Medio Ambiente

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Un diálogo sobre la naturaleza, con Guillermo Palomero y Jacob Petrus

El geógrafo y presentador de ‘Aquí la Tierra’, Jacob Petrus, y el presidente de la Fundación Oso Pardo, Guillermo Palomero, tratan la necesidad de divulgar sobre la protección de la naturaleza y el papel esencial que juegan la educación y comunicación ambiental en esta tarea.

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14
abril
2021

Cada uno en una punta del país, Jacob Petrus y Guillermo Palomero dejan atrás el plató de televisión y la cordillera Cantábrica para charlar sobre la tarea que les une, aquella a la que dedican sus vidas: proteger la naturaleza y divulgar sobre la necesidad de que todos también lo hagamos. El presentador y el naturalista analizan qué papel juegan en ello la educación y la comunicación ambiental.


Guillermo Palomero: Es esencial divulgar, sensibilizar, trasladar y recoger información. No concebimos un proyecto de conservación si no lleva asociado mucha educación ambiental, pero no solo en las escuelas: trabajamos con adultos y líderes locales para debatir, escuchar, proponer y llegar a consensos. No es posible hacer conservación si no estás llegando al territorio implicado y a la sociedad en general.

Jacob Petrus: Has dicho, Guillermo, una palabra que para mí es clave: sensibilización. España es un país rural, pero también hay muchísima población urbana que cada vez está más desconectada del medioambiente. Esa desconexión viene de la mano de una falta de conocimiento y de formación, de entendimiento sobre qué problemas tiene nuestro entorno natural. En Aquí la Tierra intentamos, a través de la imagen, la música y las palabras, sensibilizar a la gente, despertar sus sensaciones y sentimientos para que todos intenten recuperar algo de esa conexión que nuestras generaciones pasadas tenían y que los mayores no siempre sabemos transmitir a los más pequeños.

G. A los niños se les llega con mucha facilidad. Nosotros tenemos la ventaja, además, de trabajar con un ‘animalote’ como el oso, que facilita enormemente el camino para llegar a los más pequeños y hablarles sobre la biodiversidad, los problemas de conservación y ambientales, el cambio climático… Con los adultos es otra cosa. La estrategia cambia dependiendo del sector, pero hay que acercase a través de las redes a la sociedad en general. Qué te voy a contar: con las imágenes llegas con mucha facilidad a la gente, porque todos hemos tenido un osito de peluche o nos han contado cuentos de osos cuando éramos pequeños. Es un animal querido y a través de sus imágenes es muy fácil conectar a la gente de las ciudades con el entorno, que la sociedad más o menos informada vea que tiene una naturaleza prodigiosa no muy lejos de sus casas y que hay que cuidarla, respetarla y estar orgullosos de tenerla.

Petrus: «Feliz R. de la Fuente consiguió que la sociedad se pusiera de frente y observase su fauna, sus paisajes y sus ecosistemas»

J. Ahí entra en juego Félix Rodríguez de la Fuente, que ha marcado muchísimo. Siempre me gusta decir que es el maestro de maestros, porque gracias a él hay toda una generación de expertos –José Luis Gallego, Luis Miguel Domínguez, Joaquín Araujo…– que bebe claramente de sus enseñanzas y de su forma de comunicar. Fue el germen en un país en el que no se hablaba de medioambiente, y menos en los medios de comunicación. Gracias a Félix supimos entender qué papel jugaba el lobo ibérico, el buitre leonado o la importancia de las aves rapaces. A partir de ahí, por suerte, este país empezó a concienciarse. Es verdad que los contenidos que tenía Félix –y, sobre todo, la forma de comunicar–, hoy en día no nos sirven mucho. En aquellos momentos, España necesitaba un mensaje un poco duro, de abroncamiento: había que despertar y decirle a la gente que se estaban haciendo las cosas muy mal, pero hoy eso no nos sirve. Tenemos que tirar por otras vías, como la sensibilización. Pero, en cualquier caso, el trabajo de Félix queda para la historia medioambiental y de la comunicación.

