Pensamiento

Breve historia del nacionalismo

Las teorías que privilegian la nación sobre el Estado rara vez han sido progresistas. Hacemos un breve recorrido por las principales fechas y posturas filosóficas que han marcado históricamente al nacionalismo.

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17
julio
2024

Decía Orwell que un nacionalista es «quien piensa únicamente, o principalmente, en términos de prestigio competitivo». De estar en lo cierto, la historia debería mostrar que los chovinistas han capitalizado la idea de que la nación es anterior al Estado. Sin embargo, el curso de los últimos dos siglos muestra una imagen algo diferente: en ocasiones, las ideologías universalistas también se han dejado seducir por este fenómeno político, que Hobsbawm definió como aquel en el que ciertos vínculos de lealtad hacia la comunidad «no solo son superiores a los demás, sino que en cierto sentido los sustituyen».

Para entender por qué conviene repasar su evolución. En líneas generales, el nacionalismo ha atravesado cuatro fases desde el surgimiento del Estado-nación como expresión de la soberanía que la burguesía alcanzó gracias a la Revolución Industrial y a la toma de la Bastilla. Su primera fase fue progresista, en la medida en que la apelación a la nación perseguía apuntalar las instituciones del incipiente liberalismo frente al privilegio feudal. Para derribar reyes, levantar parlamentos.

George Orwell: «Un nacionalista es alguien que piensa únicamente, o principalmente, en términos de prestigio competitivo»

Sin embargo, pronto devino en una ideología fuertemente conservadora, cuando no reaccionaria. Si en las artes la continuación de la Ilustración fue el Romanticismo, los revolucionarios dieron paso, entre otros, a von Bismarck y Guillermo I, que fundaron el Estado alemán moderno sobrerrepresentando a los terratenientes y germanizando a polacos, daneses y franceses. Décadas después, un vienés como Zweig, víctima absoluta del nacionalismo, recordará que «lo trágico de la idea europea» es que no tiene «centro estable» y que el universalismo nada, por tanto, a contracorriente: «Siempre será más fácil reconocer lo propio que entender, con actitud y abnegación, lo del vecino».

La Primera Guerra Mundial permitió al nacionalismo mutar de nuevo. El año 1914 marcó el momento en el que permeó a todas las capas sociales, pues entre nación y clase, los proletarios se alinearon con lo primero. Y la Segunda concluyó con un movimiento opuesto que abrió una cuarta etapa: en pleno furor por la Reconstrucción, fueron las clases altas las que se hicieron internacionalistas.

Hannah Arendt: «El nacionalismo es la perversión del Estado en un instrumento de la nación»

De ahí que una parte de la izquierda, como cierta derecha durante el período de entreguerras y aun antes, asumiera postulados nacionalistas. Lo hizo como reacción y en un contexto en el que se estaban produciendo las descolonizaciones, que indagaban en la contradicción al incorporar componentes socialistas.

Desde entonces, esos postulados se han hecho más transversales que nunca, como anticipaba Arendt en la misma época en la que presentaba el nacionalismo, con sus amigos sionistas observando con atención, como «la perversión del Estado en un instrumento de la nación», consecuencia hobsbawniana que equivale a declarar que no hay ningún vínculo por encima de la decisión libre de la ciudadanía. Una intuición que, por cierto, coincide con lo que nos dijeron que era la Ilustración, pues si Dios ha muerto, es el ser humano quien escribe la historia.

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