Pensamiento

«Vivimos en una época de fanatismos que a veces usan la brevedad para su conveniencia»

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26
julio
2024

Una mariposa nace, vive y muere en apenas unos días. Pese a lo efímero de su existencia, podemos detenernos a observar su vuelo y fijarnos en los pequeños detalles si sabemos mirar con calma. El asesor de comunicación y consultor político Antoni Gutiérrez-Rubí (Barcelona, 1960) sigue la estela de esta idea en su ensayo ‘Breve elogio de la brevedad’ (Editorial Gedisa), invitándonos a reflexionar sobre ese concepto. El autor insiste en la importancia de saber parar para pensar, defiende la diferencia abismal entre lo corto y lo breve y dibuja un recorrido histórico y filosófico por las caras de la brevedad.


En su ensayo recupera una frase de Carl Honoré: vivir deprisa no es vivir, sino sobrevivir. ¿La génesis del libro surge del ritmo acelerado actual?

A lo largo de mi carrera he visto que se puede hablar mucho y no decir nada, y hablar poco pero transmitir mejor. Vivimos en un mundo de excesos y abundancia de estímulos, tenemos poco tiempo y una oferta ilimitada de todo, así que defiendo la ambición de desacelerarnos para lograr llegar al alma de las ideas. La brevedad es un ejercicio de introspección y a la vez de respeto hacia el otro. Eso solo se puede conseguir si te paras y te concentras en lo importante, me interesa la relación entre brevedad y lentitud. También escribí este libro como homenaje a mi madre, una mujer humilde que usaba el refranero popular como instrumento de educación. Siempre me sorprendía la brevedad y la contundencia de los refranes con los que mi madre encontraba la palabra exacta para explicarme claramente lo que quería.

Afirma que la brevedad es un derecho político y una forma de conectar con la ciudadanía. Y sin embargo la política actual es todo lo contrario.  

Nuestros representantes se sienten sobreexigidos a tener que responder, y a menudo hablan en exceso y de forma incomprensible. En esta época se pide una opinión para todo, una respuesta rápida. El resultado es que los políticos hablan para no decir nada, para insultarse entre ellos o evadir una respuesta, y eso produce desafección. Hay un deterioro del lenguaje político que tiene que ver con el exceso del tono y de las palabras. Los ciudadanos tenemos poco tiempo y exigimos respeto a nuestro tiempo y por lo tanto queremos que nuestros representantes nos hablen con claridad y con brevedad. Los representantes deberían ser claros y breves, sinceros y efectivos.

«La brevedad es un ejercicio de introspección y a la vez de respeto hacia el otro»

Muchas de sus ideas conectan con lo que buscaba Flaubert sobre la palabra justa.

La materia prima de la comunicación política es el lenguaje. Me dedico justo a eso como asesor, a encontrar las palabras adecuadas y oportunas. Pero encontrarlas solo es posible cuando estás contenido, cuando puedes quedarte en silencio, escuchar y empatizar con el otro. La palabra justa se encuentra en la escasez y emerge cuando has dedicado tiempo y esfuerzo. Paul Auster decía que era feliz cuando escribía una página al día después de ocho horas de trabajo; podía estar repitiendo un párrafo 15 o 20 veces hasta encontrar las palabras exactas para su historia. El problema es que hoy en día cuesta detenerse para lograr esto. Como tenemos poco tiempo, pensamos que tenemos que ir rápido, y así es imposible dar con las palabras que necesitamos.

Gran parte de la comunicación actual se dirime en las redes sociales. ¿Diría que han favorecido o dificultado la discusión pública?

Las redes cumplen parcialmente una misión de democratizar el debate público. Me gusta ver que impulsan un debate ciudadano que no solo es protagonizado por unas élites. Pero el problema es que son propiedad de empresas que necesitan maximizar su negocio, que es el de la atención, y para conseguirlo generan algoritmos que acaban siendo prisiones de cristal. Los usuarios terminan narcotizados por esa búsqueda de atención. Crean efectos placebo a su alrededor, cámaras de eco y reverberación, aumentando la polarización. Cuando la reflexión no es lo nuclear y queda en un segundo plano, se pierde parte del valor del debate público inicial.

Menciona el concepto de polarización. ¿Cree que se abusa de este término, y en general de otros, para intentar resumir contextos que deberían tratarse de forma más extensa? Quizá lo breve no funciona bien siempre. 

Es probable, nuestro debate público es un debate de etiquetas muy estigmatizado y prejuicioso. Todo queda marcado rápidamente, taggeado, impidiendo y limitando una discusión más profunda y amplia. La polarización es una expresión que se usa para enmascarar diversos debates, como la crispación y la radicalización. Los dos grandes motores del conocimiento y elementos de progreso, que son la duda y la pregunta, están siendo sustituidos por la creencia. En lugar de preguntar y dudar, afirmo y tengo fe. Vivimos en una época de fanatismos que a veces usan la brevedad para su conveniencia y su reafirmación.

