Siglo XXI

Jorge Dezcallar: «No podemos exigir al Estado lo mismo que en el siglo XIX»

El diplomático mallorquín Jorge Dezcallar publica ‘El anticuario de Teherán’, donde rescata elevadas cuestiones de política internacional y repasa otros episodios desconocidos (y dramáticos) de su larga trayectoria.

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Silvia Varela
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15
junio
2018

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Silvia Varela

Proveniente de la aristocracia mallorquina, Jorge Dezcallar (Palma de Mallorca, 1945), ha sido embajador en Marruecos, la Santa Sede y Estados Unidos. Dirigió el CNI y toda su vida ha estado, de uno u otro modo, comprometido con veleidades vinculadas a la política. Su último libro, ‘El anticuario de Teherán’ (Península), rescata algunas cuestiones de primer orden (conflictos pesqueros con Marruecos, promesas gubernamentales, historias de reyes, y líderes sociales…) pero también repasa las huellas del dolor vividas en campos de refugiados azotados por hambrunas, desesperación, y guerras. Es la cara no tan conocida de la alta diplomacia.

¿Cuánto de aventurero ha de tener un diplomático?

Aunque creo que lo más importante para ser un buen diplomático es la discreción, en efecto, también se requiere un cierto espíritu aventurero, que nos permita poder llevar la casa a cuestas, sentir curiosidad por otros países, por otras gentes, saber que no comprarás el periódico siempre al mismo quiosquero… algo hay de culo inquieto, sin duda ninguna.

Discreción, algo de nómada y ¿empatía?

La discreción para mí es muy importante pero, del mismo modo, el don de gentes, tener curiosidad y facilidad para la relación personal es vital porque facilita mucho las cosas. Pero nadie se fía de ti, por muy simpático que seas, si no eres discreto y serio en tu relación.

¿Cuánto ha ocultado en estas memorias?

Algunas cosas, unas porque me las prohíbe la ley y otras porque sé que no debo contarlas aunque pudiera. No se trata de hacer daño a nadie.

¿Cuántos momentos dramáticos ha vivido?

Momentos de tensión he vivido muchos. Recuerdo una vez en un campamento de refugiados palestinos, en Jordania, en el que se vivía una situación muy complicada con Israel, donde se había instalado la desesperanza y la ira en la gente joven porque no veía futuro, o cuando he estado en medio de un bombardeo en Beirut, o cuando han ametrallado mi propio coche… hay momentos que sobrecogen. Recuerdo a un padre, en un campo de refugiados en Mauritania, que me puso a su hija de diez u once años delante de mí y me pidió que me la trajera a España: «llévesela señor, porque así comerá». Que un padre estuviera dispuesto a desprenderse de su hija impresiona muchísimo, y yo, por aquel entonces, además, tenía una hija de cinco años. Fue durísimo. En África subsahariana he visto madres de gemelos que sólo tienen leche para uno de ellos y tienen que dejar morir al otro… No nos damos cuenta de la vida realmente privilegiada que tenemos.

«La política debe ser reinventada y acercada de nuevo al ciudadano»»

¿Lo importante de la política sucede en la intimidad?

Entre bambalinas transcurre una parte importante del trabajo. Como decía antes, la discreción es fundamental para llevar a buen término los negocios. Como se diría en la terminología de la España del Siglo de Oro, hay cosas que se manejan mejor fuera de los ecos y los focos de los medios de comunicación, porque si se hacen públicas te marcan terreno, te obligan a no ceder, y a considerar que cualquier concesión es una traición. Hay que hacer las cosas con paciencia, con tranquilidad, con mesura, y para ello la discreción resulta esencial: luego ya lo presentarás a la opinión pública, al parlamento y al gobierno para que valoren si está bien o no. Se trabaja mejor exento de tensiones, o al menos sin más tensiones que las estrictamente necesarias.

¿Cuáles son los asuntos que más suspicacias y tiranteces provocan entre países?

Los asuntos que tienen que ver con la soberanía nacional. A pesar de las superestructuras, como la Unión Europea, en la que creo firmemente como opción de futuro, no solo necesaria sino imprescindible si no queremos ver desaparecer por las cloacas de la historia todo lo conseguido y perder nivel de vida. Sí, los asuntos sensibles de soberanía siguen despertando ampollas.

¿El mundo es más peligroso hoy que antes?

Creo que no. Había muchos más atentados terroristas en la década de los ochenta que ahora, por ejemplo; antes, la gente se moría de plagas, en 1340 la mitad de Florencia murió a causa de la peste… hoy en día no ocurre esto, las enfermedades han sido en buena medida vencidas, así como las epidemias. A día de hoy no hay tantas guerras como antes, ni tantos muertos por terrorismo, aunque la cifra sigue siendo insoportable. Estamos mejor objetivamente, lo cual no quiere decir que no haya problemas muy serios de clima, de proliferación de armamento nuclear, de hambre en el mundo o de desigualdad creciente. Hay problemas que hay que solucionar, pero nunca había habido tanta gente en la clase media como hay ahora.

