Sociedad

La Iglesia, ¿cada vez más cerca del matrimonio homosexual?

El número de cristianos que está favor del matrimonio igualitario supera a los que lo rechazan en cada vez más países. El pasado mes de marzo, en Alemania, cien sacerdotes católicos decidieron desafiar al Vaticano con bendiciones públicas de parejas homosexuales.

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21
junio
2021

El día que se aprobaba la ley de matrimonio igualitario en el Congreso, aquel 3 de julio de 2005, el por entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero citaba a Luis Cernuda con uno de los versos del poema La Familia en los que el sevillano se lamentaba: «Cómo se engaña el hombre y cuán en vano da reglas que prohíben y condenan». A su vez, mientras el documento legislativo se tramitaba en el Parlamento, el Foro Español de la Familia organizaba una multitudinaria manifestación en Madrid, apoyada por la Iglesia Católica Española, que contó con la asistencia de sus principales dirigentes, el cardenal Antonio María Rouco Varela, conocido por sus duras cargas contra el matrimonio homosexual. El lema en pancarta: «La familia sí importa. Por el derecho a una madre y a un padre, por la libertad».

La relación entre la Iglesia y el matrimonio que no se limita a un hombre y una mujer heterosexuales ha sido conflictiva durante la mayor parte de la historia, siendo la Iglesia Católica siempre la principal fuerza opositora a la creación de leyes que amparen el matrimonio igualitario en diversos países del mundo. Sin embargo, las rápidas transformaciones que están teniendo lugar en el seno de las sociedades la obligan a ir introduciendo cambios en sus dogmas e ideas, encontrándose en ocasiones con posturas rupturistas incluso dentro de su propio cuerpo. ¿Está la Iglesia ante un punto de inflexión en su postura frente al matrimonio igualitario?

El último de estos conflictos internos ocurrió el pasado mes de marzo cuando La Congregación para la Doctrina de la Fe presentó el escrito Responsum ad dubium, (Una respuesta a una duda) que versaba sobre una pregunta: «¿Dispone la Iglesia del poder para impartir la bendición a uniones de personas del mismo sexo?». El Vaticano fue claro: la unión homosexual es un pecado y Dios no puede bendecirlo. Frente a esta rígida postura, más de 100 sacerdotes católicos alemanes decidieron desafiar al Vaticano con bendiciones públicas de parejas homosexuales, una reivindicación que representaba la necesidad de una Iglesia Católica que se adapte a la realidad social de sus fieles en todo el mundo: en países como Australia, por ejemplo, el número de cristianos que abogan a favor del matrimonio igualitario supera a los que no lo hacen.

La opinión pública lleva un largo tiempo esperando que, con la elección del Papa Francisco, la Iglesia adoptara posiciones próximas a lo que demanda la sociedad actual. Con respecto a la unión de personas del mismo sexo, el Papa había dado indicios de cierto progresismo desde la posición más alta dentro de la Iglesia al posicionarse a favor de las uniones civiles entre homosexuales, alegando que todo el mundo es merecedor de los derechos que le garanticen la posibilidad de ser feliz, tener una familia estable y otras ventajas asociadas a la unión civil. Sin embargo, en ningún caso esto va unido al apoyo de el matrimonio homosexual, ni en la renuncia a la convicción de que los actos sexuales llevados a cabo entre personas del mismo sexo son pecado, como así lo demuestra su ratificación de la respuesta dada por La Congregación para la Doctrina de la Fe. Esto le ha valido múltiples críticas a la Santa Sede por parte de ciudadanos y numerosas caras conocidas, entre las que destaca el cantante Elton John –seguidor del Papa Francisco–, que señala la «hipocresía» del Vaticano al seguir concibiendo la homosexualidad como pecado mientras presume de haber financiado su película autobiográfica, donde narra su experiencia como persona LGTBI+.

