Especial Derechos Humanos

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05
Dic
2018

«Hay que asumir que no hay derechos sin deberes»

Marina Subirats | Socióloga, política y filósofa

No soy muy partidaria de añadir muchos derechos humanos, creo que debiéramos poner el máximo énfasis en que se respeten y cumplan los que ya han sido formulados, y que lamentablemente son conculcados a diario en tantos lugares del mundo. Y me parece sobre todo urgente algo más: apuntar, al lado de los derechos teóricamente conquistados, los deberes que los sustentan. Creo que ya es momento de que nos demos cuenta de que no hay derechos sin reconocimiento de deberes.

Esta es una cuestión interesante, que he explorado alguna vez. Parece que en el momento en que se formularon los derechos humanos durante la Revolución Francesa de 1789, se produjo ya un debate sobre la necesidad de formular a la vez derechos y deberes. En aquel momento, sin embargo, se optó por no hacerlo, aludiendo a una razón que, en el contexto de la época, es perfectamente comprensible: la pesadez de las cargas que caían sobre la población de a pie era tal que la idea de formular más deberes hubiera sido tremendamente impopular. En aquel momento –y probablemente en todo momento- la reivindicación de los derechos se hace por parte de los grupos oprimidos y en contra de los poderosos, que tienen todos los derechos, reconocidos o no. Por tanto, formular los derechos –no olvidemos, «del hombre», en su versión francesa inicial y también en la de 1947- era una manera de liberarse de opresiones durísimas por parte de grupos humanos ya muy sobrecargados de obligaciones.

«Aunque las dominaciones no han desaparecido, la democracia ha creado espacios de igualdad»

Pero estamos ya en otro tiempo, y aunque las dominaciones no han desaparecido, la democracia ha creado ciertos espacios de igualdad, por lo menos formal. La llamada a respetar las reglas debe extenderse a toda la población; los derechos de los demás se convierten, a menudo, en deberes para nosotros y viceversa. Y ya no estamos tan desvalidos que no podamos soportar la noción misma de deber u obligación en el marco de la vida colectiva. Sin embargo, no lo hacemos: a todo gobernante le parece que ello sería demasiado impopular.

Puestos a desear nuevos derechos posibles, formularé uno que me parece urgente: el derecho sexual y reproductivo. Ha sido formulado de distintos modos, y fue especialmente enfatizado  en la IV Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre la Mujer, celebrada en Pekín en 1995. ¿De qué se trata? De que todas las personas tengan derecho a decidir sobre su sexualidad y su reproducción, no pudiendo ser forzadas ni a casarse, ni a mantener relaciones sexuales, ni a tener hijos o no tenerlos al margen de su voluntad. Un derecho que parece una obviedad, y que sin embargo no existe y no es respetado en muchos países –o quizás en ninguno- sobre todo cuando se trata de la voluntad de las mujeres.

En Pekín este derecho fue combatido y negado especialmente por los representantes de dos grandes religiones, el catolicismo y el Islam, de modo que no puedo ser aprobado. Su aprobación sigue pendiente, y creo que es hora de tomarlo en consideración, dado que el derecho a las decisiones sobre el propio cuerpo atañe a uno de los ámbitos más íntimos y personales, más trascendentes incluso respecto de la vida y la felicidad de las personas que podamos imaginar.

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