Las 7 clases de españoles según Pío Baroja
Unos años después del llamado «desastre del 98», el escritor Pío Baroja afirmó que existen distintos tipos de españoles, que se ubican en los diferentes estadios del saber.
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Dijo en una ocasión el escritor Pío Baroja que «en España hay siete clases de españoles: los que saben, los que no quieren saber, los que odian el saber, los que sufren por no saber, los que aparentan que saben, los que triunfan sin saber, y los que viven gracias a que los demás no saben». Es una frase que pronunció en el Nuevo Café Levante, allá por el año 1904, en presencia de otros escritores e intelectuales de renombre como Valle-Inclán y Benito Pérez Galdós, quienes aplaudieron su intervención.
Lo primero que podemos decir de esta sentencia es que ha de enmarcarse en el clásico autodesprecio español, fruto inexorable del «desastre del 98», cuando España perdió las que habían sido sus últimas colonias. A partir de 1898, España dejaba de ser una potencia dominante a nivel internacional, como se suponía que había sido hasta entonces.
Este desprecio de la propia identidad nacional y alienación son fenómenos típicos de países que pierden las guerras. Dos ejemplos llamativos son las identidades alemana o japonesa tradicionales, que son vistas por los nativos como poco atractivas, nada cool, por lo que proliferan identidades como pueden ser los rastas, los rockeros, low riders, etc. En este sentido, resulta fascinante el hecho de que el manga moderno, con sus representaciones del japonés como un sujeto claramente occidental de ojos sumamente grandes (nada rasgados), surja a partir de la figura de Astro Boy, personaje aparecido en 1951, poco tiempo después de terminar la guerra. Con el «desastre del 98» ocurrió en España algo similar. Domina particularmente desde entonces entre los españoles un complejo de inferioridad que se manifiesta en sentencias como la de Baroja.
Su planteamiento está asociado, como vemos, al saber. En todos los tipos de español a los que alude domina la ignorancia (signo inequívoco del autodesprecio), una absoluta carencia de sabiduría. Esta ignorancia general que postula el novelista bien podría ser interpretada como una aceptación y asimilación de la imagen que los protestantes tenían, y a menudo tienen, del español como alguien oscurantista, católico y despreciativo del conocimiento. De alguna manera, los españoles habríamos introyectado esa visión caricaturesca propia de los protestantes como nación amiga de la Inquisición y enemiga de la ciencia.
El planteamiento de Baroja está directamente asociado con el saber
El primero de los españoles a los que alude Baroja es «el que sabe», aquel que vive de acuerdo con un ideal ilustrado; tipo humano identificado tradicionalmente con lo extranjero, con los llamados afrancesados. Se trata de un tipo noble, humilde, que anhela, busca y encuentra el conocimiento. En caso de existir (cosa que Baroja niega), sería el español a imitar, aunque se trate de alguien que, lamentablemente, viviría contra las cuerdas, rodeado de ineptos e ignorantes.
El segundo es «el que no quiere saber», aquel que no presta atención a los saberes, que ni siquiera los tiene en cuenta. No es que odie el conocimiento, es que le trae sin cuidado. Quizá sea este el más peligroso y pernicioso de los tipos nacionales, pues, «no hay mayor desprecio que no hacer aprecio».
El tercer tipo es «el que odia el saber», un arquetipo que encaja en lo que más adelante emergería como fascismo franquista y las palabras que supuestamente pronunció Millán Astray en el paraninfo de Salamanca ante Miguel de Unamuno: «¡Muera la inteligencia!». Se trataría del tradicional español vinculado a la Iglesia, muy contrario al conocimiento, que habría de claudicar ante la fe religiosa.
El cuarto tipo de español es «el que sufre por no saber». Este aspira a saber, pero no lo logra, o sufre a causa de su ignorancia. La falta de conocimiento puede acarrear efectos adversos, pues la sabiduría podría ofrecer soluciones a múltiples problemas.
El quinto tipo viene representado por «los que aparentan saber». Probablemente sea esta la especie más despreciada por Baroja, puesto que se trata de sujetos que pretenden ser lo que no son, meros timadores con ínfulas. Suele ocurrir, por otra parte, que los ignorantes (tan abundantes en España) confunden a estos estafadores con verdaderos sabios, lo cual no hace sino incrementar la irritación de aquel que de veras conoce.
El tipo sexto son «los que triunfan sin saber», puesto que no necesitan conocimiento alguno para tener éxito (¿de qué iba a servirles en un pozo de ignorancia como es la España de la que habla Baroja?).
Finalmente, nos encontramos con «los que viven porque los demás no saben», de quienes dice Baroja que a veces «se llaman a sí mismos políticos e intelectuales».
Una vez analizado someramente cada tipo de español, podemos afirmar que todavía permanecen resquicios de aquel país al que hace referencia despectivamente Baroja, aunque también haya mejoras, esperamos, en el campo del conocimiento. Afortunadamente, España no es un país tan oscurantista como lo era hace 120 años, ni tampoco nos miramos a nosotros mismos desde una altivez tan desdeñosa como lo hacía Baroja en su tiempo. Así, podemos afirmar que España es hoy un país más ilustrado, donde el conocimiento hace, al menos de vez en cuando, acto de presencia.
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