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Hacia un futuro circular

Pol Fàbrega

«Un 94% de los españoles ya prefiere comprar artículos de segunda mano»

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El modelo circular está en el ADN de Wallapop desde su origen. La empresa nació en Barcelona en 2013 como una aplicación móvil para la compraventa de productos de segunda mano mediante geolocalización. Sus fundadores, Agustín Gómez, Gerard Olivé y Miguel Vicente, buscaron desde el principio una forma de conectar a personas que quisieran dar una segunda vida a objetos que ya no utilizaban. La facilidad de uso, unida a la proximidad entre compradores y vendedores, resultó clave: bastaba con hacer una foto, subir un anuncio desde el móvil y cerrar el trato.

Con los años, la plataforma creció exponencialmente. Según sus propias cifras, en su décimo aniversario ya más de 17 millones de personas usaban la app y, a día de hoy, han dado una segunda vida a más de 640 millones de productos. Su distinguida trayectoria les ha concedido el premio en la categoría de «Mejor Start-up Circular» en la séptima edición de los Premios BASF a la mejor práctica de economía circular. 

Pero para los responsables de Wallapop, esto no es solo un negocio, sino una misión: promover un consumo que no sea descartable sino regenerativo. Pol Fàbrega, Sustainability Lead de la firma, nos cuenta cómo y por qué.

¿Qué ha significado para Wallapop ganar el premio a «Mejor Start-up Circular» en la séptima edición de los Premios BASF a la mejor práctica de economía circular en España? 

Para Wallapop, este premio es un reconocimiento a más de 12 años impulsando un consumo más consciente y accesible. Confirma que la reutilización ya es una opción real y preferente para muchas personas. Además, valida el impacto generado: un ahorro medio anual de más de 1.112 euros por usuario, una contribución al 0,86% del PIB español a través del mercado de segunda mano y la reducción de más de 450.000 toneladas de CO₂ en 2024 gracias a la compra de artículos reutilizados. Pero, sobre todo, reconoce a una comunidad que demuestra que otro modelo de consumo es posible.

Wallapop ha sido reconocida por facilitar la segunda vida de los objetos y por reducir el desperdicio mediante su plataforma. ¿Cómo se articula internamente ese modelo circular?

El modelo circular está integrado en la identidad de la empresa: propósito, producto, cultura interna y forma de trabajar. Para medir el impacto, hemos desarrollado un modelo de impacto propio —en colaboración con Deloitte— que calcula el ahorro ambiental analizando 17 categorías de producto y variables como la tasa de reemplazo o las emisiones derivadas del uso. Con este sistema, en 2024 se evitaron 16,6 mil millones de litros de agua, 19,8 mil toneladas de plástico y 72,2 mil toneladas de metal.

El proceso ha implicado grandes esfuerzos de investigación por la diversidad de categorías y la ausencia de datos homogéneos. Este trabajo ha permitido visibilizar el impacto directo del usuario, incorporando en los perfiles un resumen personalizado de los recursos ahorrados.

¿Cuáles han sido los principales obstáculos que habéis superado como start-up para implantar ese modelo de economía circular? 

Uno de los mayores retos ha sido superar las barreras culturales hacia la segunda mano. Wallapop ha vivido cuatro evoluciones clave: digitalización del sector, transición al móvil, mejora de experiencia hacia modelos similares al e-commerce y consolidación del reutilizado como opción preferente. Esto ha exigido invertir en educación, transparencia y confianza.

En el ámbito operativo, la logística fue otro desafío. Para resolverlo, creamos Wallapop Envíos, un servicio que integra a Correos, SEUR e INPOST, gestiona más de la mitad de las transacciones e incluye pagos seguros y 48 horas de revisión del producto.

Garantizar la confianza también fue esencial. El equipo de Trust & Safety —un 8% de la plantilla— emplea IA para eliminar hasta el 90% de los anuncios potencialmente fraudulentos antes de que se publiquen y resuelve el 85% de los reportes en menos de cuatro horas.

En esta línea, ¿cómo crees que ha evolucionado la percepción social de la compra y venta de artículos de segunda mano? 

El cambio ha sido profundo. Según nuestro estudio La Red del Cambio 2024, el 94% de los españoles se plantea comprar artículos reutilizados antes de adquirir uno nuevo y el 65% ya lo consume de manera regular a lo largo del año. La segunda mano se ha convertido en una opción mainstream que permite equilibrar precio e impacto ambiental.

Aun así, el reto es mejorar la experiencia de compra para que sea accesible para todos y consolidar la idea de que dar una segunda vida es una decisión inteligente, económica y sostenible.

¿De qué manera este reconocimiento os da impulso para escalar esta práctica circular tanto en España como a nivel internacional? 

El premio refuerza la legitimidad de nuestro modelo y demuestra que genera impacto real. Con más de 19 millones de usuarios en el sur de Europa y más de 100 millones de anuncios anuales, Wallapop es ya parte del día a día de quienes optan por la reutilización. Mientras la circularidad global retrocede, del 9,1 % en 2018 al 7,2 % en 2023 según el Circle Economy Foundation, nuestro crecimiento demuestra que otro modelo es posible: uno que reduce el desperdicio, optimiza recursos y conecta personas.

¿Cómo equilibráis crecimiento y sostenibilidad en Wallapop? ¿Creéis que la economía circular es compatible con el modelo de negocio acelerado que muchas plataformas siguen?

Para nosotros no solo es compatible: es la única vía posible. La economía circular impulsa la innovación y la responsabilidad y permite crecer ofreciendo una experiencia accesible y cómoda que fomenta decisiones de consumo más responsables. El objetivo es democratizar un consumo consciente que, además de reducir el impacto ambiental, genera oportunidades económicas reales para las personas.

Desde vuestra perspectiva, ¿qué consejo le darías a otras start-ups que quieren adoptar un modelo de economía circular pero aún no saben por dónde empezar? 

Mi consejo es empezar por lo concreto, identificando una fricción real del usuario y resolviéndola de forma excepcional; en nuestro caso, conectar a personas desconocidas para que pudieran dar una segunda vida a los objetos fue el punto de partida. También es importante recordar que la circularidad solo crece cuando es más sencilla y conveniente que la alternativa, cerrando así la brecha entre la intención de consumir de forma responsable y la acción real. Y, por último, conviene medir el impacto desde el primer día, aunque sea con indicadores simples, para tener una brújula que permita priorizar, tomar mejores decisiones y comunicar con claridad el valor que se está generando.

 

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