Derechos Humanos

Cuatro voces para un mundo en igualdad

Como embajadoras de Plan Internacional, Aracely, Nohelia, Baby Ruth y Jessa luchan por conseguir que se cumplan los derechos de todas las niñas para conseguir un mundo más igualitario y a salvo del cambio climático.

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Noemí del Val
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11
octubre
2019

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Noemí del Val

Cada dos segundos, en alguna parte del planeta, una niña es obligada a casarse. Hasta hoy, por lo menos 200 millones de mujeres y niñas han sido sometidas a la mutilación genital femenina. La ONG Plan Internacional estima que 16 millones de niñas de entre 15 y 19 años dan a luz cada año. En el mundo, alrededor de 150 millones de niñas han sufrido violencia sexual y las menores de 16 años son víctimas de casi la mitad de las agresiones sexuales que se cometen. A la reivindicación de que «las niñas puedan ser niñas», en los últimos años se ha incorporado la de garantizar un futuro (sostenible) para esa Tierra que algún día heredarán. Para reconocer la labor de las luchadoras por la igualdad, se celebra cada 11 de octubre el Día Internacional de la Niña y, este año, Naciones Unidas ha decidido dedicárselo a «una generación de niñas sin un guion prestablecido e imparables».

Cuatro jóvenes embajadoras de Plan Internacional, llegadas desde Perú y Filipinas, han compartido con Ethic sus luchas, sus logros y sus esperanzas tras varios años peleando por sus propios derechos y el de todas las niñas del planeta.

Aracely (Carabayllo, Perú): «Es hermoso que, por medio de la mecánica, podamos incentivar a otras chicas a estudiar carreras masculinizadas»

aracely niñas plan internacional

A sus 16 años, Aracely tiene claro lo que espera de 2030: «Me veo como mecánica, dueña de mi propio taller en el que acogeré a otras chicas que quieran dedicarse a la mecánica automotriz, pero también veo un país en el que exista igualdad, equidad y donde todas las mujeres y niñas tengan la capacidad de hablar, de expresar lo que piensen y sientan, y en el que sean escuchadas». La joven activista está rompiendo esquemas en su país, al estudiar –gracias a una beca de Plan Internacional– una formación profesional hasta ahora solo dirigida a varones. «Cuando entré en la carrera y me tenía que cambiar de ropa, le pregunté al profesor dónde lo podía hacer y me respondió, con toda naturalidad, que no había servicio para mujeres. Al principio no solo teníamos problemas para cambiarnos, también para pasear por los pasillos libremente o para desempeñar las tareas de clase, porque nuestros compañeros no nos lo permitían».

«Se nos desprecia constantemente y se nos violenta: los chicos te miran, te silban y te dicen cosas cuando caminas por el pasillo»

Aracely también denuncia el acoso al que ella y sus compañeras se ven sometidas a diario. El problema no solo radica en que la gente las minimice «diciéndonos que no podemos hacer esto o lo otro, que nuestra carrera no es para chicas, que no podemos cargar con un motor o que nos vamos a lastimar, sino en que se nos desprecia constantemente y se nos violenta: los chicos te miran asombrados cuando llevas puesto el mono de trabajo y te silban y te dicen cosas cuando caminas por el pasillo». Por suerte, asegura que, al menos con sus compañeros de clase, las cosas están empezando a cambiar.  «Lo más satisfactorio es saber que el trabajo que haces cambia mentalidades: lo veo cada día con los padres de mis compañeras y compañeros. Tenemos que demostrar que nosotras también podemos hacerlo y recordar que el machismo nos oprime a todos».

Baby Ruth (Samar, Filipinas): «¿Por qué no utilizamos las redes sociales para informar a nuestras comunidades sobre las consecuencias del cambio climático?»

baby ruth niñas plan internacional

Cuando apenas tenía 13 años, el tifón Haiyan desoló la isla que la vio nacer y crecer. Desde entonces, ha hecho de la lucha contra el cambio climático su proyecto de vida. «Ese noviembre de 2013 desperté de mi inocencia infantil: me di cuenta de que nuestro futuro –el mío y el de todos– estaba en peligro por la emergencia climática en la que estamos sumergidos», recuerda con la voz casi quebrada por la emoción. «Después de haber perdido tanto, los jóvenes de mi comunidad nos hemos movilizado para pedirle al gobierno municipal que tome medidas para luchar contra las inclemencias climáticas», explica esta joven de 19 años. «Todos los que participados en el Proyecto de Adaptación al Cambio Climático Centrado en los Niños (4CA) de Plan Internacional estamos intentando influenciar constantemente a las personas que se encargan de tomar decisiones en nuestra comunidad para que lleven a cabo medidas de prevención», asegura.

