Cultura

Taxi Driver y la alienación del individuo

‘Taxi driver’ (1976), de Martin Scorsese, no solo es un clásico indiscutible del cine estadounidense, sino que además se presenta como una obra sobre la soledad y la alienación del individuo en la gran ciudad, una urbe deshumanizada e hipercínica.

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29
febrero
2024

Taxi driver (1976), una película de Martin Scorsese con guion de Paul Schrader, protagonizada por Robert De Niro y con la colaboración de actores como Jodie Foster, Cybill Shepherd o Harvey Keitel, es un clásico indiscutible del cine. Cuenta, además, con un extraordinario director de fotografía, Michael Chapman, quien también trabajó en películas como Toro salvaje, El fugitivo Jóvenes ocultos. Se trata de una obra cinematográfica del nuevo cine estadounidense de los años 70, ese tan bien descrito por Peter Biskind en su también clásico libro Moteros tranquilos, toros salvajes. El gran éxito de nuevos directores hollywoodienses como Scorsese, Spielberg, Lucas, Peckinpah, Schrader y muchos otros, nos explica Biskind, se debió a los efectos de una crisis en el modo tradicional de hacer cine en Estados Unidos. Básicamente, se trataría de la misma crisis que afectaría a la sociedad de la época en general. Y, como es bien sabido, los periodos de crisis cultural son favorables a la aparición de grandes talentos y personajes relevantes. El nuevo cine fue la respuesta a las dificultades que estaban atravesando los estudios y su paradigma tradicional de hacer películas.

La película Taxi Driver es, dirían algunos, un ejemplo de film noir, cine negro contemporáneo. Este estilo cinematográfico es reconocible por la propia temática de la película y sus diversos rasgos estéticos, con claras referencias a películas previas del género. En ella, todos los personajes (o casi todos) parecen movidos por intereses oscuros, siendo la corrupción un rasgo que parece caracterizar la historia en casi toda su extensión. Es precisamente dicha corrupción generalizada (propia de un Nueva York previo a la gentrificación) la que sirve de acicate al antihéroe del film para redimir a una prostituta menor de edad (Jodie Foster) de su cautiverio a manos de un proxeneta sin escrúpulos, todo ello por medio de la violencia extrema.

La figura del antihéroe es fundamental para el «nuevo cine estadounidense» de los años 70

La figura del antihéroe, hemos de decir, es fundamental en el cine de esa época. Hablamos de un héroe con defectos, realista, no precisamente apuesto y apolíneo en su ser moral y físico. La preponderancia de dicha figura en el cine de la época fue lo que permitió que actores como De Niro, Al Pacino, Dustin Hoffman o Sylvester Stallone se convirtieran en estrellas prominentes de cine, algo casi imposible en caso de que hubiesen iniciado sus carreras en tiempos previos a la primera mitad de los años 60. No se ajustaban, precisamente, al ideal del protagonista tradicional. El cine de esos años era mucho menos idealizante de lo que fue el medio en años anteriores: los buenos no siempre ganaban y los personajes estaban siempre atravesados por deseos y pulsiones moralmente cuestionables.

Taxi driver es una obra sobre la soledad y alienación del individuo en la gran ciudad, una urbe deshumanizada e hipercínica. Esta soledad es simbolizada, según las propias palabras de Paul Schrader, el creador del relato, por el taxi como unidad aislada y aislante que separa el mundo interior del exterior. De todos es sabido que el coche en Estados Unidos es un símbolo de libertad, pero también de individualismo. Este, naturalmente, puede ser elegido o no. Da la impresión de que Travis Bickle no ha elegido ser un individuo al margen del resto, sino que se ha visto forzado por su forma de ser junto con otras circunstancias desfavorables. Una cosa es segura: el taxista de la película carece de aptitudes sociales, lo cual queda claro cuando lleva al personaje interpretado por Cybill Shepherd a ver una película pornográfica en su primera cita (proyectada en un cine de los tiempos previos a la cintas de VHS e internet).

El final de la película es de una crudeza sin par. A través de una matanza, Travis Bickle logra liberar a la joven prostituta y redimirse a sí mismo, pues es por un acto como ese que el protagonista halla un sentido a su vida y logra ser reconocido por la comunidad como un héroe. En un país como Estados Unidos, en el que el Estado a menudo anima a sus ciudadanos a tomarse la justicia por su cuenta, la violencia de Bickle no será pagada con cárcel sino con la admiración de todos.

Curiosamente, el guion de Paul Schrader está inspirado en un atentado contra la vida del gobernador de Alabama George Wallace a manos de Arthur Bremer, quien descerrajó contra él varios disparos, dejándolo paralítico. Lo más llamativo es que la propia película sirvió luego de inspiración a John Hinckley Jr. para tratar de asesinar al presidente Reagan en Washington D.C, en 1981. Hinckley, otro perturbado carente de éxito social, estaba obsesionado con Jodie Foster, la actriz que interpretaba a la prostituta menor de edad. La acosaba en su campus de Yale, donde estudiaba y, finalmente, viéndose rechazado por ella, decidió matar al presidente Reagan para llamar su atención. Aunque Reagan sobrevivió al atentado, lo hizo por los pelos. Hinckley fue condenado a pasar casi el resto de sus días en un sanatorio mental, de donde salió en 2016, al no ser ya considerado una amenaza para la sociedad.

 

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