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«El putinismo es una ideología del odio»

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23
octubre
2024

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Yulia Taran, peterburguesa afincada en Barcelona desde 1998, es la vicepresidenta de la Asociación de Rusos Libres, creada para promover los valores democráticos entre la población rusa en España. La asociación también quiere concienciar a la opinión pública española sobre la represión política en Rusia y contrarrestar la propaganda del Kremlin dirigida a la población rusohablante e hispanohablante. 


¿Cómo surgió la Asociación de Rusos Libres y por qué motivo?

Surgió en 2021 a raíz del encarcelamiento de Alexéi Navalni en Rusia, tras ser envenenado en agosto de 2020. Había mucha gente indignada, ya que tenía muchos seguidores, y cuando le encarcelaron todos esos seguidores salieron a las calles en Rusia. También fue la primera vez en la historia de Rusia que la diáspora se movilizó. Anteriormente también protestábamos, pero eran protestas muy puntuales. Fue en enero de 2021 cuando por primera vez hicimos algo más o menos colectivo, no solo en España, sino también en otros países. A partir de entonces decidimos unirnos y formar una estructura más formal. Nuestro objetivo es luchar contra el putinismo, por una Rusia libre, democrática y pacífica.

¿Qué actividades realizan en la asociación y cómo ha evolucionado desde 2021?

Ha cambiado por completo. Ahora los esfuerzos están enfocados en contribuir a la victoria de Ucrania en la guerra. Consideramos que es una condición imprescindible para la caída del putinismo. Es la vía más segura hacia el cambio de régimen. Sin derrota militar, el régimen podrá agonizar durante muchos años más. También ayudamos a los refugiados ucranianos. Hemos colaborado con diferentes centros de ayuda para recibirlos e hicimos cursos gratis de castellano para ellos. Tenemos psicólogos que ofrecen gratuitamente terapia. También hemos recaudado dinero para comprar generadores eléctricos y estufas de leña. Actualmente ayudamos a las unidades rusas que luchan junto con el ejército ucraniano recaudando fondos para visores nocturnos, drones y medicamentos. También es muy importante el trabajo con nuestros compatriotas para contrarrestar la propaganda porque es muy fuerte. Tenemos dos canales de YouTube, uno en ruso y otro en español, porque especialmente en América Latina la propaganda de Putin, por una serie de razones históricas, es aplastante.

«En América Latina la propaganda de Putin, por una serie de razones históricas, es aplastante»

¿Por qué piensan que una derrota militar de Rusia supondría la caída del putinismo?

Tampoco es seguro al cien por cien, pero de la experiencia de la historia vemos que cada vez que en una autocracia hay una derrota militar se produce un cambio de régimen. Putin, para mantenerse en el poder, necesita una guerra. Necesita demostrar a la población y a los oligarcas que es un líder fuerte, porque toda la organización del estado es una estructura de tipo mafioso, y Putin es el árbitro que gestiona los conflictos de intereses entre los distintos clanes. Mientras estos clanes le vean como una figura fuerte no se atreverán a cambiar nada y seguirán bajo su control. Pero cuando noten una debilidad se rebelarán y se desmoronará todo este sistema que construyó durante 20 años.

¿No puede pasar que caiga un tirano y surja otro?

¿Quién sabe? Rusia tendrá que pasar por una etapa muy dura. No sabemos si será una guerra civil, de clanes o de regiones con la desfragmentación total, pero la época post-Putin será muy dura para Rusia. Esto está clarísimo. La probabilidad de que pasemos del autoritarismo a una democracia occidental es muy baja. Pasaremos por una etapa dura de conflictos más o menos violentos y sangrientos. Seguro que habrá acontecimientos tristes y trágicos para Rusia, pero es inevitable, es el camino que hay que hacer.

«La probabilidad de que pasemos del autoritarismo a una democracia occidental es muy baja»

Existe la percepción de que la mayoría de la inmigración rusa en España es indiferente a la situación política en Rusia o apoya veladamente al putinismo. Lo mismo ocurre con la guerra. ¿Cuál es su opinión?

