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El suelo vivo para la alimentación del futuro

A menos de diez años para cumplir con la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, es el momento de pasar de la conservación a la recuperación. En este sentido, la agricultura regenerativa propone rehabilitar los sistemas alimentarios, crear impacto positivo y darles una nueva vida más sostenible.

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Carla Lucena
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15
noviembre
2021

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Carla Lucena

Elegir lo que comemos es una cuestión de principios que alude directamente al futuro del planeta. Es probable que, hoy, incluso el alimento más (aparentemente) inocuo –como las verduras que comemos en la ensalada o la avena con la que preparamos nuestro desayuno– esté dejando el suelo al borde del colapso. Y es que detrás de cada ración que ponemos sobre la mesa hay asociados graves impactos medioambientales –como la deforestación o la desertización– relacionados con la extracción y la explotación agrícola.

Sin ir más lejos, hoy en día, el sistema de producción de alimentos agrícolas (en muchas ocasiones basado en el uso de pesticidas y fertilizantes), el transporte y la utilización de agua para los cultivos constituyen un 30% de las emisiones anuales de dióxido de carbono que llegan a la atmósfera. Unos datos que podrían aumentar si tenemos en cuenta que cada vez habrá más bocas que alimentar: si hoy el planeta soporta una producción de alimentos para casi 8.000 millones de personas, en 2050 tendrá que hacerlo para casi 10.000 millones (9.700, concretamente), cifra que superará fácilmente los 11.200 millones en 2100, según Naciones Unidas.

Con una proyección de futuro de este calibre, no podemos seguir descuidando el suelo, recurso principal para garantizar la seguridad alimentaria. Y la realidad es que el Instituto Rodale, experto en agricultura sostenible, apunta a que dos tercios de los cultivos mundiales de maíz y trigo cuentan con menos de un 2% de sustrato orgánico. En este sentido, la agricultura regenerativa se presenta como una alternativa ideal para hacer más sostenible el sistema de producción alimentaria actual.

Este proceso de cultivo tiene como objetivo conservar y restaurar las tierras y sus ecosistemas, fomentando la renovación de los recursos que nos brinda el suelo y minimizando el impacto de nuestra vida en el planeta. Así, podría llegar a reducir hasta el 100% de las emisiones globales si se aplicase a nivel global, como apunta el Instituto Rodale. Y es que la raíz de la regeneración no es otra que tratar de colaborar con la naturaleza, respetando sus equilibrios para revitalizar el suelo con el fin de que este pueda atender la demanda humana de alimentos sin degradarse.

En sentido práctico, además, las bondades de la agricultura regenerativa alcanzan ámbitos que van mucho más allá de la salud atmosférica. En primer lugar, protege los hábitats y la riqueza biológica de los organismos que pueblan el suelo, lo que se traduce en una mejor mineralización y, por tanto, en un importante incremento de la fertilidad. Y, a largo plazo, echar el freno de mano al deterioro progresivo de la tierra minimiza los gastos derivados del uso de pesticidas y fertilizantes artificiales, lo que evita la contaminación de las aguas subterráneas y afianza la seguridad alimentaria de las comunidades que viven y trabajan en estos campos. ¿Cómo se practica? De forma simplificada, con una correcta diversificación de cultivos, la siembra de plantas capaces de ralentizar la erosión, el abandono de químicos sintéticos y el pastoreo controlado de ganado en las zonas agrícolas para incentivar el aireado de la tierra y retener biomasa.

Nestlé destinará en los próximos cinco años cerca de 1.136 millones de euros para impulsar la agricultura regenerativa

Ya son numerosas las empresas dedicadas a la alimentación que están comenzando a apostar por esta nueva manera de producir alimentos. Es el caso de Nestlé, donde casi dos tercios de sus emisiones totales proceden únicamente del uso de la tierra. Consciente de ello, la compañía ya está tomando medidas para reducir a la mitad sus emisiones para 2030 y llegar a cero netas en el año 2050. Una ambiciosa propuesta que pivota inevitablemente alrededor de la alimentación regenerativa e implicará a más de 500.000 agricultores y 150.000 proveedores con los que la compañía profundizará en el uso de prácticas regenerativas.

«Sabemos que la agricultura juega un papel fundamental en la mejora de la salud del suelo, la restauración de los ciclos del agua y el aumento de la biodiversidad a largo plazo», asegura Paul Buckle, presidente de Nestlé. Y añade: «Con el espíritu de permitir una transición justa, es vital que apoyemos a los agricultores de todo el mundo que asumen los riesgos y los costes asociados con el avance hacia la agricultura regenerativa».

Así, la empresa destinará durante los próximos cinco años un total de 1.200 millones de francos suizos (cerca de 1.136 millones de euros) para impulsar la agricultura regenerativa en toda su cadena global de suministro, desde la primera siembra hasta el producto final. Esta transformación se vertebrará en tres ejes: la aplicación de la ciencia y la tecnología de vanguardia para brindar asistencia técnica, el apoyo a la inversión y el pago de primas por productos agrícolas regenerativos. De esta manera, se espera que se produzcan a través de la agricultura regenerativa más de 14 millones de toneladas de materias primas de aquí a 2030.

Pasos para cambiar el mundo (de la alimentación)

La acción global de Nestlé también hace notar su réplica en España, donde colabora con la Fundación Global Nature en un proyecto piloto centrado en la producción regenerativa de cereales destinados a la producción de papillas infantiles en siete explotaciones agrícolas de Valladolid que abarcan 1.200 hectáreas de superficie de cultivo. La compañía espera que, en verano de 2022, este esfuerzo se materialice en un catálogo de medidas de agricultura regenerativa que servirá como referente del abastecimiento de cereales para los más de 160 agricultores locales con los que trabaja Nestlé en nuestro país. Este se sumará al ya existente decálogo de mitigación de emisiones en explotaciones ganaderas de producción de leche que deberá implantarse en las 250 granjas proveedoras y que se elaboró a partir de la revisión de buenas prácticas en varias granjas de la cornisa cantábrica.

Otra de las promesas de la compañía pasa por utilizar únicamente aceite de palma o soja libre de deforestación a partir de 2022. Además, para proteger los cultivos regenerativos, Nestlé también apostará por plantar hasta 20 millones de árboles al año durante la próxima década, lo que aumentará las zonas de sombra, mejorará la calidad del suelo y preservará la biodiversidad. En esta línea, Nestlé también está trabajando con la organización SEO/Birdlife para fomentar la biodiversidad en casi una veintena de explotaciones ganaderas ubicadas en la cornisa cantábrica que proveen esta materia prima y que funcionan, en muchas ocasiones, como refugios para múltiples especies silvestres. Al final, se trata de transformaciones que ambicionan algo muy simple: mantener viva la vida.

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