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Inteligencias para un futuro más humano y participativo

La llegada de la inteligencia artificial nos invita a reflexionar sobre el concepto mismo de inteligencia desde una perspectiva humana y colectiva y nos plantea retos fundamentales sobre nuestro futuro. ¿Cómo podemos asegurar que el desarrollo tecnológico se alinee con nuestras aspiraciones y necesidades como sociedad?

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El concepto de inteligencia siempre ha estado asociado a la capacidad humana para entender y resolver problemas y a las habilidades adquiridas a través de la experiencia. La llegada de la inteligencia artificial no solo está transformando muchos sectores profesionales, sino que además, está transformando el concepto que teníamos hasta hoy de inteligencia. 

Yolanda Román, licenciada en Derecho y especialista en Políticas Públicas, recoge en un artículo algunas de las cuestiones clave sobre la inteligencia artificial que se han trabajado en el Laboratorio de Ideas Temas de Nuestro Tiempo, puesto en marcha por la Fundación Ortega-Marañón y la Fundación Banco Sabadell. Para Román, «el desarrollo de la inteligencia artificial y el machine learning han provocado una disrupción que va más allá de lo tecnológico y abierto, un debate lleno de incógnitas del que tenemos que apropiarnos los humanos». 

A menudo, nos cuesta asimilar muchos de estos avances. La clave está en entender qué funciones o tareas pueden delegarse en la tecnología y, sobre todo, definir para qué, cómo y en qué medida deberíamos delegarlas. Aquí, la inteligencia humana y la inteligencia colectiva tienen un papel fundamental. En palabras de Román, «debemos asegurar que esa inteligencia se adapta a nuestra proyección del mundo y la inteligencia que necesita para resolver sus problemas. Dominar la tecnología es dominar la conversación sobre la tecnología. Cuestionarla, exigirle, pedirle más, ponerle límites y plantearle retos». 

Román: «El desarrollo de la inteligencia artificial y el machine learning han provocado un debate lleno de incógnitas del que tenemos que apropiarnos los humanos»

Por su parte, Pilar Llácer, doctora en Filosofía y especialista en Transformación Digital, Sostenibilidad y Liderazgo Ético, también plantea algunas cuestiones relevantes sobre la inteligencia humana: «¿Cuál es el verdadero debate de todos los temas relacionados con la inteligencia artificial?, ¿parar la tecnología?, ¿prohibirla o supervisarla? La discusión tiene como siempre unas raíces más profundas, pues se trata de descubrir los verdaderos rasgos de la inteligencia humana, aquello que nos hace únicos como especie». Por eso, la aparición de la inteligencia artificial nos invita a reflexionar también sobre nuestra propia inteligencia y sobre los sentimientos o capacidades humanas, como la creatividad, el pensamiento crítico o la imaginación. 

La inteligencia que nos salva

Los miedos que hoy genera la inteligencia artificial no son nuevos: el temor a que la tecnología sustituya el trabajo humano se ha repetido con cada gran avance tecnológico. Casi siempre, este miedo viene del desconocimiento inicial, pero al final, las capacidades humanas siempre se acaban mostrando imprescindibles. Sin embargo, la inteligencia individual, esa que nos hace únicos como seres humanos, también tiene sus límites y sus sesgos. Frente a las dictaduras y los sistemas autoritarios que confían todo en el poder de una o muy pocas personas, las democracias demuestran el poder de la inteligencia colectiva.

Necesitamos a la inteligencia colectiva para definir un marco normativo que guíe el desarrollo y el uso de la inteligencia artificial

María Caso, licenciada en Derecho y Ciencias Políticas y de la Administración Pública y concejala del Ayuntamiento de Madrid, explica que en este laboratorio de ideas se preguntaron «para qué colaborar, para qué tejer inteligencias colectivas en mundos cada vez más virtuales y autodestructivos». La respuesta fue clara: para salvarnos. La inteligencia colectiva nos ayuda a alcanzar resultados que, de otra forma, no podríamos obtener. Así, la inteligencia colectiva define la base en la que se sustenta la democracia, la participación social y las políticas públicas. 

Inteligencias en diálogo

La interacción de la inteligencia humana, colectiva y artificial tiene que ayudarnos a definir cómo actuar ante los retos del presente y a decidir el futuro que queremos. ¿Cómo podemos utilizar las inteligencias para trazar el camino que queremos seguir? Desde el laboratorio Temas de nuestro tiempo, se han identificado ocho asuntos clave: la democracia, las narrativas, la educación, la globalización, las vanguardias, la igualdad, la sostenibilidad y el pensamiento. A través de una serie de diálogos, profesionales de diversos ámbitos han reflexionado sobre cómo las inteligencias pueden ayudarnos a definir un futuro más justo.

Entre algunas de las conclusiones alcanzadas, se insiste en la importancia de la inteligencia colectiva como motor de la democracia, capaz de crear mecanismos –como la descentralización, la separación de poderes o la rendición de cuentas– que limiten el impacto negativo de los errores y carencias individuales. Por ello, necesitamos a la inteligencia colectiva para definir un marco normativo que guíe el desarrollo y el uso de la inteligencia artificial y que, de este modo, no represente ninguna amenaza a los derechos humanos, sino una herramienta para afrontar los retos del presente y futuro.

Por otro lado, a pesar de que internet y las nuevas tecnologías han democratizado el acceso a la información y generado una pluralidad de voces, también se ha detectado una mayor homogeneización de las narrativas. La rapidez con la que se generan y difunden algunos mensajes o la creciente especialización profesional son algunas de las causas que limitan nuestra capacidad de análisis. Por tanto, necesitamos cuestionar las narrativas hegemónicas y promover una educación que nos ayude a entender otras perspectivas y que promueva valores compartidos y actitudes más participativas, como la escucha activa.

También la creatividad y la generación de espacios de trabajo más inclusivos y colaborativos pueden contribuir al crecimiento profesional y personal y, al mismo tiempo, al bienestar colectivo. En este sentido, una de las conclusiones más relevantes es la necesidad de combatir el pesimismo generalizado, que alimenta el individualismo y perpetúa las estructuras de poder y las desigualdades, por acciones que inspiren esperanza, resiliencia y solidaridad.

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