Economía

La revolución de la economía de impacto

El capitalismo no se destruirá, pero necesita transformarse con una actuación decidida sobre aquellas brechas generadas por su desigualdad inherente. En esa encrucijada se asienta la economía de impacto.

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05
octubre
2023

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Especial desde Málaga

La idea de la economía de impacto no es exactamente nueva, pero sí ha evolucionado la visión que se conecta a ella. Se ha pasado de centrarse en las inversiones con implicación positiva y directa en las personas y el medioambiente –de lo que se hablaba hace una década en la creación del Global Steering Group for Impact Investment (GSG)– a hacerlo de implicar a todo el sistema. Es pasar de una parte al todo y es de lo que se ha estado hablando en Málaga.

Málaga acaba de acoger la Cumbre de Impacto Global, organizada por el GSG y SpainNAB, una cita en la que durante dos días alrededor de mil personas de 69 países distintos han hablado de cifras; como los 3,8 trillones (un millón de billones) de dólares de valor que tenía en 2022 el mercado de bonos verdes, sociales, sostenibles y vinculados a la sostenibilidad (GSSS por sus siglas en inglés) o los 30 trillones que se necesitan en nuevas inversiones de impacto para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), contemplados en la Agenda 2030 de Naciones Unidas.

Eso, a nivel macro y según los datos del último informe publicado por el GSG. A nivel micro, las cifras van acompañadas por diferentes formas de pensar, de ver el mundo y, también, de compartir historias, como esboza la recién proclamada nueva vicepresidenta de la organización, Ibukun Awosika. El nexo que lo une todo se halla en la idea de luchar «por un mundo mejor». Se trata, en esencia, de asegurar un legado futuro.

Para eso hace falta, sobre todo, innovación. Este ha sido un lugar común durante todos los días que duró el encuentro y uno al que han recurrido los asistentes. Es la respuesta a una de las preguntas esenciales para afrontar esta transformación hacia una economía de impacto, la de cómo transformar un sistema cuyos recursos acaparan ahora el 1% más rico del planeta. Aunque minoritario, este grupo de población se está haciendo cada vez más rico. Según los cálculos del informe La ley del más rico de Oxfam Intermón, entre 2020 y hasta finales de 2022, este 1% se ha desperado cada día con 2.700 millones de dólares más. Esto ha llevado a que, en esa ventana temporal, hayan acumulado el doble de riqueza que el restante 99% de la población global.

Incluso, este desequilibrio entre lo que hacen unos pocos y lo que ocurre con el resto más amplio se puede ver también entre las propias empresas y sus efectos en el entorno. Un reducido grupo de compañías, recuerda Ronnie Cohen, presidente de GSG, han sido especialmente responsables en el camino al cambio climático. El 70% de los gases de efecto invernadero que han calentado la Tierra entre el periodo 1988-2017 fue emitido por 100 empresas en todo el mundo, según otro estudio del Climate Accountability Institute.

Cambiar las cosas es, aun así, posible. Cohen se aferra a tres aspectos «poderosos» que pueden guiar el cambio: el cambiante sistema de valores que vive la juventud global, los avances tecnológicos y el rol de los gobiernos para canalizar y asegurar «la salud redistributiva» de las inversiones de impacto. Como señala el último de sus puntos, las finanzas importan.

Una nueva manera de financiación

Si el capital es importante, hablar de capitalismo parece inevitable en un foro como este. Tiene sentido que ya las primeras sesiones hablasen de replantearse este sistema económico. «Los riesgos deben ser controlados para caminar hacia la superación de los retos globales, como garantizar la mejora en la vida de las personas», advierte a la audiencia Allison Herren Lee, investigadora principal y profesora adjunta de la Facultad de Derecho de la universidad de Nueva York (NYU).

El dinero ya está teniendo consecuencias. Awosika lo ejemplifica hablando de cómo «los mecanismos del capital» han provocado que hasta se normalice la migración en África. De los casi 1.400 millones de personas que habitan el continente, casi el 70% vive de la agricultura bajo una enorme paradoja: «No tenemos suficiente para dar de comer a esa gente».

