
2022

Han pasado más de 18 años desde que un grupo de hombres sacó a Nelson Iván Serrano de un restaurante a la fuerza, lo encerró en una jaula de perros para luego trasladarlo sin documentos en un vuelo comercial a Miami. Fue allí donde lo juzgaron y lo sentenciaron a cuatro penas de muerte. A Nelson se le acusó de un asesinato cuádruple. Sin embargo, han aparecido ciertas pruebas que demostrarían la inocencia de este hombre, que ya es el más longevo en el corredor de la muerte. Su condena ha sido polémica y ha puesto en duda el sistema judicial estadounidense. La misma Comisión Interamericana de Derechos Humanos se pronunció sobre el caso: «El Estado ecuatoriano, detuvo ilegalmente a Nelson Iván Serrano Sáenz el 31 de agosto de 2002 en Quito, lo mantuvo incomunicado y en condiciones inhumanas, y luego lo deportó de manera igualmente ilegal y sumaria a Estados Unidos, donde la víctima ha sido condenada a muerte por el asesinato de cuatro personas, hechos de los que se ha declarado inocente», dice la CIDH.

Es ahí cuando en la historia entra Óscar Vela, abogado y novelista ecuatoriano que ha publicado varios libros. Vela desde un principio se sintió interesado en la historia de Nelson y cada vez se vio involucrado más y más en la vida de este hombre que vive con la muerte respirándole en la nuca. El resultado es el libro Los crímenes de Bartow. Hemos conversado con el escritor.

¿De dónde surgió el interés por esta historia?

Comenzó hace unos años cuando me enteré por la prensa del caso de Nelson Serrano. Me golpeó mucho que una persona hubiera cometido estos cuatro crímenes y estuviera condenado a pena de muerte. Yo me enteré del caso, empecé a investigar, escribí algo en mi columna dominical de El Comercio hace unos años. Después de uno de esos artículos, una persona que era pariente de Nelson Serrano me contactó y, bueno, comencé a involucrarme con la familia. Decidí en un momento determinado, hace unos cuatro años, escribir una novela sobre la historia. Viajé a Estados Unidos, me entrevisté con Nelson, estuve allí en el corredor de la muerte con él y con su hijo. Conversamos largamente sobre su historia. Y se lo planteé, escribir su historia, e inmediatamente aceptó. Nos hicimos amigos y desde ahí mantengo una relación bastante fluida con él. Converso con él a través de un sistema de correo electrónico que tienen las prisiones en Estados Unidos.

¿Puede describir a Nelson? ¿Quién es él?

Es un hombre de clase media en el Ecuador de una familia reconocida, un hombre muy inteligente, muy sagaz, un hombre que inventó un sistema de rieles para transporte de grandes cantidades de mercadería en los Estados Unidos y de eso vivía su empresa. Patentó este sistema y les hizo ahorrar muchos millones de dólares a las cadenas comerciales, entonces ellos han vivido de este sistema inventado por Nelson. Él es un empresario, como te digo, un hombre que no clasifica dentro del tipo al que se refieren permanentemente en Bartow cuando lo tratan a él despectivamente de El Mexicano. Este caso tiene muchos componentes de xenofobia y de racismo. Nelson llevaba viviendo en Estados Unidos desde hacía 37 años, había sido un empresario muy exitoso y formó esta sociedad con otras dos personas. Unieron el invento de Nelson con una cadena de distribución grande que tenían los otros dos socios: George Gonsalves y Phill Dosso, George es el que muere en el asesinato, y Phill es el otro socio que es el padre de los otros chicos que mueren en el crimen.

«Un día, en un restaurante aparecieron unos hombres vestidos de civil y, sin identificarse, lo metieron en una camioneta y se lo llevaron a un lugar que él desconoce»

¿En qué momento Nelson se ve involucrado?

Es un asesinato cuádruple. Él se involucra porque él es el tercer socio de la empresa. Los asesinatos se producen en diciembre de 1997; unos meses antes, en junio, hay un altercado entre los socios, concretamente de Nelson y su hijo Francisco, que era el contador de la empresa, con los otros socios, porque Francisco descubrió que había un faltante de aproximadamente un millón de dólares en la empresa. Francisco reclama y los otros socios lo despiden. Cuando Nelson llega de un viaje se entera de esto y los encara, les pregunta que dónde está el dinero. Y ellos lo destituyen como gerente general haciendo una mayoría. Entonces Nelson se separa de las empresas en el 97 y presenta una demanda civil para recuperar el dinero porque en ese momento se creía que era un millón de dólares, pero luego se llega a descubrir que eran cerca de cuatro millones los que habían desaparecido de las cuentas de las empresas. Por desgracia, este problema que se genera entre los socios es el que deriva en que se le acusa desde el minuto uno a Nelson como el sospecho principal.