G. Completamente de acuerdo, Jacob. En aquel momento, el país más rico en biodiversidad de Europa estaba absolutamente de espaldas a ella. Nos dedicábamos a enredar con cada bicho al que veíamos, los matábamos o les hacíamos alguna putadilla. De repente, aparece un extraordinario comunicador que te obligaba a mirar y prestarle atención a la naturaleza. Recuerdo que por aquel entonces estaba estudiando biología en Salamanca y en los bares solo se hacía el silencio cuando había un partido de fútbol y, sorprendentemente, cuando sonaba la sintonía de El hombre y la Tierra. Félix consiguió que una sociedad que estaba de espaldas se pusiera de frente y observase su fauna, sus paisajes, sus ecosistemas…

J. Ver cuatro pájaros y cuatro animales es lo que me hace sentir vivo. Es por lo que vale la pena todo, ¿no?

G. La educación ambiental es clave para que los niños sientan esa conexión que describes. En la escuela y en casa se le da cada vez más importancia. A mi hijo, por ejemplo, le llega buena información sobre lo que son los recursos naturales, y la biodiversidad es un concepto que también utiliza. Otra cosa es, a medida que crezcan, cómo van a continuar con esa formación y qué experiencias van a vivir para entroncarse con esa naturaleza y no distanciarse, como está ocurriendo. La población se acumula cada vez más en grandes ciudades y se aleja muchísimo de lo que es un medio natural, y eso se nota. Los pequeños tienen buenos inicios, se hace un buen trabajo ambiental en la escuela, pero luego viene esa desconexión que habría que estudiar y ver cómo se mejora. Probablemente a través de la televisión y de las redes. Tendremos que esforzarnos todos mucho para reconectar.

Palomero: «Entre el cambio climático y esta pandemia, seríamos una especie muy tonta si no sacáramos conclusiones que nos favorecieran»

J. La formación en los libros sí que llega muy bien a los chicos, pero eso no se traduce en una mayor sensibilización o afecto por el medioambiente. Seamos realistas: los niños ahora crecen con un distanciamiento respecto a la naturaleza bastante preocupante. Al menos la experiencia que tengo con mis hijos y con los niños de nuestro entorno es que la formación teórica es muy buena, pero luego en su vida diaria y en el colegio no es así. Hay un distanciamiento que no se consigue romper más que con una cercanía humilde. Para sensibilizar a los niños no hay que llevarlos a un parque natural a que vean la supernaturaleza, la gracia está en intentar sensibilizarles con todo lo que les rodea, que lo comprendan. No es fácil, pero estaría bien que los niños entiendan cómo las estaciones marcan el ritmo, los colores, los cultivos o las especies para que identifiquen lo que tienen a su alrededor. Lamentablemente, a pesar de los libros o de internet, preguntas a los niños y no tienen esa conexión. Pasa lo mismo con el cambio climático: igual no tenemos que hablar de osos polares, hay que ir a cosas que se puedan tocar, más cercanas. Igual sucede con la crisis sanitaria actual.

G. Desde luego, si de esta desgracia terrible que estamos viviendo no sacamos buenas conclusiones para ser una sociedad mejor, más solidaria e inteligente en nuestra relación con la biodiversidad, es para darnos de cabezazos. No sería entendible. Como están poniendo de manifiesto textos científicos, una biodiversidad sana y completa, además de ese montón de servicios ecosistémicos de abastecimiento, ambientales, de ocio o de bienestar, es un perfecto cortafuegos para pandemias e infecciones de todo tipo. La biodiversidad completa y bien conservada, por su limitada carga vírica, dificulta que lleguen las infecciones a los humanos. Es de sentido común. Debemos tener muy claro que mantener nuestra naturaleza en buen estado y no sobreexplotarla como lo estamos haciendo es, para nosotros como especie, una ventaja. Tenemos que cambiar modelos de uso de la energía, de movilidad, de consumo de recursos… No nos queda otra. Entre la amenaza del cambio climático y esta pandemia, seríamos una especie muy tonta si no sacáramos conclusiones que nos favorecieran. Cuando pase y nos calmemos un poco, es fundamental que reflexionemos y nos pongamos serios con nuestro planeta. Eso nos obligará a cambios, pero no hay más opción que hacerlo, y hacerlo bien.

J. Generalmente soy optimista, pero en este caso lo veo mal. El modelo que tenemos prioriza la economía al bienestar y al planeta. De hecho, salimos del confinamiento a marchas forzadas porque la economía aprieta y no queremos entrar en una situación todavía más conflictiva. Necesitamos comer y necesitamos trabajo, evidentemente, pero, más allá de eso, la economía es la que marca el ritmo y para proteger la naturaleza necesitamos que sea boyante porque, si no, las medidas de protección medioambiental son de las primeras que sufren recortes. Desgraciadamente, eso es lo que vamos a vivir en este país. El cambio climático va a ser algo muy lejano a la realidad. Este periodo de confinamiento, además de ver cómo la naturaleza nos abrazaba y nos engullía un poquito más, la gente de repente decía «estoy escuchando los pájaros, nunca los había escuchado». Hemos valorado el silencio o, en todo caso, el silencio acompañado de esos cantos. Eso es calidad medioambiental y salud para todos, sobre todo a nivel mental. Estaría muy bien que la sociedad luchase por conservarlo, ya que estamos viendo ciudades en las que se cortan las calles para que tengamos más espacio para pasear. Me encantaría que ese tipo de medidas se mantuviesen, pero debemos ser nosotros mismos los que apretemos un poco las tuercas para recuperar esos momentos de placer y de conexión, porque la Administración ahora está por otras cosas, y lo entiendo.

