En los últimos decenios, el comer y la comida han estado en el centro de atención de las sociedades occidentales como nunca antes. Los programas de cocina y alimentación, los viajes de turismo gastronómico, la publicidad sobre alimentos o las cuentas en redes sociales centradas en composición de alimentos y pérdida de peso han proliferado hasta hacerse omnipresentes y convertirse en una verdadera plaga.
En un contexto así, resulta lógico que aumenten los trastornos de la conducta alimentaria. Cada vez más personas sufren algún tipo de trastorno relacionado con su alimentación, tanto por exceso como por defecto.
La sobreinformación nutricional puede hacer mucho daño
La permarexia es uno de esos trastornos por exceso de control sobre el proceso alimentario y sus consecuencias sobre el peso corporal. Se aplica a las personas en un estado permanente de preocupación obsesiva por la alimentación y el peso corporal, y afecta su calidad de vida.
Este trastorno vive de la sobreinformación nutricional y de la inundación de datos sobre alimentación, no siempre contrastados, en la que nadamos los ciudadanos occidentales. También se nutre de la cultura de la imagen y la proliferación de estos mensajes en las redes sociales. Visto así, la permarexia es un trastorno con una raíz profunda en la cultura vital del siglo XXI.
La permarexia es un trastorno con una raíz profunda en la cultura vital del siglo XXI
Las personas que padecen permarexia mantienen una preocupación constante por alcanzar un estado físico óptimo, lo que puede llevarlas a desarrollar un enfoque disfuncional de la actividad física y la nutrición, con hábitos alimenticios extremadamente restrictivos y un exceso de ejercicio físico. A veces es difícil de diferenciar de otros trastornos como la vigorexia o la anorexia nerviosa, con los que comparte muchas de sus manifestaciones.
Contar calorías compulsivamente
La permarexia se caracteriza específicamente por la obsesión por realizar dietas para adelgazar y contar calorías de forma compulsiva. La persona que sufre esta alteración puede experimentar una profunda insatisfacción con su imagen corporal y la necesidad constante de mejorar su apariencia física, lo que a menudo se ve exacerbado por las presiones sociales y los cánones de belleza dominantes.
Aunque la permarexia no está recogida en el DSM-5, el compendio internacional donde se catalogan las enfermedades neuropsiquiátricas, por su definición se clasifica como un trastorno de la conducta alimentaria no especifico. Además, se considera la antesala de otras patologías de la conducta alimentaria como la anorexia nerviosa o la bulimia.
Las manifestaciones más características de la permarexia son obsesionarse por la cantidad de calorías que se consumen, analizar las etiquetas nutricionales antes de adquirir cualquier producto y restringir la cantidad y tipo de alimentos que se ingieren. Es cierto que algunos de estos síntomas no son específicos y se pueden presentar de forma aislada en personas sin patología. Sin embargo, es característico que la persona con permarexia presente todas estas manifestaciones de forma obsesiva.
Saltar de una dieta a otra
Otro patrón característico es el cambio del tipo de dieta más de tres veces en un periodo menor a cuatro/seis meses y realizar «dietas milagro» que prometen pérdidas rápidas de peso.
La adherencia a dietas restrictivas puede limitar el consumo de alimentos que aporten nutrientes básicos como proteínas y/o vitaminas necesarias para tener un adecuado estado funcional. Sin embargo, el hecho de que habitualmente las personas con permarexia presenten normopeso (un peso ideal para su salud) suele dificultar o retrasar el diagnóstico.
La etiopatogenia –es decir, cómo los posibles elementos causales se conjugan para generar una alteración funcional o enfermedad– de la permarexia es multifactorial, como en todos los trastornos de la conducta alimentaria. En general, los factores que predisponen a padecerla se pueden agrupar en**:
- Factores psicológicos. Con frecuencia las personas predispuestas presentan autoestima baja, trastornos de ansiedad y obsesión, y tendencia a la depresión. La necesidad de dominio sobre la alimentación puede aparecer como un mecanismo de control frente a emociones o situaciones estresantes.
- Factores biológicos. Algunos estudios sugieren que existen condicionantes genéticos que aumentan la predisposición para desarrollar trastornos alimentarios. Eso explicaría las diferencias individuales en el procesamiento cerebral de los mecanismos de recompensa y de saciedad que determinan el comportamiento alimentario.
- Factores sociales. La difusión de imágenes idealizadas en las redes sociales y la publicidad, junto con la presión para cumplir con estándares de belleza, puede llevar a una constante comparación y autocrítica que genere un estado de ansiedad. Muchos jóvenes sienten que su valor depende de su apariencia y ello determina la obsesión por el control del peso.
Riesgo de desnutrición, problemas cardiovasculares y ansiedad
La permarexia pueden afectar múltiples aspectos del individuo, desde la salud física hasta la mental y las relaciones interpersonales, con importantes consecuencias para su calidad de vida. Como muchos otros trastornos de la conducta alimentaria la obsesión por la alimentación y las dietas restrictivas característicos de la permarexia pueden llevar a desnutrición, alteraciones metabólicas y problemas gastrointestinales y cardiovasculares. La ansiedad, la depresión y el aislamiento social son comunes entre quienes sufren permarexia.
Su abordaje puede resultar muy complicado y debe tener un enfoque multidisciplinar. Eso incluye terapia cognitivo-conductual, que se ha revelado como una de los tratamientos más efectivos. Permite modificar los patrones de percepción disfuncional, promoviendo una relación más saludable con la comida y la imagen corporal.
Asimismo, resulta imprescindible el asesoramiento nutricional. La orientación de un nutricionista especializado puede ayudar a desarrollar un enfoque equilibrado de la alimentación y considerar los alimentos no solo por las calorías que aportan, promoviendo hábitos alimenticios saludables.
Finalmente, contar con una red de soporte con familiares, amigos o grupos de apoyo puede ser determinante para la recuperación con éxito de este complejo trastorno.
Federico Mallo Ferrer es catedrático de Fisiología – Endocrinología en la Universidade de Vigo y Patricia Pérez Castro es facultativo especialista en Endocrinologia. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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