¿Pero por qué?

Muere el socio uno, George Gonsalves, y el socio dos, que se queda al final con todo, con el dinero, los bienes y la compañía, es víctima porque en el asesinato mueren su hijo, su hija y su yerno. Tres personas que no tenían que estar en ese lugar estuvieron en el momento y en el lugar inadecuado aquella tarde. Los dos chicos trabajaban en la empresa, la chica era fiscal… a las cinco de la tarde salían de la oficina. El único que solía estar era George. Siempre se pensó que el crimen iba dirigido contra él y que se había contratado a unos sicarios. Pero desde el minuto uno, el otro socio, Phill, acusó a Nelson. Era una cosa que no tenía sentido y durante muchos años se investigó este tema y no se obtuvieron pruebas, no había una sola prueba contra Nelson, él tenía una coartada muy clara, estaba en Atlanta, salía en unas cámaras de seguridad de un hotel, y bueno, ahí es cuando empieza a fraguarse toda la teoría de la fiscalía para ver cómo metena Nelson en el asunto. Siempre fue el sospecho número uno.

¿Se le acusa de ser el actor intelectual del asesinato?

Todo el mundo pensó que aquí había un actor intelectual y cuatro o cinco sicarios porque era un crimen cuádruple con tres armas diferentes en el mismo momento, a las cuatro personas las ejecutaron en el mismo momento. Sin embargo, a Nelson lo encausan y lo enjuician por ser el autor material del crimen, una teoría inverosímil por donde se le quiera mirar, excepto por el jurado. A él lo condenan porque supuestamente es el único autor de los cuatro crímenes. Pero él estaba en Atlanta. Es evidente que participaron muchas más personas. Hay un arma que desaparece misteriosamente de los informes de la fiscalía, que la esconden porque es la tercera arma con la que se hacen los 14 disparos: 12 fueron casi mortales, y dos con un rifle muy aparatoso, de calibre 30. Ese rifle desapareció de todos los informes porque era imposible venderle la teoría al jurado que este hombre de 60 años los había ejecutado con tres armas simultáneamente. Ocultaron otras varias pruebas, como en las que se tienen las huellas y el ADN de los verdaderos autores.

Lo que usted plantea es que Nelson es inocente, pero la justicia dice lo contrario… ¿Esta investigación le ha traído problemas?

Aun no me ha traído problemas, sospechamos que puede traer consecuencias. Sin embargo, yo lo que escribo en esta historia es lo que recogen estrictamente los expedientes judiciales y policiales a los que he tenido acceso al cien por cien. Eran miles de carpetas. Hemos descubierto muchas más cosas que nos llevan a pensar con casi absoluta certeza que Nelson no tuvo responsabilidad en ese crimen ni sabía de qué trataba esa historia. Lo que me temo y concluyo es que la policía y los fiscales también lo sabían porque los expedientes judiciales tienen muchísimos indicios e información sobre esto, y yo voy contando en la novela cómo ellos ocultaron todo lo que iba apareciendo alrededor del caso, lo ocultaron y lo dejaron ahí, tapado. Cuando aparecen los supuestos sicarios con nombre y apellido, continuaron enfocándose en Nelson Serrano. Yo comencé esta historia con dudas, también pensaba, es tan difícil enfrentarse a la justicia de Estados Unidos, es un sistema judicial que uno cree que es bastante perfecto, pero ahora sé que es todo menos perfecto y que es un sistema corrupto como los nuestros, que es perverso, viciado. Por ejemplo, los fiscales y sus adjuntos tengan que prestar méritos, sobre todo de condena de muerte para seguir su carrera judicial y ser elegidos en las elecciones venideras… Si no logras condenas de pena de muerte estás expuesto a perder las elecciones. Y esto pasó en este caso en concreto, en el año 2002, el fiscal estaba a punto de perder las elecciones por el peor caso de la Florida, un caso muy mediático, muy impactante, muy fuerte… ahí es cuando fraguaron la única prueba con la que condenan a Nelson.

