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El lado humano del trabajo inteligente

A medida que la IA transforma el mercado laboral, el verdadero reto no es preservar el trabajo, sino preservar la humanidad.

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20
noviembre
2025

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Durante siglos, cada avance tecnológico nos ha obligado a replantearnos qué significa trabajar y, lo que es más importante, qué significa ser humano. Desde el telar hasta el ordenador portátil, la innovación siempre ha provocado tanto progreso como inquietud. Hoy en día, cuando la inteligencia artificial comienza a automatizar no solo tareas, sino también fragmentos de pensamiento, la pregunta resurge con mayor urgencia: ¿qué lugar ocupan las personas en un mundo cada vez más gobernado por algoritmos? Creo que la respuesta no está en resistirse a la tecnología, sino en rehumanizarla.

Tanto en las salas de juntas como en las fábricas, la IA está redefiniendo la productividad. Ahora puede resumir, traducir, diseñar e incluso tomar decisiones más rápido que cualquier persona. Sin embargo, al mismo tiempo que celebramos la eficiencia, corremos el riesgo de disminuir la empatía, la base misma de la colaboración, la creatividad y la confianza.

La paradoja del progreso es que, si bien la tecnología nos conecta más que nunca, también puede aislarnos si perdemos de vista su propósito. El desafío, entonces, no es si la IA reemplazará a las personas, sino si permitimos que reemplace la experiencia humana en el trabajo.

En mis años al frente de las transformaciones del lugar de trabajo digital, he aprendido que el verdadero poder de la tecnología surge cuando desaparece, cuando se vuelve invisible, fluida y empoderadora. El lugar de trabajo del futuro no es solo digital, sino que está conectado.

Si bien la tecnología nos conecta más que nunca, también puede aislarnos si perdemos de vista su propósito

Esta creencia es lo que yo denomino la «experiencia conectada», un enfoque holístico que reimagina el lugar de trabajo como un ecosistema inteligente en el que la tecnología se anticipa a las necesidades, los datos guían la mejora y las personas se sienten más apoyadas y capaces cada día. Cuando el entorno se adapta a ti, y no al revés, el lugar de trabajo se convierte en una plataforma para el potencial humano.

En este modelo, la IA no es una innovación lejana, sino que ya está integrada en la forma en que ofrecemos experiencias hoy en día. Escucha, aprende y habilita. Impulsa los sistemas invisibles que mantienen a las personas productivas, seguras y comprometidas. Y cuando pasa a un segundo plano, las personas pasan a primer plano. Esa es la verdadera revolución.

Durante décadas, el éxito del trabajo se ha medido por los resultados: velocidad, volumen y coste. Sin duda, la IA llevará estas métricas a nuevas cotas. Pero, a medida que los algoritmos optimizan lo medible, es nuestra responsabilidad elevar lo significativo.

Ahora debemos diferenciar nuestra forma de hacer negocios midiendo lo que realmente importa: la calidad de la experiencia, el sentido de pertenencia y el crecimiento de las personas. En mi área, servicios para el puesto de trabajo digital, lo vemos a diario: las organizaciones que se centran en la experiencia obtienen un mayor compromiso, una innovación más rápida y una mayor satisfacción del cliente.

Los lugares de trabajo más avanzados no serán aquellos que implementen más IA, sino los que la implementen de forma más inteligente

Y es que, los lugares de trabajo más avanzados no serán aquellos que implementen más IA, sino aquellos que la implementen de forma más inteligente, para crear organizaciones más equitativas, transparentes y emocionalmente inteligentes. Los líderes que tengan éxito no serán los que mejor entiendan la tecnología, sino los que mejor entiendan a las personas.

A medida que la IA acelera el cambio, uno de nuestros mayores deberes éticos es garantizar que el progreso sea inclusivo. La brecha entre quienes pueden aprovechar la IA y quienes no pueden corre el riesgo de convertirse en la nueva brecha digital.

Por eso, la transformación del lugar de trabajo debe ir de la mano de la educación y el acceso. Veo el futuro del trabajo como una continuidad del empoderamiento, que permite a las personas de todo el mundo trabajar con la tecnología, y no para ella.

Así, los líderes deben diseñar intencionadamente sistemas que sean abiertos, justos y centrados en las personas. En este sentido, la IA no se convierte en un sustituto, sino en un elemento democratizador, ampliando el acceso al conocimiento, la creatividad y la resolución de problemas, que antes estaban limitados a unos pocos.

En un lugar de trabajo basado en la experiencia, el trabajo nunca se reducirá a ganarse la vida. Influirá en cómo expresamos nuestro propósito, construimos nuestra identidad y contribuimos a algo más grande que nosotros mismos. A medida que las máquinas asumen más carga funcional, tenemos una oportunidad única de recuperar y mejorar las dimensiones emocionales y creativas del trabajo, aquellas que realmente nos satisfacen.

Imagina un lugar de trabajo que comprenda el contexto y la intención, que te ayude a centrarte en lo que más importa. Imagina una tecnología que te libere de lo repetitivo y te conecte con lo significativo. Ese es el entorno que busca crear una experiencia conectada. 

La tecnología debe servir como andamio que permita al potencial humano alcanzar mayores cotas, no como estructura que lo limite. El lugar de trabajo siempre ha sido un reflejo de la sociedad. A medida que nuestras herramientas evolucionan, también debe hacerlo nuestro contrato social. El auge de la IA exige un nuevo equilibrio entre autonomía y responsabilidad, eficiencia y empatía, innovación e inclusión.

Las organizaciones que entienden esto pasarán de gestionar a los trabajadores a crear experiencias, diseñando entornos en los que las personas se sientan vistas, apoyadas e inspiradas. No se trata solo de una postura ética, sino también estratégica. En una era de escasez de talento y cambios constantes, las culturas de confianza y conexión seguirán superando a las culturas de control.

A menudo se describe la IA como una fuerza que nos salvará o nos destruirá. En realidad, no hará ninguna de las dos cosas. Simplemente nos revelará. Reflejará las prioridades, los prejuicios y las aspiraciones de los seres humanos que la construyen y de las sociedades que la acogen. Por lo tanto, nuestra tarea no es temer a las máquinas inteligentes, sino ser más inteligentes en cuanto a lo humano.

Si diseñamos el trabajo con empatía, enseñamos con curiosidad y lideramos con humildad, la IA no erosionará nuestra humanidad, sino que la elevará. El futuro del trabajo no consiste en que las máquinas sustituyan a las personas. Se trata de que la tecnología nos dé el espacio para ser más humanos que nunca.


Ivan Dopplé es líder global de Servicios Digitales para el Lugar de Trabajo en Kyndryl

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