Cinco ideas clave de Goethe
La combinación de disciplinas, el interés por la naturaleza como parte intrínseca de su trabajo literario o la inclinación a dejar a un lado el individualismo para formar parte de un todo son algunos de los puntos fundamentales en la obra de Goethe.
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Dicen que Johann Wolfgang von Goethe (Fráncfort, 1749-Weimar, 1832) fue un visionario, uno de los grandes renovadores del pensamiento teórico literario. Haciendo un repaso por su legado no cabe duda de que así fue. Precursor del Romanticismo alemán, impulsó previamente el «Sturm und Drang» («Tempestad e ímpetu»), estableciendo la importancia del sentimiento y la libertad de expresión, que derivaría en el conocido movimiento de principios del siglo XIX. Las penas del joven Werther, su obra más representativa, se incluiría en esta tendencia cultural. Pero la figura de Goethe fue mucho más que un ejemplo de una corriente determinada. Poeta, escritor, dramaturgo o filósofo eran algunas de las ocupaciones de este representante universal de las letras y el pensamiento.
Una de las bases de los trabajos de Goethe radica en que en ellos aunaba ciencia, filosofía y literatura. Ambas constituían pasiones profundas para él y, por este motivo, las vinculaba, aunque siempre centrado en el deseo de comprender la naturaleza. Como buen «romántico», dejaba que la organicidad del mundo impregnara sus textos. «¿Entonces cómo debe ser el método científico? Así como una buena obra de teatro no puede escribirse íntegramente sino apenas en su mitad, dejando el resto al arbitrio del grado de evolución del arte escénico, de la personalidad de los actores, potencia de su voz y peculiaridad de sus gestos, y también al grado de espiritualidad y buena disposición del público, otro tanto sucede naturalmente en un libro que trate de fenómenos naturales. Para disfrutar con su lectura y sacar provecho, deberá el lector tener siempre presente a la Naturaleza, ya en realidad, ya en la imaginación», apunta Goethe en el ensayo El experimento como mediador entre el sujeto y el objeto (1772).
En sus trabajos, Goethe aunaba ciencia, filosofía y literatura
El nombre de Goethe está inevitablemente unido al de Fausto. Haciendo mención a la obra principal de su vida, quizá es la muestra más clara de las inquietudes del autor. Y es que esa mezcolanza de ideas literarias, filosóficas y científicas se refleja fielmente en este trabajo. Pero el trasfondo de este libro, presente también en otras de sus obras, es la crítica a esa búsqueda incesante de la felicidad, de logros y de resultados determinados que conlleva insatisfacción permanente y desgracias. En definitiva, está reflejando la situación de la sociedad contemporánea: un ego desmesurado en busca de un placer individual y absoluto. Aquí entra en juego otro punto esencial que transpira en el trabajo de Goethe: la persona solo puede gozar de plenitud cuando se siente parte de algo más grande. Una «armonía en el Todo», como dice en Poesía y verdad, donde esa totalidad no solo tiene que ser un Dios, sino la corriente misma de la vida.
Según el escritor, la persona solo puede gozar de plenitud cuando se siente parte de algo más grande
Pero si hay algo que cobra fuerza a lo largo de su obra es la importancia de las pasiones y los sentimientos, esa corriente subterránea que lleva a huir del estancamiento. Un pilar fundamental es el del peso de la acción. «¿Es, verdad, la mente la que todo lo hace y crea? Debiera decir: “En el principio era la fuerza’. Pero, no obstante, al escribirlo así algo me advierte que no me quede en ello. ¡Viene en mi ayuda el Espíritu! De repente veo claro y osadamente escribo: “En el principio era la acción”», revela Fausto. Goethe está haciendo referencia a la creatividad, a la necesidad de impulsar la imaginación y lo que «mueva» a las personas. Esa es su acción. Esta idea le aleja completamente del pensamiento anterior, el proveniente de la Ilustración, que solo aceptaba la razón como fuente de conocimiento.
En su vertiente científica, Goethe se oponía a las pautas empírico-analíticas popularizadas en la época y se apoyaba en que la experiencia científica siempre estaba unida a las vivencias de quien llevaba a cabo la investigación. Para él, la ciencia y el arte trabajaban de la misma forma, como algo vivo que se creaba, se transformaba y evolucionaba. Por eso, buena parte de su escritura aparece más como un camino de exploración e indagación que de plasmación de algo cerrado y ya consabido. Para él, lo empírico era la verdadera vía de conocimiento.
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