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Creando un mundo digital más humano y sostenible 

En pleno proceso de transición hacia un mundo híbrido entre lo digital y lo físico, mover el centro de gravedad hacia los usuarios será clave para garantizar un futuro más igualitario en el que la tecnología se convierta en la gran aliada de la humanidad.

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10
enero
2022

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Me gustaría imaginar un mundo en el que el uso de la información no suponga un ejercicio de pillería tecnológica. Sueño formar parte de una sociedad en la que la tecnología me ayude a cuidar de mí y de los míos. Que me informe de cuándo mi porcentaje de batería ha resultado decisivo para denegarme un préstamo o penalizarme en precio al reservar un taxi. Pienso en un mundo en el que lo que yo creo (posts, dibujos, conferencias o simples ocurrencias) e incluso mis conversaciones con otros, no caigan en manos de alguien que haga alarde de su impunidad y se escude en la falta de responsabilidad al no ser el autor de los contenidos, solo el diseñador de la plataforma. Imagino con esperanza un mundo en el que diseñadores de soluciones y usuarios, se repartan el valor de forma no binaria.

Ya hemos vivido la etapa histórica de ingenieros de datos, desarrolladores de software y genios de la experiencia cliente que supieron construir soluciones de valor excepcional para nuestro día a día. Hemos vivido una etapa histórica en la que hordas de usuarios compartían en sistemas de mensajería instantánea las ventajas de nuevas herramientas que facilitaban su vida. Y cientos de miles de nuevos usuarios convirtiéndose en menos de un año en millones. Adopción masiva sobre la base de un sencillo juego de retroalimentación positiva y entrega incondicional de datos.

El móvil transformó una era digital pasiva en una era digital activa, y aquellos que facilitaron la conversación ganaron mucho

Luego, esos millones pasaron a decenas y cientos de millones, y fue cuando descubrimos que tanta gratuidad y tanto valor tenían la explicación en la entrega incondicional nuestros datos. Los desarrolladores de software de segunda generación de aquel negocio digital inicial han sido capaces de conseguir que la concurrencia de usuarios fuera el gatillo del crecimiento exponencial de su web o su app. Surgieron nuevos multimillonarios en camiseta y sneakers gracias a usuarios-creadores que generaron contenidos y conversación para usuarios-consumidores. Y los que crearon el medio para la conversación o el soporte científico para la ocurrencia colectiva recogen ganancias al mismo tiempo que automatizan la conexión entre usuarios sin prestar atención a que sus automatismos puedan acabar con gobiernos o lastimar la autoestima de aquel que jugó a la ciencia de la ocurrencia y obtuvo aplauso y que hoy, en cambio, obtiene anonimato y frustración.

Hemos vivido una etapa valiosa en la que los que creaban contenidos a finales de la década de 1990 no supieron ver la jugada: el negocio estaba en crear un soporte para un mundo de seres humanos ansiosos por ser ocurrentes. El móvil transformó una era digital pasiva en una era digital activa, y aquellos que facilitaron la conversación ganaron mucho. Tanto que quizás el espíritu libertario inicial ya no resulta creíble. Como dice Ricardo Semler: «Cuando sientes que te toca devolver algo a la sociedad, es porque ya has tomado de más».

Me imagino un mundo, un nuevo internet, donde los creadores de conversaciones, los diseñadores de ideas y los consumidores de esas ideas se reparten el valor de forma equitativa sin pagar el peaje de la plataforma con sus datos personales. Un mundo sin el peaje oportunista de los patronos del soporte de la conversación, ladrones de datos, vampiros conversacionales y dueños y señores de nuestro tiempo y nuestra atención.

No se trata de repartir, se trata de compartir entendiendo datos y tecnología como facilitadores de un espacio más sostenible

Sueño con un espacio digital global en el que el valor de nuestro comportamiento sea traducido a valor compartido. Donde la seguridad y la descentralización incluso me permitan formar parte del juego como co-propietario de la conversación (contenido) y co-propietario del espacio de la conversación (plataforma). Un mundo persistente, con capacidad para todos, donde los intermediarios sean des-intermediados por una tecnología que garantiza la verdad y que crea confianza. Un mundo en el que la pérdida de atención y las horas dedicadas a esa eterna conexión no solo generen valor para una parte (es decir, para el dueño de la plataforma).

Si hemos podido evolucionar desde palabras conectadas creadas por unos pocos desarrolladores (web1) a personas generando imágenes, audio y vídeo en tiempo real, manteniendo conversaciones que conectaban y generaban contenido para otras personas a través de dispositivos del tamaño de la palma de tu mano (web2), ¿acaso no es posible imaginar una realidad similar con una mejor calidad de vida y un mayor respeto por la naturaleza humana, por la equidad y por la redistribución de valor de nuestras interacciones? ¿Acaso no es posible un mundo donde creadores y usuarios seamos los dueños de una información que ya es compartida y donde el valor de nuestras interacciones no sea solo para el propietario de la plataforma, ya que esa plataforma ha pasado a ser descentralizada y más cercana a los nodos de la conversación? (web3 y DAOs).

Las soluciones cloud y edge, las organizaciones descentralizadas, los avances en encriptación, la optimización autónoma de nuestra experiencia en estos dispositivos y la conectividad de todos los humanos en el planeta deberían crear un mundo más humano. No se trata de repartir: se trata de compartir entendiendo datos y tecnología como facilitadores de un espacio más sostenible. 

La calidad de vida y el bienestar de todos nosotros, humanos de un lugar llamado Tierra, depende en gran medida de nuestra habilidad para ver a dónde nos lleva un espacio donde tecnología y datos no tendrán la intuición de dibujar un futuro más sostenible, ya sea en un entorno de teletrabajo remoto o híbrido, en un espacio de plataformas digitales carpetovetónicas o en un futuro marcado por organizaciones descentralizadas y la omnipresencia de tokens. Solamente si diseñamos una realidad de humanos pensando para humanos en un contexto ya digital (omnipresencia de datos y tecnología) crearemos confianza para el futuro.


Bernardo Crespo es profesor y director del programa de Dirección en Transformación Digital de IE University.

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