Diversidad

Las mujeres en las artes y las ciencias en la búsqueda de la igualdad

La diversidad es lo que hace que la humanidad avance. Ángeles Caso y Clara Grima analizan el rol de las mujeres en la empresa, el arte y las ciencias durante el ‘Diversity Day’ de Telefónica.

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15
marzo
2019

«Educación, educación y educación». Esa es la única manera de construir igualdad en todos los aspectos de la sociedad. Es un mantra que todos conocemos y repetimos, pero ¿lo estamos poniendo en práctica? ¿Estamos educando para abrazar la diversidad y romper con los roles de género? La escritora y periodista Ángeles Caso opina que aún queda mucho camino por recorrer y que es esencial que todos y todas, como sociedad, «deconstruyamos los estereotipos para encontrar otra manera de trabajar y, en definitiva, de vivir».

«¿En qué momento alguien dijo que los niños tienen que estudiar ciencias y las niñas letras? ¿Por qué separamos y compartimentamos las ciencias y las humanidades? Ya en su momento los griegos entendieron algo que parece ahora olvidamos: la filosofía es el amor por el conocimiento, y tenemos que fluir con ese conocimiento. Te pueden gustar las matemáticas y la literatura a la vez, y no pasa nada», reflexiona Caso en medio del Diversity Day de Telefónica, celebrado para visibilizar el rol de las mujeres en la empresa, las artes y las ciencias. Cuando el sistema educativo –ya sea el formal, en la escuela, o el informal, en casa– carece de figuras relevantes con las que te puedas identificar, es fácil que, en ese momento de tu vida en el que se está desarrollando la identidad de género, abandones determinados gustos o ideas: si una niña no encuentra un referente en el mundo de las matemáticas, por ejemplo, es más difícil que quiera dedicarse a ello.

Clara Grima, catedrática de Matemáticas y divulgadora científica, se enfrenta a esta situación cuando imparte charlas científicas en colegios e institutos: «En primero y segundo de primaria, tanto los niños como las niñas participan y hacen preguntas, pero noto que a partir de tercero dejan de involucrarse y ya no levantan la mano. Lo peor es que, cuando llegamos a la ESO, su reacción es agachar la cabeza cuando lanzo preguntas a la audiencia. , Parece un sinsentido, porque hay muchas mujeres científicas, pero en los coles e institutos se visualiza muy bien este problema cultural», afirma. Es precisamente en esos años en los que se construye el género cuando más inspiración y diversidad necesitamos. Y añade: «si vives en un mundo lleno de estereotipos, al final construyes el género de una manera u otra para adaptarte a esa idea de cómo tienes que ser».

Ángeles Caso: «Te pueden gustar las matemáticas y la literatura a la vez, y no pasa nada»

Existe la falsa creencia de que las mujeres están más dotadas para destacar en las humanidades y las artes, mientras los hombres se inclinan por las ciencias exactas. Se presupone que las mujeres son mejores comunicadoras, que llevan la literatura y la creatividad en las venas, que esas ramas son mucho más femeninas. Sin embargo, no siempre ha sido así: durante siglos, todo lo que ahora se presupone femenino fue predominantemente masculino, y viceversa. Virginia Woolf decía que «anónimo fue, a menudo, una mujer» y no estaba desencaminada. Así sucedió durante siglos: Mary Shelley publicó durante años de manera anónima su famoso Frankestein y lo mismo ocurrió con Jane Austen. Las hermanas Brontë, por su parte, utilizaban un pseudónimo masculino, y como ellas otras muchas. Incluso JK Rowling firmó con sus iniciales el primer libro de Harry Potter a mediados de los noventa por recomendación de su editor, ya que un nombre de mujer vendería mucho menos.

«Tenemos la sensación de que la historia es una especie de masa gris, toda igual, en la que las mujeres nunca hemos hecho nada», explica Caso. Sin embargo, la realidad está llena de matices y tonalidades de grises diferentes. Por ejemplo, un punto de inflexión en la medicina fue la creación de las universidades en Europa a finales de la Edad Media. «Antes de que la Iglesia, la entidad patriarcal por antonomasia, fundara las primeras universidades, la medicina era una práctica muy común entre las mujeres: las monjas tenían su estudio como requisito indispensable para unirse a las congregaciones, y mujeres y hombres estudiaban Medicina y la ejercían juntos», puntualiza Caso. «Cuando se crean las universidades, la Iglesia decide que las mujeres se queden fuera y, como ocurriría también con la abogacía, dejan de ejercer: las monjas pasan de médicas a enfermeras y las mujeres laicas se convierten en brujas», añade.

Algo similar a lo que ocurrió con la medicina está ocurriendo ahora con las matemáticas y la informática. Grima explica que las primeras programadoras y las primeras informáticas eran mujeres, «pero parece que es una máxima en la historia que, cuando las profesiones se convierten en relevantes y adquieren prestigio, las mujeres desaparecen de la ecuación». Aunque la correlación no define una consecuencia, existe una muy fuerte entre la llegada de los ordenadores a los hogares y la desaparición de las mujeres del sector informático. «Cuando los PC dejaron de ser una herramienta de trabajo, ¿qué hacían? Se utilizaban como entretenimiento para los niños: los primeros ordenadores para casa tenían juegos de marcianitos que los padres decidieron que eran más apropiados para los niños que para las niñas, y claro, las mujeres no podíamos usar programas para los varones», ironiza la matemática. Sin embargo, ¿quién dicta estas normas? Como sociedad tenemos la labor de educar para que no se repitan los errores del pasado. La solución de Clara Grima para este problema es bastante sencilla: «obligaría a que todos los niños y niñas programasen desde primaria, al igual que todos aprendemos a leer o escribir porque no se considera que es algo solo de chicos o solo de chicas». «Si aprendemos que programar es algo natural, entonces será tan sencillo y básico como leer», añade.

Clara Grima: «Parece una máxima en la historia que, cuando las profesiones adquieren prestigio, las mujeres desaparecen»

«Lo que nos hace fuertes es la diversidad», añade Eduardo Navarro, director de Comunicación, Asuntos Corporativos y Marca y Sostenibilidad de Telefónica, a lo que dicen sus compañeras. Y, por eso, explica que desde el sector empresarial hay que fomentar que la manera de educar cambie. «Es un tema de genética: si intentamos construir una población a partir del macho/hembra, la población desaparece, no se evoluciona. Si todos somos iguales, si todos pensamos y actuamos igual, será imposible dar solución a los problemas a los que nos enfrentaremos en el futuro», sentencia Navarro. Caso, Grima y Navarro coinciden en que no solo es cuestión de sostenibilidad, si no también de supervivencia. «Tenemos que aprender a partir de la diferencia, no somos mejores o peores, somos diferentes y de ahí viene nuestra riqueza», concluyen. En el día a día, necesitamos formas de pensar diferentes y habilidades variadas para enfrentarnos a los retos que se nos ponen delante: si no hay individuos diferentes, no hay evolución.

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