Ciudades

Viaje hacia el turismo sostenible: ciudades más verdes y sociales

«Debemos reducir los impactos negativos a nivel social y ambiental de la turistización y construir un modelo económico más equilibrado, que garantice la buena convivencia entre el residente y el turista», escribe Neus Truyol Caimari, concejala de Equo, en esta tribuna para Ethic.

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Neus Truyol Caimari
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08
junio
2018

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Neus Truyol Caimari

Acaba de celebrarse el Día Mundial del Turismo Responsable, un buen momento para reflexionar sobre cómo hemos llegado a esta burbuja, donde parece que todo es susceptible de ser producto turístico. La turistización de la ciudad pone en peligro a la propia urbe expulsando a quien vive en ella, para ser ocupada casi exclusivamente por visitantes. Y es el momento de decidir qué queremos: ¿una ciudad o un paisaje escaparate? La ciudad es para vivirla, no para ser un producto turístico. Tenemos que tomar partido y luchar desde las instituciones, con el tejido empresarial y sindical, y con los movimientos sociales y vecinales, para combatir la burbuja turística, construyendo una economía más sostenible y más democrática.

El turismo de masas no es una actividad sostenible, debemos incidir en ella para reducir sus impactos sociales, económicos y ambientales. Cuando hablamos de turismo no nos referimos a una actividad cualquiera, y menos en ciudades como Palma, Barcelona o Madrid. Debemos tener en cuenta que, en Baleares, es la principal actividad económica. Tenemos un monocultivo turístico que todo lo tiñe y condiciona. En Baleares vive el 2% de la población de España, y recibe el 20% del turismo total. Esto se traduce en unos 15 millones de personas al año.

Como en otras actividades económicas, la cantidad va en detrimento de la calidad. Más turistas no han supuesto mejor calidad de vida para la gente o la clase trabajadora, además de la presión sobre el territorio y el medio ambiente. La insostenibilidad se generaliza: las condiciones laborales se precarizan (como ocurre con el caso de las kellys -camareras de pisos-), los comercios y servicios se enfocan casi exclusivamente al turismo (olvídense de una frutería o droguería en el centro de la ciudad), los beneficios económicos se concentran en pocas manos y la movilidad se complica y contamina más -si cabe-. El turismo de masas no contribuye al bienestar de su entorno, y muchas veces tampoco a la del visitante.

«Baleares alberga al 2% de la población de España, pero concentra el 20% del turismo total»

A esta situación se ha sumado el masivo y feroz alquiler vacacional (legal o ilegal) que ha transformado las ciudades y los pueblos de forma radical. El incremento exponencial de los precios del alquiler residencial, la desaparición de la oferta de viviendas de alquiler para vecinos, los problemas de convivencia entre turistas y residentes o la desaparición de comercios de proximidad son algunos de los problemas asociados. No podemos olvidar que esta es una tendencia global, que en cada localidad se materializa con más o menos voracidad.

¿Qué podemos hacer desde lo local para combatir este proceso y revertirlo? Palma ha sido la primera ciudad española que ha prohibido el alquiler turístico de viviendas plurifamiliares para contribuir y garantizar el acceso a la vivienda y tener barrios y pueblos para quien los vive, y no sólo para quien los visita. El decrecimiento turístico es el futuro del turismo. Aunque parezca contradictorio, o limitamos el turismo y reducimos el número de personas que nos visitan, o no tendremos futuro. Por ello, es imprescindible adjudicar un techo de plazas turísticas e implantar un mecanismo para reducir progresivamente este número en los próximos años. En este caso, menos es más. Ahora es el momento de planificar qué modelo de ciudad queremos, antes de seguir dando más y más licencias.

«Es imprescindible adjudicar un techo de plazas turísticas»

De igual modo, es importante la legislación verde y social. El Impuesto de Turismo Sostenible determina que casi el 90% de lo que se recauda se destine a proyectos ambientales, y se está definiendo una nueva ley que permita regular el llamado ‘todo incluido’. Queremos frenar la estacionalidad e introducir criterios sociales y ambientales como el uso del producto km0. Los coches de alquiler tienen una gran responsabilidad, por lo que se debe regular su impacto desde limitar el número de vehículos hasta incentivar al uso de energías verdes. En cuanto a las condiciones laborales, una posible solución podría ser introducir ratios de personal en función de las estrellas del establecimiento, lo que reduciría la problemática que padecen las kellys. Ampliar y recuperar espacios naturales es también un punto clave: limitar el acceso a playas, parques o montes para  evitar su degradación ambiental y exigir responsabilidad ambiental a toda actividad, también a la turística. Además, es necesario reducir el consumo energético y de agua, invertir en renovables o implantar fórmulas de reducción de generación de residuos o reciclaje.

Debemos redimensionar el tipo de turismo que queremos y desarrollar otras actividades económicas más sostenibles y democráticas. Del turismo masivo no se vive, sino que se malvive. Reduzcamos los impactos negativos a nivel social y ambiental mientras construimos un modelo económico más equilibrado, que garantice la buena convivencia entre el residente y el turista. Queremos un turismo sano y sostenible, una ciudad más querida para todos y todas. Una ciudad de éxito, y no que muera por él. Viajemos al turismo sostenible.

(*) Neus Truyol Caimari es concejala de Ecología, Agricultura y Bienestar Animal del Ayuntamiento de Palma. MÉS per Palma y Equo.

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