Petrus: «Cuando observas la naturaleza y ves nuestra capacidad destructiva: ese es el gran aprendizaje para ser mucho más humilde»

G. A mí me rejuvenece luchar para que mi hijo viva en un planeta mejor, para que no sufra las situaciones que ya estamos viviendo con el cambio climático. Hay que divulgar, informar y sensibilizar mucho sobre la importancia de tener una biodiversidad completa, plena, bien cuidada, que genere también empleos. Cuando hablamos de conservación parece que es un «no me toques para no romperme». No es así: una biodiversidad sana beneficiará mucho la actividad económica, porque suma y es parte de las soluciones del vaciamiento del medio rural. Soy optimista porque no se trata de llevar a los altares a la biodiversidad, sino de contar lo importante que es tener una naturaleza completa, que va a generar empleos y bienestares varios. Ahora bien, trabajar para mitigar y adaptarnos al cambio climático va a costar más. Significa cambiar modelos y comportamientos individuales con más fuerza, pero no nos queda otra. No tenemos muchas más opciones. Tendremos que condicionar las de- cisiones políticas para cambiar ciertos modelos económicos que están siendo absolutamente perjudiciales.

J. A nivel individual, además, hay un montón de acciones pequeñitas que podemos hacer para cambiar las cosas. ¿Cuántas veces nos habrán dicho eso de que, porque una persona vaya en transporte público en vez de en coche, no tiene efectos sobre el medioambiente? Claro que los tiene. El reciclaje que puedes hacer en casa, no derrochar energía… todo tiene resultados, especialmente cualitativos. Sirves de ejemplo para tus vecinos, tu familia, tus amigos y, una vez más, para los más pequeños, aunque en este caso son ellos los que lo tienen muy claro y te obligan a separar residuos para reciclarlos. En este sentido, los que hacemos comunicación medioambiental nos sentimos muy afortunados: intentamos despertar la conciencia de la gente, además de lo que hagamos a nivel personal.

G. Es un momento clave para los comunicadores y para intensificar la educación ambiental, porque los comportamientos individuales no solo son un ejemplo para los vecinos, sino que te convierten en buen ciudadano. Aun así, a veces no procesamos bien la información y surgen contradicciones. Incluso si hablamos con los miembros de la Fundación Oso Pardo, vemos que salen una detrás de otra: el tipo de casa en la que vivimos, los todoterrenos que usamos porque no tenemos todavía coches eléctricos… Son momentos para una gran difusión de información, para que podamos entender que hay que cambiar de modelo y que debemos tener comportamientos más apropiados y coherentes que mitiguen los efectos del cambio climático.

Palomero: «Somos parte de nuestro entorno y lo que hagamos bien o mal nos va a afectar»

J. Cualquier acción que tomamos tiene consecuencias. Con el medioambiente ocurre lo mismo, aunque muchas veces no están bajo tu control o no eres consciente. En la vida pasa igual: uno siembra para luego recoger. En este caso nos falta todavía mucho por conocer sobre qué le pasa a la naturaleza con nuestra huella ecológica, pero todo está conectado. Cuando observas la naturaleza y te das cuenta de la capacidad destructiva que llegamos a tener… ese es el gran aprendizaje para ser mucho más humilde y entender que no reciclar, derrochar energía y comprarte un coche que consuma más tiene consecuencias de las que debemos ser conscientes.

G. Lo suscribo plenamente. Somos parte de nuestro entorno y lo que hagamos bien o mal nos va a afectar, como lo está haciendo esta pandemia o los efectos asociados al cambio climático. Tenemos que ser conscientes de que no estamos aislados de la naturaleza, sino que somos parte de ella. Comprenderla y tratarla mejor nos va a generar muchos beneficios. Todo lo que hagamos mal va a tener un retorno negativo hacia nosotros.


Jacob Petrus (Manresa, 1976) es geógrafo, especializado en climatología y, desde hace seis años, una de las caras más reconocibles de la televisión pública en España. El programa que presenta, ‘Aquí la Tierra’, acerca la divulgación científica y medioambiental a grandes y pequeños.

Guillermo Palomero (Torrelavega, 1956) impulsó la Fundación Oso Pardo en 1992 con el objetivo de recuperar las poblaciones de este animal en la cordillera Cantábrica y los Pirineos. Treinta años después de acercarse por primera vez a esta especie tan emblemática del norte de España, su compromiso permanece inquebrantable.

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