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La diplomacia, ¿hace extraños compañeros de viaje?

Muchas veces te encuentras incluso casi encamado con gente con la que no tienes absolutamente nada que ver, con gente que te incomoda o de la que no te fías, pero con la que tienes que mantener cierta proximidad en un momento determinado y con la que estás obligado a entenderte. Sí, la diplomacia hace sin duda extraños compañeros de cama, lo que resulta incómodo, pero forma parte de tu trabajo.

«Para solucionar la crisis catalana, hay que pararse a hablar»

La Santa Sede, ¿es tan jugosa en intrigas como presupone el imaginario popular?

El imaginario popular se queda escaso (ríe). Es un mundo fascinante el de la Santa Sede. Que una institución lleve dos mil años de existencia no es casualidad.

Las primaveras árabes, ¿tienen algo en común con el Teherán postrevolucionario?

Las primaveras tienen en común que son levantamientos populares contra sistemas autoritarios o dictatoriales: Siria, Túnez, Libia, Egipto… Lo otro fue mucho antes y, en vez de ser un levantamiento popular, fue un movimiento de raíz manejado y orientado por unos clérigos chiítas. Aunque guardan ciertas semejanzas, son hechos diferentes.

¿Europa remontará esta crisis de la socialdemocracia?

Sí, remontaremos, pero hay que reinventar la política, acercarla de nuevo a los ciudadanos, hacerla más atractiva y explicar que el Estado ya no tiene los medios de control que tenía anteriormente y no puede, en consecuencia, ser capaz de prestar los servicios que daba antes. Estamos en un momento de cambio en el mundo, y estos son muy peligrosos y difíciles porque la gente quiere soluciones inmediatas. El Estado se ha quedado sin instrumentos, no controla las fronteras, no controla la moneda, no controla el flujo de información ni tantas otras cosas y, sin embargo, la gente le sigue pidiendo con la misma exigencia que lo hacía a mediados del siglo XIX. Ahí se produce ese distanciamiento, esa desafección de los ciudadanos que sienten que no se les arreglan los problemas, y es donde surgen los movimientos antisistema o nacionalistas. Hay un desencanto con la política a consecuencia de la crisis del sistema, y los partidos se han convertido, a veces, en una especie de fortalezas que responden a los intereses de los afiliados y que se desentienden de las promesas hechas en las campañas electorales. La política es algo muy serio, muy noble, pero debe ser reinventada y acercada de nuevo al ciudadano para que éste se identifique con ella, algo que en este momento no ocurre y que forma parte de esa crisis especialmente notable en la socialdemocracia.

«Creo en la Unión Europea como opción imprescindible si no queremos ver desaparecer por las cloacas de la historia todo lo conseguido»

¿Los titulares que brindan Kim Jong-un o Donald Trump son un fracaso de la diplomacia?

No le echaría la culpa a la diplomacia. No conozco a Kim Jong-un ni cómo funciona Corea del Norte, pero me da la sensación de que aquello debe ser muy diferente a todo lo que conocemos, pero en el caso de Donald Trump creo que es un hombre que tiene inspiraciones y emociones que improvisa: de repente decide cuatro cosas de las que, al día siguiente, se desdice. Un hombre que cambia continuamente de parecer debe ser una pesadilla para la gente que está a su alrededor y que intenta llevarle una agenda más o menos coherente. No echaría la culpa a los diplomáticos.

¿Por qué Putin tiene tan mala fama, si lo que hace es lo mismo que, en otro orden de cosas, han hechos los presidentes norteamericanos de manera más sutil?

Putin cree que fue un error desmantelar la Unión Soviética y no entiende que ahora esa unión esté integrada por países independientes, y de ahí saca su rendimiento electoral. No es casual que convoque elecciones coincidiendo con el aniversario de la fecha en la que se anexionó formalmente Crimea: no cabe duda de que es un guiño al nacionalismo. Cuando uno comete un atentado con una firma tan clara como el del espía envenenado, a cuatro días de las elecciones, no parece coincidencia. Están dispuestos a asumir las sanciones con tal de volver al esplendor y recuperar la influencia que tenía la antigua Unión Soviética.

«No echaría la culpa a los diplomáticos de la situación entre Estados Unidos y Corea del Norte»

¿Tiene solución la cuestión catalana?

Sí, la tiene mientras haya ganas de hablar. Hay que sentarse a hablar y negociar. No se trata de que venza la vía independentista ni de que se mantenga el orden de cosas que ha habido hasta ahora. Se pueden negociar muchas cuestiones, desde culturales a económicas, y también educativas.

¿A qué ha renunciado Jorge Dezcallar por su trabajo?

No soy consciente de haber renunciado a nada… Bueno sí, a vivir en Mallorca, algo importantísimo. Hay que estar un poco mal de la cabeza para hacerlo.

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