Por qué el ‘Black Friday’ se comió al ‘Green Friday’
Durante el llamado viernes negro la mayoría de compañías ofrecen grandes descuentos para dar inicio a las compras de Navidad. No obstante, a lo largo de los años ha terminado dando lugar a un consumo desenfrenado, llevando a la aparición de múltiples propuestas alternativas. ¿Por qué esta celebración gana adeptos año tras año?
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El Black Friday es el día que da comienzo a la temporada de compras de Navidad. Esta práctica se inició en Estados Unidos, pero desde hace algunos años, se ha extendido a lo largo y ancho del planeta, aumentando aún más popularidad a causa del auge de las compras en línea. En España, el primero se celebró en 2012. Casi una década después, el Black Friday ya es uno de los días que mayores ofertas recoge a nivel nacional.
Según datos del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad, los descuentos ofrecidos por el llamado ‘viernes negro’ fueron los más populares de 2020. Así, el 81,3% de internautas habría comprado en este período de ofertas, gastándose de media casi 196 euros. El estudio Pronóstico Global del Black Friday, de la consultora Simon-Kucher & Partners, muestra además que los consumidores españoles están bastante predispuestos a comprar durante el Black Friday y Cyber Monday de este mismo año. En concreto, según las cifras destacadas por Statista, un 74% de los españoles tiene intención de adquirir algún producto esos días.
El 81,3% de internautas habría comprado durante este período de ofertas, gastándose de media casi 196 euros
El año 2015, no obstante, surgió un antagonista: el llamado Green Friday, cuya razón de ser es el fomento de un consumo responsable ante la euforia sin freno representada por el Black Friday. Esta nueva propuesta –impulsada conjuntamente por la Comisión Europea, ECODES, World Wild Fund y Ecoserveis– representaba la apuesta por el reciclaje, el pequeño comercio, los regalos artesanales o las ventas de segunda mano. Su intención, por tanto, residía en generar un cambio en las costumbres de los consumidores, fomentando una forma de consumo más sostenible y más responsables con el medio ambiente. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico afirma que en 2016 más de 200 comercios supuestamente sostenibles se sumaron a la campaña, ofreciendo descuentos de hasta el 40% en alimentación, moda, cosmética y decoración, entre otros. Pero es posible celebrar el Green Friday de dos formas distintas: mediante el boicot y la resistencia al consumismo en esta fecha, o impulsando un consumo sostenible (es decir, apostando por comprar solo aquello que necesitamos realmente).
Tampoco faltan alternativas al propio Green Friday. Es el caso del Giving Tuesday, un movimiento que propone dedicar el martes a celebrar la ‘acción de dar’, así como a colaborar con distintas causas sociales. Cabe mencionar a su vez el Día Mundial Sin Compras (Buy Nothing Day): una jornada de protesta contra el Black Friday en la que se invita a los consumidores a no consumir en denuncia al modelo de producción lineal, cuyo reguero de desechos aumenta sin cesar.
Tras los resultados del sexto informe del IPCC, en los que se revela cómo el impacto causado por el calentamiento global es irreversible, ha aumentado la conciencia social de la necesidad de una acción climática. Según datos de la Unión Europea, el 96% de los europeos creen que han tomado, como mínimo, una medida para frenar el cambio climático. En consonancia, el 93% piensa que el cambio climático es un problema severo. Según Global Consumer Insights Pulse Survey 2021, de PwC, la mitad de los consumidores encuestados a nivel global afirman que se han vuelto aún más respetuosos con el medio ambiente.
Pero la cuestión de la compra consciente tiene ciertos peligros: si bien comprar solo lo que consideramos como necesario puede ser un paso para un consumo más sostenible, lo cierto es que en el sistema que habitamos consideramos imprescindibles cosas que, en realidad, no lo son. Corremos el riesgo de pensar que estamos encontrando una ganga o haciendo una compra inteligente cuando, en realidad, estamos cayendo en la trampa del consumo de nuevo. «El mejor favor que se le puede hacer a un cliente es no obligarle a comprar por impulso», destacaba hace poco Gema Gómez, directora de Slow Fashion Next.
La razón de ser del ‘Green Friday’ es el fomento de un consumo responsable ante la euforia sin freno representada por el ‘Black Friday’
Sin embargo, y pese al aumento de la conciencia climática, el Black Friday sigue aumentando su popularidad como opción preferida por los consumidores. Esta situación se puede deber, por un lado, a la sensación de ahorro en las compras: en esta inercia colectiva al consumo, muchos consumidores comprenden que, puestos a consumir, es preferible apostar por la opción más barata, dejando de lado sus preferencias más sostenibles. Y puestos a consumir, y dado que el precio es la característica más valorada por los consumidores de grandes superficies, son los productos corrientes los que más ventas generan. Este año, ante la prevista crisis de desabastecimiento a nivel mundial, fuentes como KPMG revelan que este temor podría generar una mayor predisposición al gasto en estas fechas. La tentación a caer en la espiral de consumo, de nuevo, se agrava.
A pesar de todo, el problema esencial no se trata del tipo de consumo que llevamos a cabo, sino en la necesidad de consumir a la que nos empuja nuestro sistema económico. Así, si bien el Green Friday puede significar un avance cuantitativo hacia niveles de consumo más sostenibles, este no deja de pertenecer al impulso consumista que forma parte de un modelo económico que es, en última instancia, insostenible. Como explica Paloma G. López, directora de The Circular Project, «debemos abandonar el modelo tan agresivo de economía lineal de extraer, producir, consumir y tirar en la que estamos inmersos».
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