Falsas creencias sobre la adopción
A pesar de que la adopción es una manera más de formar una familia, aún circulan a su alrededor numerosos mitos y pensamientos erróneos que llevan a estigmatizarla.
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Según las estadísticas recopiladas por el Observatorio de la Infancia del Ministerio de Asuntos Sociales y Agenda 2030, el número de adopciones, nacionales e internacionales en España ha sufrido un severo retroceso desde la pandemia por COVID-19. La bajada no ha sido tan acusada en el número de adopciones nacionales, pero sí en el de internacionales, en que se ha pasado de las 375 en 2019 a las 153 registradas el pasado año. Sin duda, tienen mucho que ver los cambios legislativos en materia de protección de menores desarrollados en los países de origen, e incluso los avances logrados en las técnicas de reproducción asistida. En cualquier caso, la adopción sigue arrastrando una serie de ideas equívocas o mitos que se mantienen en el imaginario colectivo.
Cada 9 de noviembre se celebra, desde 2014, el Día Mundial de la Adopción. Esta efeméride sirve para concienciar sobre la importancia de este sistema de acogimiento familiar para miles de niños, niñas y adolescentes que carecen de la figura de los progenitores biológicos. En dicha celebración, también, se exponen cada año los numerosos mitos que aún existen alrededor de la adopción, que no se trata más que de otra forma de paternidad en que habita idéntico ánimo de cuidar, atender, educar y querer a los menores que en el caso de la biológica. Y es que este es uno de los mitos más extendidos, el de que no se quiere igual a un hijo biológico que a uno adoptado.
En la adopción, los padres tienen idéntico ánimo de cuidar y educar a los menores que en el caso de la paternidad biológica
Otro de los mitos más difundidos respecto a la adopción es que únicamente optan por ella aquellas parejas que no pueden tener hijos biológicos. De hecho, salvo que los adoptantes informen a su círculo cercano de que su decisión parte de la convicción de ofrecer un entorno familiar a menores y adolescentes que no lo tienen, de inmediato dicho círculo cercano piensa en que alguno de los progenitores no puede concebir. Este mito encuentra ramificaciones en cuestiones que forman parte más bien del desconocimiento, e incluso de los prejuicios. Así, se llega a pensar que las personas solteras no pueden adoptar, cuando la mayoría de legislaciones, a nivel mundial, solo se preocupa de que la persona que adopta pueda proporcionar al niño o niña un hogar y unas condiciones socioeconómicas que le permitan desarrollarse con seguridad y sin incidencias. Por supuesto, los matrimonios homosexuales también pueden adoptar, y está certificado científicamente que la orientación sexual de los padres no tiene ningún impacto en el desarrollo emocional de los menores. Lamentablemente, la homofobia aún no está erradicada de nuestra sociedad, y potencia esta creencia.
Parte de prejuicio existe también en el pensamiento de que la adopción de niños de otras razas es en exceso compleja. Adoptar a un menor de otra raza no conlleva más desafío que el de que los padres adoptivos sepan transmitirle los conocimientos adecuados sobre su origen, inculcándole el debido orgullo por el mismo y la cultura de que proviene. Mientras el menor adoptado cuente con cariño, comprensión y un espacio seguro, no ha de suponer ningún problema y, además, puede convertirse en una herramienta de avance social. En nuestro país, hasta la presente década, el número de adopciones internacionales superaba con creces a las nacionales. Justamente, las diversas conmociones sociopolíticas que atraviesan otros países hacen recapacitar a muchos potenciales adoptantes para poder ofrecer un hogar a niños y niñas que, por circunstancias ajenas, lo han perdido todo.
Muy relacionado con el origen de los menores acogidos en adopción está el mito de que a lo largo de su desarrollo sufren numerosos problemas, principalmente psicológicos. Es evidente que, en muchos casos, estos menores no han vivido situaciones idílicas, que pueden haber nacido en familias desestructuradas, contar con patologías, haber sufrido subalimentación o malos tratos, incluso haber perdido a sus padres de manera traumática. Pero los futuros padres adoptivos cuentan con las herramientas adecuadas para decidir sus preferencias a la hora de serles asignado un menor de edad para su correcta adopción.
La comunicación entre los hijos y sus padres adoptivos es una parte esencial de este modelo familiar
Justamente, la comunicación entre los hijos y sus padres adoptivos es una parte esencial de este modelo familiar alrededor de la que, también, circula otra creencia falsa. Popularmente, se entiende que debe mantenerse el secreto de la adopción con respecto al menor. Pero todos los expertos coinciden en que es positivo abordar el tema en cuanto este tenga la edad adecuada. Ocultar la adopción solo puede generar problemas de confianza en el seno familiar, por lo que es mejor explicar la situación para que el menor la comprenda y asimile como normal. Más aun, no son pocos los casos de adopciones abiertas, en que las madres biológicas mantienen contacto habitual con su propio descendiente y la familia que lo ha adoptado.
Estos y muchos otros pensamientos erróneos alrededor de la adopción están aún socialmente arraigados. Es importante acabar con ellos y comprender que la adopción es una forma natural de ofrecer a muchos niños, niñas y adolescentes el cariño y la seguridad de un entorno familiar.
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