«Las mujeres somos mucho más vulnerables a los estragos del cambio climático. No podemos separar la lucha climática de la de género»

En 2030, Baby Ruth espera que las mujeres y las niñas estén cien por cien involucradas en la toma de decisiones relacionadas con la emergencia climática. «Mucha gente no es consciente, pero las mujeres somos mucho más vulnerables frente a los estragos del cambio climático y padecemos más duramente sus consecuencias y sus efectos; por eso, no podemos separar la lucha climática de la de género». Su compromiso con su comunidad es tal que se ha encargado de desarrollar propuestas de subvención para financiar canales de drenaje, escuelas infantiles, jardines comunitarios, iniciativas de ladrillos ecológicos y campañas de limpieza.

Nohelia (Paucartambo, Perú): «A través de las redes sociales influenciamos a muchas chicas, pero aún necesitamos llegar a muchos chicos»

nohelia niñas plan internacional

Con 15 años ya sueña con dedicar el resto de su vida a luchar por los derechos de las niñas, por la igualdad y por el reconocimiento de su participación en la vida pública y política. «En la mayoría de las ocasiones a las niñas indígenas, o a las niñas jóvenes y a las mujeres, no nos hacen partícipes de la sociedad», asegura. En 2030, Nohelia se ve como diputada de su país y empresaria de alto nivel, porque quiere demostrar que «aunque cuando se hable de liderazgo la gente vea a un varón como modelo, las mujeres indígenas podemos ser líderes».

A pesar de su corta edad, ha creado un Club de Adolescentes Indígenas en su escuela femenina, que busca alianzas constantes con organizaciones de todo el país y con su contrapunto masculino. «Los derechos de las niñas en las comunidades indígenas han sido vulnerados una y otra vez. La mayoría de las niñas indígenas sufren violaciones o acoso sexual, pero esos datos no aparecen en las estadísticas de mi país ni en las del mundo», explica. Además, asegura que las chicas que viven en la sierra andina abandonan las redes sociales porque «se utilizan como una herramienta más para acosarlas sexualmente». Por eso, Nohelia reconoce que la educación es la única baza que tienen las jóvenes para cambiar la mentalidad de sus comunidades.

«La mayoría de las niñas indígenas sufren violaciones o acoso sexual, pero esos datos no aparecen en las estadísticas de mi país ni en las del mundo»

Nohelia es plenamente consciente de la importante labor que desempeña, y no quiere dejar de hacerlo nunca. «Vivir en un país donde los derechos de las niñas se están vulnerando constantemente, donde hay violencia contra las mujeres y delincuencia, implica que se corte la evolución y el desarrollo de este» y, precisamente por eso, se involucró en el activismo hace ya tres años. Desde entonces, tiene claro que, para acabar con la discriminación, es necesario involucrar a los varones. «Los niños necesitan saber si un comportamiento es machista y cómo romper con los estereotipos que nos han impuesto», afirma.

Jessa (Basey, Filipinas): «Para que las próximas generaciones vivan en un planeta igualitario tenemos que preocuparnos y cuidar nuestro entorno»

jessa niñas plan internacional

Como su compañera, Jessa cuenta cómo, pocos meses después del tifón que asoló su país hace ya seis años, se dio cuenta de que el desastre «se había cobrado la vida de muchas personas y todo porque nadie había sido capaz de prevenir la situación que se nos venía encima». En ese momento comprobó el impacto que todo lo que hacemos tiene sobre nuestro planeta. Entonces decidió ponerse manos a la obra y concienciar a toda su comunidad. Así, empezó a estudiar nuevas maneras de reciclar y darle un nuevo uso a los residuos, en particular el plástico, que ahora utilizan para fabricar ladrillos.

«Parece que solo importa lo que dicen los chicos, que solo sus voces se escuchan. Estamos hartas de esta situación»

Ahora, con 18 años, Jessa preside el grupo municipal Green Environmentalists, un grupo de activistas liderado por jóvenes que promueve la adaptación al cambio climático centrada en la infancia. «Creo que lo más importante es que se escuche a los niños y se nos involucre a la hora de toma decisiones para que se pueda influenciar a las próximas generaciones». Totalmente consciente de cómo impacta el cambio climático en las mujeres más jóvenes, tiene claro lo que ha de cambiar: «En términos de acción política, los Gobiernos tienen muchos prejuicios, parece que solo importa lo que dicen los chicos, que solo sus voces se escuchan. Estamos hartas de esta situación: queremos que se nos incluya, porque como niñas tenemos un punto de vista diferente, preocupaciones diferentes, sufrimos el impacto del cambio climático de una manera diferente, y tenemos derecho a hacernos oír». Por eso, decidió sumarse a la huelga mundial por el clima y seguirá haciéndolo hasta que «los poderosos pongan de su parte». En 2030, Jessa espera que no sean necesarias más manifestaciones de este tipo, que todos estemos concienciados y que la mentalidad de los chicos cambie. «Que sepan que las chicas estamos aquí y también tenemos algo que decir», zanja.

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