«Discutir con alguien que opina diferente nos exige esfuerzo y argumentos, así que es más cómodo huir y verlo como un peligro»

Esto tiene que ver con primar las emociones por encima de lo racional. ¿La polarización ha dificultado el debate de posiciones contrarias? 

Claro, la discrepancia da miedo. Discutir con alguien que opina diferente nos exige esfuerzo y argumentos, así que es más cómodo huir y verlo como un peligro más que como una oportunidad. Cambiar de opinión tiene un coste psicológico extraordinario. Acabamos pensando lo que sentimos, nuestro sistema cognitivo está fuertemente vinculado al capital emocional. Esto provoca que perdamos referencia de conceptos, de palabras e ideas y nos movamos en emociones y percepciones. De esto se aprovechan las empresas y se ve en las redes sociales, se crea una dependencia al usuario para tenerlo prisionero de sí mismo. Al final el resultado es que vivimos en casas de espejos, no en casas con ventanas que nos permitan mirar al exterior. Nos incomoda que alguien ponga en duda nuestras certezas.

Como asesor político con amplia experiencia, ¿qué diría que falta para que las opciones de izquierda y derecha lleguen a mayores consensos?

No soy un consultor de trinchera, trabajo con todo el espectro político. Intento comprender, escuchar y ayudar. Siempre veo al adversario como una oportunidad, no como un enemigo al que eliminar. Si quieres ganarte a alguien, no hay que romperle la pierna para que deje de jugar, sino superarlo con un juego más virtuoso. Creo que hoy en día falta ese respeto por el contrario, por estudiarle y analizarle sin caer en lo emocional. En las profundas discrepancias hay una enseñanza profunda, y también es un ejercicio de humildad.

¿Considera que la precariedad actual, especialmente de los más jóvenes, está orientando el voto a opciones más conservadoras?

Este tema me interesa mucho, estoy investigando ahora sobre el asunto y veo que la variable género y generación explica mejor el voto de los menores de 30 años que su territorio o la condición socioeconómica que tengan. Las dos grandes variables hasta ahora, que eran el lugar donde vivías y la clase a la que pertenecías, ya no determinan tanto el voto. Es evidente que los jóvenes viven peor que sus padres, y esta es la primera ruptura del contrato social. Los padres siempre podían confiar en que sus hijos iban a vivir mejor que ellos, pero esto ya no sucede. Y se observa en la calidad de vida, en el precio de la vivienda, en el acceso al trabajo de calidad, en la autonomía personal, en las posibilidades financieras.

«Es una gran paradoja que vivamos más conectados que nunca y nos sintamos más solos»

¿Diría que cultivar la brevedad es más fácil con el paso de los años? 

Creo que tiene más que ver con la vanidad que con la edad. La vanidad no es solo atribuible a un determinado momento de la vida, es algo que busca y necesita exceso continuo. Hablas de más, gesticulas más, exageras de más, dramatizas de más. Cultivar la brevedad es lo contrario a la necesidad imperiosa por la atención a través de la abundancia. Y eso con el tiempo suele cambiar, personalmente cada vez la veo con más distancia y con mayor reserva. Hablar menos es hablar mejor.

Cita a Italo Calvino y sus propuestas para el nuevo milenio, como la levedad o la exactitud. ¿En época veloz, las relaciones también se ven afectadas?

Lo fundamental, que es amar y ser amado, sigue siendo el centro de toda relación. Y a veces esta sociedad ruidosa y abundante, se convierte en un lugar en el que uno se pierde fácilmente. Vivimos rodeados de un ruido ensordecedor y una tensión constante, y eso dificulta encontrar lo esencial. Es una gran paradoja que vivamos más conectados que nunca, y a la vez más solos. La soledad es un sentimiento creciente en nuestras sociedades interconectadas.

¿Qué opina de la inteligencia artificial como herramienta para conectar con la brevedad y ganar tiempo de vida gracias a la tecnología? 

Creo que está la moneda en el aire respecto a cuál va a ser el desafío y el resultado. Creo que la inteligencia artificial será útil a la hora de sintetizar, pero no tengo tan claro que sea capaz de aportarnos la esencia de las palabras. Me preocupa la homogeneización cultural e intelectual, que sea una herramienta que provoque la incapacidad para descubrir matices. Hay que tener en cuenta que aspira a condensar todo el conocimiento posible y hacerlo fácil y breve, pero puede ser un peligro para la pluralidad. A veces se necesita tiempo para ver las consecuencias de algo, no podemos llegar a una conclusión tan pronto.

¿Qué consejos daría para aplicar todo lo mencionado en el libro?

Aconsejaría reescribir, porque solo así nos expresamos y entendemos mejor. Solo la reescritura te acerca a la brevedad, porque empiezas a darte cuenta que siempre te puedes expresar mejor con menos. Recortar y resumir es una tarea laboriosa pero agradecida, porque es un ejercicio que se acerca a la labor del escultor cuando tiene que esculpir la figura dentro del bloque de mármol. Es una metáfora bonita, porque sabes que hay algo ahí dentro, pero tienes que esforzarte para presentarla de la mejor forma posible.

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