La Iglesia, frente al espejo

La situación social y legal con respecto al matrimonio igualitario cambia radicalmente dependiendo de la geografía. España es un país pionero en derechos LGTBI+ desde que en 2005 se convirtiera en el tercer país después de Bélgica y Países Bajos en amparar legalmente el matrimonio entre personas de un mismo sexo. Un cambio radical que, en realidad, consistía en pequeñas modificaciones a la ley ya existente, como transformar las palabras «marido» y «mujer» en «cónyuge». Sin embargo, las implicaciones resultaron trascendentales para miles de individuos y familias que a partir de entonces podrían adoptar y heredar.

Uno de los matrimonios más sonados en la historia de nuestro país, en especial desde su materialización como película en 2019, es el de Elisa y Marcela, dos maestras gallegas que se casaron por la Iglesia haciéndose pasar Elisa por un hombre, Mario. Cuando el engaño fue descubierto por el párroco que ordenó el matrimonio, la ley trató de buscarlas y castigarlas, y se vieron obligadas a exiliarse a Argentina. En este escenario, la opinión pública ha visto un claro viraje a favor de la posibilidad de que cualquier persona pueda contraer matrimonio. Según un estudio realizado en 2021 por IPSOS, España es el tercer país con más apoyo entre la población al matrimonio igualitario, y el segundo en el que el porcentaje de opositores es menor.

Uno de los matrimonios más sonados en la historia de España es el de las maestras Elisa y Marcela, casadas por la Iglesia haciéndose pasar Elisa por un hombre, Mario

De hecho, a pesar de que la persecución y condena por parte de la Iglesia Católica a las relaciones y matrimonios homosexuales parezca ‘coherente’ con su dogma –tal y como lo entendemos hoy en día–, esto no ha sido una constante en sus dos milenios de historia. Dada la influencia de otras religiones, las uniones homosexuales no solo no eran castigadas, sino que se celebraban. «Antes del siglo XI, el prejuicio homosexual no tenía la fama ni la fuerza que tiene hoy», afirma el autor de Amigos e Sodomitas. A configuración da homosexualidade na Idade Media, Carlos Callón, quien documenta el considerado como primer matrimonio religioso homosexual de España, celebrado el 16 de abril de 1061 entre Pedro Díaz y Muño Vandilaz, en Rairiz de Veiga (Orense). Y es que durante el primer siglo de nuestra era, entre amor cortés y relaciones de intensa amistad, las uniones entre personas del mismo sexo eran mucho más comunes de lo que pudiera creerse a primera vista. Uno de los ejemplos más conocidos es el del ámbito pirata, donde se practicaba el malotage, matrimonio entre dos piratas varones en la que unían sus propiedades, luchaban juntos y se cuidaban el uno al otro en caso de enfermedad.

La discriminación contra este tipo uniones llegó de la mano de la necesidad de afianzar el poder durante el siglo XI en Europa, con el surgimiento de las monarquías absolutas, cuando la sodomía –hasta entonces, un pecado menor– empezó a considerarse más grave que el adulterio. Así, la institución del matrimonio católico se instauró como única forma válida de unión entre dos personas. Por ejemplo, el matrimonio civil llegó a estar prohibido en España entre 1564 y 1870, considerándose únicamente válida la ceremonia religiosa. Posteriormente, la colonización y su consecuente occidentalización llevó estas convicciones morales de forma impositiva a otros territorios donde las uniones entre personas del mismo sexo habían existido de forma pacífica y equilibrada a lo largo del tiempo, desde los conocidos casos de Roma y Grecia, hasta la provincia china de Fujian. Los valores cristiano-occidentales llevaron el estigma al resto del mundo.

Los cambios en el seno de cualquier religión tardan decenios, sino siglos, en tomar forma. Sin embargo, en un mundo en el que las transformaciones radicales ocurren cada día con mayor celeridad, una institución como la Iglesia Católica, la más numerosa dentro del Cristianismo (en su conjunto, la Iglesia Cristiana acumula el mayor número de creyentes del mundo entre todas las religiones), se resiste a renunciar a su tradición y últimos dogmas. Es la herencia de un pasado en el que la fe católica era también la principal fuerza política y social y que sigue presente en nuestros días. Mientras, sacerdotes y creyentes continuarán demandando la actualización de las doctrinas para terminar con estas practicas excluyentes que, desde una perspectiva histórica, desvelan su posibilidad de cambio.

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