Sociedad

Soledad conquistada: ¿mejor solos que mal acompañados?

La soledad conquistada nos permite aislarnos frente a un mundo cada vez más líquido. Es una oportunidad para huir del ruido, pero no de los demás: una vía para alcanzar la felicidad tan solo a través de nosotros mismos.

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08
octubre
2021

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Para Riley Andersen todo empieza a torcerse cuando llega a San Francisco con su familia desde el Medio Oeste norteamericano a causa del nuevo trabajo de su padre. Durante el periodo de adaptación a su nueva vida, algo empieza a no funcionar como debería: Riley deja atrás la felicidad inocente de la infancia para pasar a la siempre mudable adolescencia. Los responsables de la estabilidad de Riley son cinco personajes que viven dentro de la niña, a cargo de su sala de máquinas emocional: miedo, asco, alegría, tristeza e ira.

Este es el argumento de Inside Out, la película de Pixar: aquí, las emociones primarias son las protagonistas, imbuyendo de sí mismas los recuerdos y vivencias de Riley. Tras la mudanza, todas las emociones se disputan su control emocional. Alegría quiere que la niña explore, descubra y se lo pase bien; Tristeza, por el contrario, impregna de melancolía todos los nuevos recuerdos nuevos por lo que ha dejado atrás. No hay una emoción asociada a un tipo de vivencia concreta: todo depende de quién decida qué en tu sala de control emocional.

Con los confinamientos todos hemos reflexionado sobre qué significa sentirnos solos

Con la soledad nos pasa algo parecido. Lo que la sociedad mundial ha experimentado con los confinamientos debido a la covid-19 en los últimos dos años ha llevado a muchas personas a enfrentarse con una realidad nueva; incluso consigo mismas durante meses en su domicilio. Todos hemos reflexionado sobre qué significa sentirnos solos y sobre si es positivo o negativo. En este sentido, las experiencias han diferido muchísimo dependiendo de las personas: a unos, su particular sentido de la alegría les hacía ver la soledad como una oportunidad, mientras a otros les vencía la tristeza casi sin querer. Del mismo modo, ha crecido la conciencia sobre los problemas derivados de la soledad, así como también se han popularizado conceptos como el de «soledad escogida», algo que hasta hace poco solo manejaban los profesionales de la salud mental.

La «soledad conquistada» –o escogida– es la forma de vivir de cientos de miles de personas en nuestra sociedad hiperconectada, la cual es, al mismo tiempo, superficial y atomizadora; han optado por refugiarse en sí mismas ante la sobreestimulación en la que estamos sumidos, la cual muchas veces nos hace imposible –o incluso indeseable– conectar con nadie lo suficiente como para querer su compañía. Las personas que escogen esa forma de vida se adaptaron mucho mejor a la reclusión forzosa de la pandemia. Para ellas fue un alivio: muchas veces, en la vida anterior, se llegaban a sentir mal dando excusas para no quedar con sus compañeros a la salida del trabajo o con sus amigas durante el fin de semana; sencillamente, querían estar solas.

Esta soledad conquistada lleva al extremo el clásico refrán de «mejor solo que mal acompañado»: es una forma de entender el mundo en la que las personas que la practican asumen que nadie va a cuidar de su vida –y sus destinos– mejor que ellas mismas. Además, encaja de manera evidente con las nuevas tendencias sociales que promueven una menor dependencia en ciertos aspectos de la vida que, hasta ahora, habían sido inmutables, tal como ocurre con el amor romántico, cada vez más denostado.

La soledad conquistada es una forma de entender el mundo en la que las personas asumen que nadie va a cuidar de su vida mejor que ellas mismas

Las ventajas de la soledad conquistada parecen claras: aislarse de un mundo extremadamente ruidoso y tener, así, más tiempo y libertad para hacer lo que realmente nos gusta hacer, ya sea leer a Virginia Woolf, cenar en el restaurante que nos apetezca o practicar yoga. En definitiva, desarrollar menos dependencia emocional en un mundo donde cada vez es todo más efímero, más líquido. Ello nos ayuda a adquirir, además, una mayor capacidad de resistencia frente a cambios sociopolíticos, los cuales se evidencian mucho más cuando dependemos de los vaivenes de la tribu.

