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El trampolín para las startups 'made in Spain'

Los jóvenes emprendedores son idealistas, creativos y disruptivos. Las multinacionales se abren a las ideas de las nuevas generaciones. En muchos casos, les dan el impulso que no reciben del sector público.

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05
octubre
2017

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Joven, talentoso y emprendedor. Deberían ser tres pilares garantes de éxito. En nuestro país, no está tan claro: muchas veces supone una carrera de obstáculos burocráticos. Emprender, hoy, se circunscribe casi en su totalidad a un anglicismo: startups. Dicho en román paladino, son empresas nacientes basadas en ideas novedosas que, en la mayoría de los casos, están posibilitadas por esta era tecnológica, y que hace unos años eran impensables. Disrupción, en definitiva, y adaptación a los nuevos tiempos. La mirada al futuro que tanta falta le hace a España, cuya economía se sigue basando en industrias tradicionales (véase el turismo o la construcción) demasiado vulnerables a los devenires del mundo globalizado.

No andamos mal surtidos de jóvenes visionarios, pragmáticos y expeditivos. Más bien al contrario: según el último dato registrado por la plataforma Startupxplore (que une a nuevos emprendedores e inversores), en 2016 el número de startups aumentó más de un 26% respecto al año anterior, con inversiones récord que se acercaban al millón de euros. Añaden desde esta organización que «hay un incremento claro de la inversión de fondos extranjeros en España, con presencia de los fondos top mundiales en startups nacionales».

Un panorama halagüeño de partida, pero cuyo mérito recae, en gran parte, en el sector privado. En lo que respecta al apoyo e inversión públicos, tal y como declara Diego Soro, CEO de Fundera —una suerte de meta startup que se dedica a poner en contacto proyectos de innovación con financiación pública— es, básicamente, «un cacao». Según Soro, «no es un problema de falta de dinero público para emprendimientos, sino de que está muy atomizado y mal gestionado por un montón de organismos que lanzan convocatorias y ponen reglas diferentes».

El sector privado, aun cuando parte de iniciativas individuales, empieza a ser un balón de oxígeno dentro de este escenario caótico. Bien sea para adquirir nuevos conocimientos más allá de sus propios departamentos de investigación (lo que hoy se llama innovación abierta), bien para apoyar un mayor desarrollo del tejido empresarial y social que, a largo plazo, redunda en mayores beneficios, cada vez hay más multinacionales tradicionalmente asentadas que se arrancan a financiar, mediante creativas iniciativas, a los nuevos emprendedores.

Es el caso de la empresa láctea Pascual, que este año ha celebrado la segunda edición del galardón Pascual Startup. Según sus organizadores, «ha nacido con el compromiso de impulsar la innovación y fomentar el talento de las personas». Se basan en tres sectores: medio ambiente, nutrición y salud, y en los nuevos canales comerciales. Siempre, con el compromiso de la sostenibilidad. Las startups ganadoras reciben por parte de la empresa desde dinero en metálico hasta monitoreo de su gestión de la mano de expertos, pasando por un plan para la obtención de inversión.

Este año, de entre todas las startups presentadas, han seleccionado a Light, una aplicación que fomenta los hábitos sostenibles a través de la gamificación, esto es, los juegos de móviles y tabletas. «La idea surgió al plantearnos cómo conseguir que las personas fueran más conscientes y responsables de su consumo energético», cuenta su fundador, Santiago Jiménez, «y una de las referencias que nos vino a la mente fueron las aplicaciones de salir a correr, que habían conseguido que mucha gente hiciera deporte simplemente por conocer la distancia recorrida, la velocidad media o las calorías quemadas y poder compartirlo en sus redes sociales; se enganchaban al running por el hecho de competir contra sí mismos y contra otros, conseguir puntos, aparecer en un ranking… Esto motiva a la gente y pensamos que podría ser una forma genial de conseguir que las personas realizaran acciones sostenibles si conocían su huella de carbono y podían realizar retos y conseguir recompensas para mejorar su marca». Y, tal cual, adaptaron la competitividad del deporte diario al consumo diario. «Cuando estás en un entorno de juego en el que puedes ganar o perder, tu atención se centra mucho más en aquello que tienes delante, eres más consciente, te enfocas y los resultados suelen ser mejores que si simplemente haces algo por inercia», explica Jiménez. «A través de estas mecánicas, el cuerpo segrega dopamina y esta hormona te hace sentir bien contigo mismo y ser más activo. Transformar nuestro estilo de vida y nuestras ciudades de manera verde y sostenible es un reto que depende de todos, pero también (y especialmente) de uno mismo, de cada uno».

Un genial emprendimiento que ya tiene un buen trampolín, aunque aún faltan muchos más en España: «Vamos por buen camino, pero estamos muy lejos de países como Israel o Estados Unidos, punteros en innovación disruptiva y en los cuales se apuesta decididamente por el talento emprendedor», opina Álvaro Bernad, director de Innovación Disruptiva de Calidad Pascual. Y añade: «Tenemos que olvidarnos de los viejos secretismos y compartir las ideas con otros. Hoy está todo en Internet; ya no tiene sentido guardarse las cosas para uno mismo. Tenemos que colaborar más si queremos recoger inspiración e impacto. Hay que salir a buscar la innovación. El despacho no es un buen lugar para crear cosas nuevas. Una gran empresa, incluso una multinacional de carácter familiar como la nuestra, puede ser innovadora. Pero no puede hacerlo sola. Es muy posible que la próxima gran disrupción del sector ya la haya inventado alguien. Por eso, hay que tener los ojos y los oídos bien abiertos, colaborar con empleados, distribuidores, clientes, consumidores y, por supuesto, emprendedores».

Respecto a la implicación del sector privado en las empresas que nacen y aportan mucho más que lo que dan de sí sus recursos de partida, Bernad opina: «Las grandes compañías están empezando a ser conscientes de esta realidad y estamos pasando de un modelo de innovación cerrada a uno en el que es abierta y colaborativa, y que pone en valor el talento de los más pequeños, las startups».

Esa es la tendencia a la que se suman cada vez más compañías: open innovation, en jerga empresarial. Una de las multinacionales pioneras es la alemana Bayer, con su iniciativa Grants4Apps, con muchos años a sus espaldas. También seleccionan proyectos innovadores, relacionados con salud y prevención, y les dan una financiación de 50.000 euros a fondo perdido, formación y monitoreo, disposición de la infraestructura e instalaciones de la empresa, y apoyo para encontrar vías de financiación. Este año, se han presentado más de 500 candidatos de todo el mundo, 17 de ellos españoles. «No nos podemos cerrar al conocimiento», advierte Roberto Martín, responsable de Innovación de Bayer en España, «tenemos que abrirnos a las propuestas externas para mejorar». Más allá de su propia actividad económica, considera que una gran multinacional debe aportar algo a la sociedad, en tanto que se beneficia de ella. Martín culmina con un aviso a navegantes: «Tenemos talento y emprendimiento a raudales en nuestro país. Pero no el apoyo necesario. El papel del sector privado es fundamental».

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