Salud
Por qué tomarse la empresa con filosofía
¿Qué diría Sócrates si hubiera asistido a la última reunión de tu empresa? La escritora Fátima Álvarez recorre la historia de la filosofía para buscar respuestas a algunos de los grandes problemas de las empresas como el propósito, la gestión del talento o la salud mental de los trabajadores.
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Más que de empresas felices, ¿por qué no hablamos de empresas cuidadosas y cuidantes?
Todas las empresas se dirigen por valores. Todas. Incluso aquellas que tienen la dirección más autocrática que podamos imaginarnos. Incluso podríamos decir que todas las empresas ponen a las personas en el centro de su actividad. Todas.
¿Cómo puede ser? ¿Qué es esto ahora? ¿Una provocación? Son afirmaciones que tienen sentido.
Cuando hablamos de los valores de una empresa, no nos referimos a cualquier tipo de valores, sino exactamente a los valores morales, los cuales pueden ser tanto positivos como negativos. Hablamos de igualdad, pero también de desigualdad; de tolerancia, pero también de intolerancia; de respeto, pero también de irreverencia… A esos valores negativos los llamamos «antivalores» o «disvalores». Así pues, todas las empresas se dirigen por valores. Todas están entre lo moral y lo inmoral, más hacia un lado o más hacia el otro.
Pero, además, todas las empresas tienen a la persona en el centro. De hecho, históricamente siempre la han tenido. Incluso en la época de la primera Revolución Industrial, cuando la gente trabajaba en unas condiciones abusivas. Nunca se desvió el foco de las personas, tampoco para explotarlas. Por eso poner a la persona en el centro no dice nada. Lo que marca la diferencia es cómo la ponemos.
Todas las empresas se dirigen por valores. Todas están entre lo moral y lo inmoral, más hacia un lado o más hacia el otro
Es evidente que, cuando ahora hablamos de los valores de una empresa, nos referimos a los positivos. Igual que, cuando se dice de poner a la persona en el centro, es porque se la considera valiosa en sentido ético, ese sentido que conjuga tanto la justicia como el cuidado.
El cuidado es un valor moral, del que, como hemos visto, se desprenden acciones como la confianza, la escucha o el acompañamiento. Y, asimismo, también se desprenden palabras, tanto las que nos decimos a nosotros mismos en nuestro diálogo interior como las que nos decimos los unos a los otros. Y esas palabras pueden fortalecer o debilitar nuestras relaciones. Además, cuidar significa pensar; de ahí el pensamiento cuidadoso.
Lo primero es el cuidado de uno mismo, o autocuidado, sobre el que corren regueros de tinta. Hace referencia a la máxima clásica de mens sana in corpore sano («mente sana en cuerpo sano»), es decir, el cuidado tanto de la salud del cuerpo como de la salud de la mente. Ese cuidado de uno mismo incluye pensar; pensar por uno mismo sobre uno mismo, lo que nos decía Sócrates: «Una vida no examinada no merecer ser vivida». ¡Conócete a ti mismo!
Hay que conocerse bien para cuidar bien. De la dimensión personal del cuidado pasamos a la dimensión interpersonal: al cuidado de los otros. Cuidar unos de otros es la base de la solidaridad, del respeto, de la generosidad y de la justicia. Por eso, es extraño que se penalice en su reinserción laboral a las personas tras haber pausado su carrera profesional para cuidar. Hay que vindicar que el cuidado es un tema crítico, y hay que criticar la falta de cuidado. Porque estas personas que han priorizado en un periodo de sus vidas el cuidado a sus hijos, a sus mayores, o incluso a sí mismas en momentos de especial vulnerabilidad, no solo conocen, sino que practican, qué es poner a la persona en el centro. Porque ellas mismas, precisamente por ello, son en especial valiosas para cualquier organización.
¿Cabría hablar de que el empleado también cuide a la empresa al sentirse cuidado? ¿Contemplamos solo un cuidado unilateral? ¿Pensamos en la empresa como algo abstracto, a pesar de que en realidad los empresarios arriesgan su dinero para sacar adelante el proyecto y vamos todos en el mismo barco? Pongamos el caso de una empresa que está pasando por un momento vital complicado, de estancamiento o regresión en la facturación. Diremos que sus empleados tienen una actitud cuidadosa si, por ejemplo, limitan sus gastos de viajes profesionales sin necesidad de que desde arriba venga impuesta una norma de contención. ¿Sería demasiado aspirar a un cuidado recíproco?
El cuidado es un VALOR que pocas veces se explicita como tal, aunque, sin embargo, estamos necesitados de entornos cuidadosos y cuidantes. Las empresas que se preocupan por la salud mental de sus empleados entienden que esa preocupación es una responsabilidad moral. Y, en efecto, así es.
Hay que considerar que, además de atender y entender a las personas, hay que atender y entender a las estructuras. Está bien ofrecer a los empleados, por ejemplo, recursos para gestionar el estrés, pero aún es más necesario revisar las estructuras, es decir, revisar la cultura de la empresa si se ve que es estresante.
Fomentar el equilibrio entre trabajo y vida personal, garantizar condiciones laborales seguras, ofrecer apoyo emocional… Estas y otras acciones que se contemplan para promover un ambiente de trabajo saludable entreveran justicia y cuidado. Estos dos valores están en la raíz, son radicales. Posibilitan tener condiciones laborales cuidadosamente justas y un clima laboral justamente cuidadoso. Son dos valores complementarios.
Este texto es un fragmento de ‘Por qué tomarse la empresa con filosofía’ (Plataforma editorial, 2024), de Fátima Álvarez.
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