Siglo XXI

¿Somos capaces de reflexionar sobre ello? (V)

Quinto y último artículo de la serie ‘¿Somos capaces de reflexionar sobre ello?’ donde Joan M. Batista cuestiona el uso constante y desenfrenado del móvil para tratar de fomentar la adquisición de autoconocimiento en su uso.

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10
noviembre
2023

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Desde tiempos inmemoriales, nuestras vidas han estado entrelazadas con herramientas de todo tipo: desde las primitivas de piedra en el Paleolítico o las diseñadas para la caza en el Mesolítico, hasta los desarrollados instrumentos agrícolas del Neolítico. Estas herramientas, junto con el lenguaje, el pensamiento lógico y abstracto, etc., han caracterizado a nuestra especie.
Benjamin Franklin nos consideraba «animales fabricantes de herramientas», mientras que el filósofo e historiador Thomas Carlyle, más bien, nos veía como «criaturas que utilizan herramientas». Este último añadía con humor que, en realidad, sin herramientas, no somos nada más que seres indefensos.

En artículos previos, exploramos cómo una herramienta muy particular, el teléfono móvil, ha impactado en nuestras vidas y relaciones. Hemos analizado las consecuencias de su uso problemático desde diversas perspectivas: la sociológica, la psicológica y la neurológica. En este artículo, queremos explorar su influencia en nuestra capacidad de atención desde los prismas de la ficción y la historia.

El sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman, que en 2000 acuñó el concepto de «modernidad líquida» como metáfora del cambio en nuestras relaciones, identidades y en la economía global, en el 2007 (año en que aparece el primer iPhone) publicó Liquid Times, recordando la figura ominosa del Gran Hermano de George Orwell. Y nos sorprendió mostrándonos que esa figura mítica que a todos vigilaba y controlaba, no era tan ficticia como pensábamos. En sus propias palabras: ¿quién podría haber imaginado que seríamos nosotros, los ciudadanos, quienes daríamos la bienvenida al Gran Hermano en nuestros hogares, llevando en nuestros bolsillos y bolsos, teléfonos inteligentes, renunciando así a nuestra privacidad? El dilema radica en que los móviles han cambiado nuestra perspectiva de la privacidad, hasta tal grado, que a menudo cuestionamos la vigencia del ámbito privado.

Las plataformas digitales utilizan diseños intencionalmente adictivos, aprovechando nuestras vulnerabilidades ancestrales

Hoy en día, estrategias toscas como la de Big brother is watching you no funcionarían para adoctrinar a los ciudadanos según la ideología del régimen. En su lugar, las plataformas digitales utilizan diseños intencionalmente adictivos. Explotan primero los circuitos de recompensa de nuestro cerebro mediante refuerzos variables –fruto de notificaciones, likes, mensajes personalizados, anticipación de novedad (scrolling infinito), etc.–, para luego, aprovecharse de vulnerabilidades ancestrales, tanto respecto a nuestra necesidad de información, como a la de relación.

En efecto, nuestro cerebro ha evolucionado durante miles de años al ritmo natural de la evolución, y se ha adaptado asimilando información del entorno e interaccionando con otros seres (nos preguntamos: ¿qué le habrá ocurrido con el frenético ritmo digital de los últimos 60 años?). Esto significa que en nuestros genes está codificada una tendencia innata a buscar información y a conectarnos con otros. ¿Cómo evitar pues la tentación de navegar sin rumbo durante horas, presos de un diseño que alberga la ilusión de encontrar información nueva?, y ¿cómo ser capaces de moderar nuestro deseo de pasar todo el día en las redes sociales buscando interactuar con otros?

Una analogía histórica ayuda a ilustrarlo. Nuestros ancestros sufrían de escasez de alimentos, lo que explicaría nuestra tendencia a saciarnos. Análogamente, los contenidos cebo (clickbaits), diseñados para atizar aquella conducta ancestral respecto a la información, nos conducen a leer compulsivamente basura digital, sin capacidad de reflexión ni criterio, y por tanto nos esclavizan. Como dice G. Mark, nuestro móvil es la tienda de golosinas/chucherías más grande del mundo, a la que es difícil resistirse. Y como ocurre con la comida-basura, cuanta más ingieres, menos te alimenta y mayor es el riesgo de padecer obesidad; cuanta más atención prestas a contenidos digitales basura, menos te enteras de lo que realmente pasa, menos criterio adquieres y te conviertes en obeso digital.

Pero la analogía histórica puede iluminarnos aún más, recordando que a los esclavos se les privaba de educación e información para mantenerlos subyugados. Hoy, en un mundo saturado de información, padecemos de escasez de atención («brecha de atención»). Tenemos la percepción de que todo pasa velozmente, lo que nos hace subestimar el tiempo, sin recordar lo que vamos dejando atrás, la rutina se desvanece rápidamente por la falta de novedad. No hay emoción, ni por tanto memoria ni aprendizaje. Así que, en la actualidad, las plataformas digitales nos roban nuestra atención, empobrecen nuestro criterio y, en última instancia, nos esclavizan. John Williams propone rebautizar esta era como «era de la atención» en lugar de «era de la información».

Cuanta más atención prestas a contenidos digitales basura, menos te enteras de lo que realmente pasa y menos criterio adquieres

Hace un siglo, el premio Nobel, Christian Lange, nos advertía de que la tecnología es un útil siervo, pero un amo peligroso. Y este marzo, dos meses antes de morir, estuvo en Barcelona el profesor y escritor, Nuccio Ordine, y nos proporcionó, sin duda, la mejor metáfora, sirviéndose de la etimología griega de la palabra pharmakon –veneno y remedio al mismo tiempo– para describir el equilibrio imposible entre los beneficios y las consecuencias indeseables que pueden derivarse de su uso.

En este contexto, el manifiesto fundacional de Time Well Spent, uno de sus coautores, Tristan Harris (conocido por su participación en el documental Social dilema de Netflix) da un paso más al denunciar, cómo en el «mercado de la atención» se recopilan nuestros datos personales sin nuestro consentimiento, convirtiéndonos a nosotros en el producto (¡si no pagas, tú eres el precio!). Seamos conscientes de que, además de robar nuestra atención, estas plataformas nos roban tiempo, capacidad de concentración y relaciones. Aunque te sientas hiperconectado, en realidad, podrías estar perdiendo el control de tu vida (emotional dislocation).

A lo largo de estos cinco artículos he tratado de cuestionar ese uso constante y desenfrenado del móvil, que nos hace sistemáticamente ignorar las muchas advertencias sobre su lado oscuro. Por ello, hemos tratado de fomentar la adquisición de autoconocimiento en su uso. Este artículo ha empezado desde la ficción, ha seguido con analogías históricas, para centrarse en «el mercado de la atención». Ahora termina con unas preguntas que nos anclan a la realidad.

Ya que todo lo que vale la pena requiere tiempo y atención, nos preguntamos ¿cómo aprender a utilizar nuestros móviles de manera efectiva, sin que nos hurten la atención?, ¿deberíamos plantearnos si ya constituye una habilidad fundamental que todos debiéramos desarrollar?, ¿debería regularse su aprendizaje desde la infancia? o ¿es preferible que continúe siendo ese elefante blanco cuyas consecuencias ocupen a psicólogos y psiquiatras?


Joan M. Batista Foguet es catedrático de Métodos de Investigación y Director del Leadership Development Research Centre en Esade. Este artículo forma parte de una mini-serie de publicaciones que busca reflexionar sobre los límites de la revolución digital.

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