«El corredor de la muerte es una suerte de infierno en vida: es espantoso, con un ambiente y unas energías que lo dejan a uno acabado»

¿En qué está Nelson en este momento?

Él tiene cuatro condenas de penas de muerte, no las han podido ejecutar porque tanto los Estados Unidos como el Ecuador, por la parte del secuestro, fueron condenados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a repararle los daños de Nelson, repararlo, repatriarlo a Ecuador y pagarle una indemnización por todo el daño que se le ha causado. Esa condena lo que logró es que la pena de muerte no se puede ejecutar todavía, además de que Nelson tiene pendientes dos recursos judiciales aun en la Florida. Sin embargo, Nelson tiene 83 años, lleva ya casi 20 años en el corredor de la muerte, está muy enfermo y con todos sus procesos congelados desde hace dos o tres años. El estado de Florida no quiere tocar este caso por obvias razones. Es un caso demasiado sucio para volver a reabrir el juicio y que se vuelva a repetir la audiencia de pruebas en la cual Nelson saldría libre. En este momento está en instancias diplomáticas.

¿Por qué dice que fue secuestrado?

El crimen se comete en el año 1997 y hasta el año 2001 no había pruebas, ni un solo indicio para encausar ni a Nelson ni a nadie, todos los sospechosos que iban apareciendo por el camino los dejaban a un lado. Pero no tenían pruebas y no podían abrir juicio, el caso estaba a punto de ser archivado. La consecuencia sería que los fiscales perdieran muy probablemente las elecciones y estaban muy preocupados. Los conservadores habían amenazado que si no resolvían el caso de Los crímenes de Bartow, ellos iban a ganar. Para entonces, Nelson ya se había jubilado, él fue participe de todas las investigaciones, declaró, le hicieron todas las pruebas, y volvió al Ecuador. Tenía ambas nacionalidades.

Y estaba en Ecuador…

Estaba en Quito viviendo, en el año 2002, cuando un día, sin saber lo que pasaba en la Florida, en un restaurante aparecieron unos señores vestidos de civil con unas camionetas grandes, no se identificaron, lo sacaron del restaurante a la fuerza, lo metieron en una de estas camionetas y se lo llevaron a un lugar que él desconoce. Simularon un juicio ante un intendente de la policía para deportarlo, no lo podían extraditar, simularon un proceso de deportación, lo metieron en una jaula de perros del aeropuerto, ahí lo escondieron porque el único vuelo que tenían disponible para que saliera a Miami era al día siguiente, a las 6 a. m. Su familia lo buscaba y nadie sabía dónde estaba. El 31 de agosto de 2002 lo sacaron, le dieron una paliza, le rompieron la nariz, etc., y lo intentaron meter en un avión comercial. Las azafatas y todo el mundo se dieron cuenta de que algo extraño estaba pasando, estaban metiendo a un tipo esposado, ensangrentado, a un avión, entonces pararon el vuelo. Pero había un agente de la CIA y en una intervención con el piloto, lo convencieron. La familia se enteró al día siguiente, cuando Nelson ya estaba en Miami en una prisión. Desde entonces está encerrado. El Estado ecuatoriano se declaró unos años después responsable de lo que había sucedido y por eso es responsable de pagar sus abogados.

¿Qué dice hoy Nelson?

Cuando lo visité, sentí lo que es estar allí. Una suerte de infierno en vida. Es espantoso, con un ambiente y unas energías que lo dejan a uno acabado. Estuvimos unas cinco horas allá metidos. Sin embargo, yo lo vi a él todavía entero. Conserva aún un hilo de esperanza que lo mantiene cuerdo. Pero cada vez más siento que esto se va terminando, que esas esperanzas van minando y es básicamente por su edad y salud.

¿Él ya leyó el libro?

No lo ha leído. Está desesperado por leerlo, sabe que ya salió en Colombia y en el Ecuador. El problema es que no es fácil hacérselo llegar. Tememos que solo con la portada y el título se lo puedan confiscar. No puede tratar ni hablar temas de su crimen. Si hablamos algo sobre el tema, toca en clave. Nos tememos mucho que a lo mejor no pueda recibirlo y tocará inventarse algo para hacérselo llegar a la cárcel.


Esta entrevista es parte de un acuerdo de colaboración entre el diario ‘El Tiempo’ y la revista ‘Ethic’. Lea el contenido original aquí.

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