Medio Ambiente

Así son las ciudades esponja

Los sistemas de aprovechamiento del agua de lluvia se convierten en infraestructuras indispensables para hacer frente a los estragos del cambio climático.

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07
octubre
2024

Los ecosistemas se constituyen a menudo como una fuente inagotable de aprendizajes y los entornos urbanos también empiezan a obtener provecho de sus enseñanzas. En los últimos años, las soluciones basadas en la naturaleza (SbN) se han popularizado y distintas ciudades han comenzado a aplicarlas. La idea, a priori, es sencilla: utilizar o imitar los procesos naturales para contribuir a la gestión mejorada del agua. Una SbN puede implicar la conservación o rehabilitación de los ecosistemas, así como la mejora o creación de procesos orgánicos en entornos modificados o artificiales para aplicarlos a una escala más grande. Y aquí es donde, entre otras aplicaciones, entrarían las ciudades esponja.

Este concepto se denomina como tal a raíz de un modelo de planificación impulsado por el profesor chino Kongjian Yu. Tras estudiar arquitectura paisajística en la Escuela de Diseño de Harvard, regresó a China para implementar los aprendizajes adquiridos y ayudar a las ciudades a lograr una mayor armonía y equilibrio. En 2015, el presidente Xi Jinping adoptó a las «ciudades esponja» como política nacional, lo cual se ha implementado en más de 200 municipios del país.

Este gran «plan de la porosidad» está basado en la infraestructura de gestión de aguas pluviales, con un enfoque en el control de inundaciones y la mitigación de los impactos del desarrollo urbano en la hidrología. Un enfoque de largo alcance planteado con varios objetivos: aumentar la infiltración, almacenamiento y drenaje del agua y, de forma paralela, mejorar la habitabilidad urbana. Es decir, se trataría de incrementar la presencia de humedales, vías verdes, parques y otras zonas naturales, convirtiéndolas en una gran infraestructura que actúe como esponja, permitiendo absorber y almacenar el agua de lluvia. De este modo, las soluciones de ingeniería convencionales como los refuerzos de hormigón, los desagües o los muros de contención se potenciarían con otros recursos más innovadores y dejarían paso a un modelo híbrido centrado en el aprovechamiento de los recursos naturales y en la generación de ciudades más sostenibles.

Este enfoque apunta a aumentar el almacenamiento y el drenaje del agua y, además, a mejorar la habitabilidad urbana

Y otras poblaciones ya se han sumado al movimiento de la porosidad. En Filadelfia, se desarrolló un proyecto llamado «Ciudad Verde, Aguas Limpias» después de que se implantara la Ley Federal de Agua Limpia en 2011. Hasta ahora, la ciudad ha «reverdecido» en casi nueve millones de metros cuadrados de tierra y ha utilizado una combinación de soluciones, como incluir jardines de lluvia, restauración de humedales e infraestructura verde. Están poniendo todo de su parte para alcanzar su objetivo: que en 2036 la cantidad de agua de lluvia desperdiciada se haya reducido en un 85%. Berlín también ha utilizado el enfoque de la «ciudad esponja» para garantizar que las aguas pluviales contaminadas no entren en un agua para el consumo proveniente de aguas subterráneas.

Y si en lugar de pensar en el subsuelo alzamos la vista hacia arriba, nos encontraremos con otra posibilidad. Los «techos verdes» también forman parte del entramado de aprovechamiento pluvial. Ámsterdam es una de esas ciudades que han incorporado azoteas con plantas seleccionadas para absorber parte del agua de lluvia y aportar oxígeno al ambiente. Pero, además, disponen de una infraestructura que recolecta el líquido, lo almacena y lo distribuye entre las personas que habitan el edificio para regar las plantas y descargar los inodoros.

La apertura hacia el concepto de las «ciudades esponja» está motivando a distintos municipios, también dentro de nuestras fronteras. Viladecans, en la zona del Delta de Llobregat, por ejemplo, ha dispuesto un sistema urbano de drenaje sostenible que permite almacenar hasta 80 millones de litros de agua de lluvia. A través de zonas verdes, suelos permeables, varias capas de grava y arena que filtran el agua y un entramado de tuberías subterráneo, la ciudad ha logrado una gran reserva de agua.

En un mundo donde el cambio climático se está haciendo notar a pasos agigantados, necesitamos ideas novedosas que permitan aumentar el aprovechamiento de los recursos naturales disponibles y reducir al mínimo su desperdicio. Es por eso que las «ciudades esponja» se configuran como una posibilidad sostenible para los entornos urbanos. Naturaleza, eficiencia y modernidad tendrán que caminar juntas para llegar a una meta compartida: conservar este mundo en las mejores condiciones.

 

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