Educación

Romper la brecha digital… con inteligencia artificial

Introducir las nuevas tecnologías en los sistemas educativos de las zonas más vulnerables es imprescindible para que sus jóvenes puedan formar parte de la economía digital y cambiar el futuro de sus países.

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25
marzo
2019

Las nuevas tecnologías prometen mejorar y revolucionar la educación a través de fórmulas y nuevas metodologías que permitan adaptar los contenidos educativos a cada estudiante. Está asumido que las habilidades STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas) son las que definirán las carreras del futuro, pero el entorno marca la diferencia a la hora de estudiar y desarrollarse como persona y como profesional y, para ello, la inteligencia artificial puede acercar métodos de enseñanza personalizados para que cada alumno exprima al máximo sus capacidades. Sin embargo, el potencial que ofrece la tecnología se queda en nada si no está debidamente dotado de infraestructuras de acceso y, sobre todo, si no se acompaña por la formación adecuada.

Según el informe Niños en un mundo digital de Unicef, el 71% del total de jóvenes del planeta utiliza internet en su día a día, a pesar de que cerca de 346 millones de ellos no están conectados a la red. Esto supone que el 29% de las personas de entre 15 y 24 años que vive en las zonas más vulnerables del mundo se ven privadas de una educación digital acorde a los avances tecnológicos de los que ya disponemos: es decir, además de sufrir las brechas históricas de pobreza y exclusión social, se arriesgan a perder el tren de la economía digital.

La tecnología es omnipresente: se puede programar desde cualquier parte, solo es cuestión de tener las capacidades necesarias para hacerlo. Sin embargo, como explica Sofía Fernández de Mesa, directora general de ProFuturo, «el talento a desarrollar en estos entornos es exactamente el mismo que el que existe en economías occidentales, no hay diferencia: los mejores programadores podrían estar en una aldea de Kitui, en Kenia». Además, el 60% de los puestos de trabajo del futuro aún no existen. Lo único que sabemos, con toda seguridad, es que estarán relacionados con la revolución digital. Fernández de Mesa asegura que hay que preparar a la juventud para que tenga acceso a ese nuevo mercado laboral porque «si no, lejos de formar parte de la cadena productiva de esa nueva economía digital, se limitarán a ser consumidores de productos online».

Para que un país crezca, las nuevas generaciones necesitan ser parte de la creación de su PIB digital y no limitarse a ser simples clientes de tráfico online. Si ocurre lo segundo, ese Estado seguirá dependiendo de la innovación exterior, ya sea España o Congo. ProFuturo, el programa educativo de Fundación Telefónica y Fundación La Caixa, intenta reducir esta brecha digital a través de la educación en nuevas tecnologías en zonas vulnerables de Latinoamérica, África y Asia. En 2018, consiguió llevar la formación a más de ocho millones de niños en estas zonas, y para el próximo año pretende superar los diez millones.

El 29% de los jóvenes entre 15 y 24 años que vive en las zonas más vulnerables del mundo carecen de acceso a una educación digital

Si los países en situaciones más vulnerables consiguen que sus niños y niñas se formen a nivel digital, serán capaces de aprovechar las ventajas que la tecnología trae para mejorar sus condiciones de vida. «El desarrollo de un país pasa por la innovación y la inversión, pero la educación es fundamental», asegura Fernández de Mesa. «Sin ella, es imposible, por ejemplo, desarrollar infraestructuras o soluciones sostenibles para el buen uso del agua o de la energía, o conseguir la igualdad entre hombres y mujeres», añade. Sin una educación específica, las nuevas tecnologías podrían acrecentar la brecha entre países ricos y pobres. Con ella, los segundos tendrían la oportunidad de acceder a nuevas fuentes de ingresos que, de manera contraria, no tendrían.

ProFuturo educación digital

Como explica Charles Kenny, investigador principal del Centro para el Desarrollo Global, «la tecnología no se diseñó con la intención de ser una herramienta de desarrollo». Sin embargo, hoy se ha convertido en uno de los principales motores de cambio. En declaraciones a The Guardian, Kenny asegura que los jóvenes son capaces de adaptarse de manera natural a las nuevas tecnologías y que, ahora mismo, tan solo «estamos empezando a darnos cuenta del auténtico potencial de la tecnología y las redes sociales para ser una fuente de innovación, educación y cambio».

Sofía Fernández de Mesa: «La capacidad de transformar la calidad educativa en una escuela pivota sobre el profesor»

Los profesores y maestros son los que verdaderamente pueden darle sentido a la tecnología en el proceso de aprendizaje para aprovechar la oportunidad de provocar verdaderos cambios en el aula, y fuera de ella. «La tecnología es tan solo un medio, no un fin en sí mismo. La educación y la capacidad de transformar la calidad educativa en una escuela pivota sobre el profesor y, por eso, en ProFuturo apostamos por su formación para que, después, ellos puedan enseñar a los más pequeños», expone Fernández de Mesa. Según el informe Inteligencia artificial en educación: retos y oportunidades para el desarrollo sostenible de la Unesco, la inteligencia artificial se puede utilizar para empoderar tanto a profesorado como a alumnado a través del aprendizaje colaborativo y adaptado a cada uno de ellos. Por eso, cuando los programas que desarrollan el ProFuturo aterrizan en una nueva escuela, comienzan con la formación del profesorado. «No solo formamos en nuevas tecnologías, sino también en las nuevas metodologías pedagógicas que se aplican con ellas», asegura Fernández de Mesa. De esta manera, se facilita que el profesor organice sus clases o adapte el currículum de las asignaturas.

La clave del éxito de estos proyectos de educación digital radica en que se consiga involucrar a toda la comunidad en las actividades de la escuela. «Si no contamos con el entorno en la ecuación, no podríamos conseguir que, por ejemplo, las niñas continuasen estudiando más allá de la primaria o que los materiales se queden en el aula y no se roben o vendan», puntualiza la directora de ProFuturo. Sin embargo, han de estar enfocados en la auto-sostenibilidad a largo plazo: una vez formados los profesores y creada una red dentro de la comunidad local, la organización internacional debe ser capaz de abandonar el trabajo de campo para que sean los propios líderes locales y el profesorado los que mantengan los programas educativos, sin interferencias externas más allá de la actualización de software, la puesta en común de contenidos o la donación de equipos. La sensibilización de los padres y madres y el trabajo con los líderes religiosos es fundamental para que estos proyectos funcionen y no se queden en un proyecto de presente… pero no de futuro.

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