Cultura

‘Workaholics’: una adicción más allá de la jornada laboral

Más de una décima parte de nuestra población activa es adicta al trabajo, según los psicólogos. Una pandemia cada vez más extendida en el mundo desarrollado.

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27
julio
2017

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En España, la jornada laboral no puede tener más de 40 horas semanales, que suelen repartirse en ocho al día cada semana. Según la Organización Internacional del Trabajo, en nuestro país nos pasamos con creces: casi la décima parte de la población activa supera las 12 horas al día. E identifica el motivo más común: «Como escape a sus problemas personales, y eso acaba repercutiendo en la salud». Por otro lado, investigadores de la Universidad Jaume I han probado científicamente la utilidad de DUWAS, una nueva escala para medir la adicción al trabajo, un trastorno que, aseguran, «afecta en España en torno al 12% de las personas trabajadoras». Tal y como explicó a la agencia SINC de información científica el artífice del estudio, «la adicción al trabajo se entiende como un daño psicosocial caracterizado por dos dimensiones principales: el trabajo excesivo y el trabajo compulsivo».

Sus víctimas son los comúnmente denominamos workaholics (juega con las palabras «trabajador» y «alcohólico»). Para detectar a uno, esto es, uno que tenga una patología psicológica real, no basta con que trabaje horas de más: «Solo se es adicto al trabajo si, además de trabajar excesivamente, lo hace de forma compulsiva para calmar la ansiedad y los sentimientos de culpa que producen en la persona el hecho de no trabajar», dicen desde la Universidad Jaume I.

No es el primer estudio que aborda este problema desde una perspectiva científica. Existen varios a nivel internacional, y por eso varían los datos. En países como Japón, la prevalencia de adictos al trabajo alcanza casi a la cuarta parte de la población activa (el doble que en España). Pero muchos expertos coinciden en que dedicar más de 50 horas semanales a trabajar puede ser un síntoma claro de adicción. Hay otras conductas que acompañan al hecho temporal: trabajar fuera del horario de jornada habitual, fines de semana o vacaciones, la incapacidad para delegar tareas, una implicación laboral desproporcionada con la autovaloración centrada en el trabajo, y un deterioro de la vida cotidiana fruto de una comunicación interpersonal deficiente.

El estudio de la Jaume I advierte de que la condición de workaholic no llega sola, sino que existen ciertos factores de riesgo que pueden conducir a ella: «Presiones económicas, familiares y sociales; el temor a perder el trabajo; la competitividad del mercado laboral; la necesidad de conseguir el éxito deseado; el temor a los jefes prepotentes, exigentes y amenazantes; los elevados niveles de autoeficacia laboral y la carencia de afectos personales que se intentan suplir con el trabajo». Y, lo más grave: es una adicción que puede conducir a otras: «El consumo de sustancias ilegales para trabajar más y aumentar de este modo su rendimiento laboral y superar el cansancio y la necesidad de dormir». Según muchos expertos, la toma de estimulantes para incrementar la resistencia mental y física (y el aumento de horas trabajadas) impelidos por las exigencias laborales, genera muchos cocainómanos que terminan necesitando esta droga para rendir en su día a día.

A la vita de todo esto, queda clara una cosa: en una situación de estrés laboral, antes que pasarse, es mejor apagar el ordenador y respirar hondo. En este caso, un refrán inverso como «dejar para mañana lo que puedas hacer hoy» es la opción más lógica… y saludable.

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