Hay dos factores. El primero es que históricamente España era un sitio donde residían los oligarcas y la gente que les daba servicios. La mayoría eran este tipo de inmigrantes. En América, por ejemplo, la inmigración era principalmente de gente con más formación y pensamiento crítico. En España no. Es normal que esta gente fuera muy afín al régimen. El segundo factor es que últimamente ha empezado a llegar gente nueva, joven y formada que huye de la situación política y económica. Por eso ahora es posible hacer actividad política en España con los rusos. Antes era imposible. La mayoría seguía la línea oficial y vivía acorde con lo que decían la tele y la prensa rusas. Ahora sí que hay personas opositoras, críticas y descontentas. Lo que pasa es que todas estas personas están bajo amenaza porque las represalias son muy fuertes. Casi todos los que migraron siguen teniendo a sus familias en Rusia y sus propiedades. Algunos tienen negocios y clientes allí, viajan al país por razones diferentes… y ahora la situación es muy dura para cualquiera que abra la boca, tanto dentro como fuera de Rusia. Mediante las leyes sobre terrorismo, extremismo y la de agentes extranjeros pueden confiscar todas tus propiedades solamente por protestar en el extranjero. Pueden encarcelar a nuestros familiares. Hay que tener mucha valentía para manifestarse contra Putin porque el sistema puede dar golpes muy duros.

¿Cómo percibe la relación entre rusos y ucranianos en España?

No hay conflictos serios ni confrontación. Tampoco es que haya mucha amistad e interacción. Tenemos conexiones con la diáspora ucraniana y colaboramos con la Asociación Cultural de Ucrania. Ellos vienen a nuestros eventos y nosotros vamos a los que ellos organizan. De hecho, somos miembros de la misma red, la Red Europea Solidaria con Ucrania, compuesta por socialistas, anarquistas y sindicalistas de distintos países de Europa.

En España una parte de la izquierda política tiene simpatía por la Rusia de Putin. Es llamativo ver una organización pro-ucraniana compuesta por sindicalistas y anarquistas.

Las asociaciones y entidades de izquierda claramente pro-ucranianas y anti-Putin sí que existen, y plantan cara a sus propios colegas políticos. De hecho, organizamos debates en diferentes sindicatos, aquí en Barcelona, y en Girona, para convencerles de que Putin es el agresor y de que Ucrania es la víctima. También de que la lucha contra el putinismo contribuye a la victoria de la justicia, la justicia social incluida, porque la clase trabajadora en Rusia malvive mientras que los oligarcas están robando a la población.

Bastantes ucranianos y parte de la sociedad occidental les acusan a ustedes, a la diáspora y la oposición rusas, de no hacer lo suficiente para acabar con el putinismo. ¿Qué opina de estas acusaciones?

Desde luego que no hacemos lo suficiente. Si hiciéramos lo suficiente, Putin ya no estaría en el poder.

¿No es eso arrogarse demasiada responsabilidad?

A ver, ahora mismo nadie es capaz de acabar con Putin. No queremos exigir ningún heroísmo de la gente y no podemos exigirles que dediquen más tiempo al activismo del que se pueden permitir, porque todas estas personas tienen que sobrevivir. Yo tengo que sobrevivir. Yo perdí mi negocio [de interpretación simultánea] a raíz de esta guerra. La gente hace lo que puede, no somos héroes. Navalni era un héroe, pero ahora no vemos a nadie como él.

¿A día de hoy existe algún tipo de oposición en Rusia?

Dentro de Rusia no hay oposición real. Si te meten en la cárcel 10 años solo por salir a la plaza con una hoja en blanco, o por retuitear un tuit, no puede haber oposición. Ahora las represalias son muy feroces. Hay personas que han sido críticas con el régimen desde siempre, como Yevgeny Roizman o Yulia Galámina, que siguen en Rusia pero no pueden protestar. Siguen siendo opositores pero es un formato muy suave de oposición. Hablan de la reconciliación social, porque la sociedad está muy polarizada y realmente hay mucho riesgo de, si no una guerra civil, sí al menos conflictos civiles. Es lo que se pueden permitir. No podemos hablar de oposición como tal, y nosotros desde el extranjero no podemos crearla.

«Si te meten en la cárcel 10 años solo por salir a la plaza con una hoja en blanco, o por retuitear un tuit, no puede haber oposición»

El contrato social del putinismo era «tú no te metes en política y económicamente te irá bien». Con la guerra ese mensaje se complementó con una represión todavía más dura. Entre esto último y el conformismo la oposición no ha tenido manera de hacerse oír.