En la lógica de Inside Out, esto supone que fuera Alegría la que interviniese en nuestro estado de ánimo, identificando los momentos y recuerdos de soledad como eventos felices, en lugar de hacerlo envueltos en la tristeza y el desencanto. Algo que, de hecho, no ha sucedido en el imaginario común occidental muy a menudo, quizá marcado por el imperativo subconsciente que seguimos arrastrando desde los tiempos en los que la soledad era sinónimo de muerte y la cooperación la única forma de mantenernos vivos.

Sin embargo, lo que en un primer momento podría verse como algo positivo, puede tomar también un cariz desesperanzador. Recordemos, a su vez, cómo se señalan como negativos los roles de comportamiento de las figuras asociadas tradicionalmente al éxito –ya sean emprendedores o artistas– que han hecho gala de su individualismo y de su falta de dependencia; es el éxito del solitario.

Un lugar nuevo (y solitario)

La paradoja del individualismo –una forma negativa de entender la soledad escogida– es que lejos de volvernos más autónomos, nos hace más dependientes. La persona individualista pierde la dimensión social de sus actos, y termina buscando la aprobación en la mirada de los demás mientras estos, sin vínculos afectivos reales, acaban mostrándose como meros adoradores del ególatra.

Se nos invita a buscar espacios cada vez más pequeños, donde acabamos ajenos a realidades diferentes a la nuestra. A veces, esos espacios gregarios, basados en la diferenciación, nos hacen reducir nuestras semejanzas con los demás a la nada, llevándonos de este modo a abrazar la soledad.

Se nos invita a buscar espacios cada vez más pequeños, donde acabamos ajenos a realidades diferentes a la nuestra

Al mismo tiempo, la presencia de lo colectivo y colaborativo se hace clave en nuestros días: desde el colegio se nos enseña a trabajar en equipo y a entender el mundo como un único lugar donde cada vez estamos menos solos. Siempre conectados, conscientes de lo que ocurre no solo a nuestro lado, sino también de lo que sucede en la otra punta del globo.

En esta situación viven varias generaciones que todavía no han encontrado el delicado equilibrio entre la altivez, el individualismo, los cuidados y las nuevas comunidades. La soledad conquistada se muestra todavía como una opción que no ha tenido tiempo de verse aceptada socialmente del todo, pero tampoco denostada. Como todo lo que se empieza a nombrar, se encuentra en estado de definición.

Mateo Cerdán, psicólogo afincado Madrid, apunta hacia lo peligroso que puede resultar para alguien abrazar el concepto de la soledad escogida: «A veces es un engaño, una defensa para aquel al que le dan miedo los vínculos profundos. Vincularse a otro siempre es expandirse y crecer, pero también puede suponer dependencia y sufrimiento. Una cosa es aprender a estar solo y a no tener dependencia emocional, y otra cosa es que tú solo estés mejor que con nadie. La dependencia es una realidad porque, al fin y al cabo, somos seres dependientes. El problema surge cuando somos dependientes de una sola cosa: de una persona, de un trabajo o de la familia; no obstante, ser dependientes de varias relaciones es perfectamente sano».

El aislamiento forzoso no tiene nada que ver con la soledad conquistada, que es una victoria de las personas que consiguen la felicidad por ellas mismas

La soledad conquistada es una opción vital que va de la persona al exterior. Un concepto opuesto a un aislamiento que va, por el contrario, de los «otros» al «uno», y sobre el que los especialistas están de acuerdo en apuntar como uno de los mayores problemas de nuestro tiempo, causante tanto de problemas cardíacos –en la misma medida que un constante consumo de tabaco–, como de un aumento de suicidios o del doble de posibilidades de que aparezca Alzheimer. El aislamiento forzoso no tiene nada que ver con la soledad conquistada, que es una victoria de las personas que han conseguido alcanzar la felicidad por ellas mismas, que han elegido vivir sus vidas sin demasiada relación con el resto.

En Inside Out el fino equilibrio entre las emociones hace funcionar a la protagonista en el mundo nuevo material al que se muda, pero también en el nuevo mundo racional que supone el abandono de la infancia. Nuestras sociedades se están construyendo a día de hoy con una cierta adoración de lo individual y del desapego y, a la vez, con una fuerte apuesta por lo colectivo y los cuidados. La soledad conquistada se intuye como uno de los conceptos más interesantes para saber cómo se construirá nuestra realidad en un futuro cercano.

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