En los años 2011 y 2012 hubo muchas protestas en las principales ciudades rusas, y luego en 2017, 2018 y 2021 gracias a Navalni. Podría haber ganado las elecciones si hubiera podido presentarse pero, junto con la represión, la propaganda de Putin es muy retorcida. Es más sofisticada porque no está enfocada solo en un sector o idea. Hay diferentes ideas, totalmente contradictorias y excluyentes, pero que conviven perfectamente en el mismo discurso en función de a quién va dirigido. Si va dirigido a gente con poca formación, es el patriotismo, la xenofobia, el chovinismo, el imperialismo, la homofobia, la misoginia… Si va dirigido a la gente formada, los intelectuales, es aquel discurso de que la verdad no existe, de que nunca sabremos toda la verdad, y por eso es mejor mantenernos fuera de la política porque es una cosa sucia donde nadie tiene razón.

También estos mensajes contradictorios se aplican a países enteros. La propaganda del Kremlin varía mucho en función del país. En ese sentido, ¿piensas que en España los propagandistas tienen una influencia significativa? Me refiero a personas como Inna Afinogenova o Liu Sivaya.

Afortunadamente, en España hay mucha más gente sensata y de sentido común que de corrientes políticas fanáticas. Hay poco fanatismo político. Los dos partidos que se intercalan en el poder, tanto el PP como el PSOE, son bastante centristas y su base electoral es más de sentido común que otra cosa. Por eso yo diría que los mensajes que escuchas de la mayoría de la opinión pública española son correctos, y la gente tiene claro quién es el malo y quién es el bueno. Otra cosa es que es verdad que en la extrema derecha y la extrema izquierda el discurso de Putin está calando porque apela a un pensamiento poco crítico y radicalizado. Por un lado vemos a Afinogenova y Podemos y por otro a Pedro Baños u otros representantes de la extrema derecha apoyando el discurso de Putin.

«[En la propaganda de Putin] hay diferentes ideas, totalmente contradictorias y excluyentes, pero que conviven perfectamente en el mismo discurso en función de a quién va dirigido»

Aquí volvemos a la práctica de la propaganda putinista de lanzar mensajes selectivos y contradictorios. La extrema derecha admira de Putin su defensa de los valores familiares tradicionales, su inacción ante el cambio climático o su postura antiinmigración, mientras que la extrema izquierda ve a Rusia como la heredera geoestratégica de la Unión Soviética.

[Putin] juega con los sentimientos antiimperialistas y antiamericanos, más que nada. Es como si por estar en contra de Estados Unidos y de la OTAN entonces por defecto hay que estar del lado de Rusia, sin ir un poco más allá y pensar que realmente Rusia, ahora, más que cualquier otro país, más que Estados Unidos, personifica la idea imperialista. Ahora Rusia es el imperio y, más que la OTAN, ahora el ejército ruso representa la amenaza militar. Solo hace falta pensar un poco en esto para entender que el régimen de Putin no es ninguna panacea contra el imperialismo y el militarismo, todo lo contrario, realmente personifica ambas cosas.

¿Qué hacen desde la asociación para contrarrestar la propaganda dirigida a las poblaciones hispanohablante y rusohablante?

Tenemos dos enfoques. El primero es conseguir que se prohíban los símbolos del putinismo y las marchas militarizadas en España. El régimen de Putin se apropió de la victoria soviética [en la Segunda Guerra Mundial], y en Madrid y Barcelona centenares de personas desfilan cada 9 de mayo con uniforme militar y con los lemas y símbolos apropiados por el putinismo. Pretenden ser marchas contra la guerra y el nazismo, pero en realidad son marchas fascistas porque glorifican la ocupación de otro país y la guerra en Ucrania. Y esto se permite. Hemos ido a la fiscalía general de España, a diferentes partidos políticos, a los ayuntamientos de Madrid y de Barcelona pidiendo que prohíban estas marchas y la ostentación de cualquier símbolo del putinismo porque son apología de las ideologías del odio. El putinismo es una ideología del odio, de la xenofobia, la homofobia y la misoginia. Estamos insistiendo, pero de momento no hemos tenido éxito. El segundo enfoque es influir en los compatriotas ofreciéndoles algo más atractivo que el discurso putinista. Queremos organizar eventos atractivos e interesantes pero no tanto políticos, sino culturales, educativos, útiles tanto para la diáspora como para los niños. Nuestro sueño es tener espacios propios como Casa Rusia, que atrae mucho a los rusos, pero claro, todo eso está pagado por el Kremlin, dependen de él y, aunque no se pronuncien, subliminalmente promueven su mensaje. Nos gustaría crear un espacio parecido, pero desde la democracia y la tolerancia.

 

 

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