El 70% de los gases de efecto invernadero que han calentado la Tierra entre el periodo 1988-2017 fue emitido por 100 empresas

El nuevo paradigma global –ese que busca la economía de impacto— pasa por seguir buscando beneficios, pero lo consigue con distintos beneficiarios: las comunidades y el entorno. La herramienta para lograrlo son unas inversiones a largo plazo que han de ir acompañadas de nuevas características, como la transparencia de impacto, insiste Myung-soo Kang, director general de la Korean Standards Association (KSA). En esta línea prevé ir la única agencia de desarrollo del Gobierno de los Estados Unidos, la U.S. Development Finance Corporation. En 2026, su presupuesto superará los mil millones de dólares, como adelanta su jefa de Operaciones, Agnes Dasewicz, el equivalente en un año a lo invertido en los cinco anteriores.

En España, la oferta de capital de impacto en 2022 ha sido un 58% superior al año precedente, moviendo ya 1.208 millones de euros, según cifras de Esade Center for Social Impact que facilita el Consejo Asesor para la Inversión de Impacto del GSG, SpainNAB. Los fondos privados son quienes más dinero han movido, con hasta 874 millones gestionados  frente a los 236 de las fundaciones y los 99 de una amalgama de actores (plataformas de crowdfunding o entidades de financiación pública, entre otras).

A nivel de financiación bancaria de impacto (donde se enmarcan la banca ética y social y las cooperativas financieras de impacto) se movieron 1.743 millones de euros, un 4,4% más que en 2021. De nuevo los inversores individuales fueron protagonistas, con el 88% del total de activos gestionados; los institucionales representaron un 9% y los públicos, un 1%.

Pero este no es solo un trabajo para los organismos dedicados en exclusiva a destinar dinero para fines específicos, sino que además debe entrar en ello el sistema bancario, una de las patas del capitalismo. «Tenemos un rol muy importante, porque podemos alcanzar a millones o miles de millones con un impacto enorme», manifiesta Gonzalo Gortazar, CEO CaixaBank.

Las alianzas público-privadas, reitera también Juan Bernal, presidente de SpainNAB, serán fundamentales para que la economía de impacto pueda transformar el paradigma. «Esa es la riqueza del movimiento», afirma. Lo hizo justo antes de pedir a todas las fuerzas políticas españolas un pacto de estado al respecto.

El papel del sector público

Las administraciones públicas también han estado presentes en Málaga. La presencia de representantes del Gobierno ha sido intensa y continua. El ministro en funciones de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá Belmonte, es uno de los que ha estado en este foro sobre la economía de impacto, donde ha apelado al papel «facilitador» de las administraciones con regulaciones que otorguen «confianza» a estos nuevos vehículos y así avanzar hacia «sociedades más resilientes».

Una cualidad que quizá propicie el Fondo de Impacto Social (FIS) que ha presentado en el encuentro José Luis Curbelo Ranero, consejero delegado de Cofides. Dotado con 400 millones de euros (parten del Plan de Recuperación, Transición y Resiliencia, PRTR), sitúa a España a la altura de los otros dos únicos países del entorno que ya contemplaban un gran reservorio de fondos de impacto, como Portugal y el Reino Unido.

En línea con las intenciones que manifiesta la presidencia española del Consejo de la UE (se extiende hasta el próximo 31 de diciembre), el impacto social en territorio nacional ansía atacar «la debilidad crónica del sector» y construir el camino para alcanzar una «autonomía financiera» con un importante papel del emprendimiento social.

Otro aspecto importante para asegurar larga vida a la economía de impacto reside en la constitución de este plan. Como detalló después Miguel Tiana, director general de Cofides, el engranaje del FIS aunará estructuras de financiación combinada para, por un lado, «mitigar el riesgo» y, por otro, incrementar las «expectativas de retorno».

¿Dónde están las pymes?

A pesar de todas estas promesas, propuestas y cifras millonarias, no se debe olvidar el papel de las pymes, que son, en definitiva, el verdadero motor de la economía de impacto. Son las pequeñas y medianas empresas las principales receptoras de unas inversiones que canalizan y llevan hasta el terreno.

Es un camino que no siempre es sencillo. El primer hándicap está en el llamado «valle de la muerte», ese momento que va desde la creación de la empresa y hasta que se comienzan a obtener los primeros beneficios. Es un período que exige «ser paciente y creer en el ahora» con proyectos que generen valor para el ecosistema, aconseja Cilia Holmes Indahl, directora general de EQT Foundation.

Allison Herren Lee: «Los riesgos deben ser controlados para caminar hacia la superación de los retos globales»

Algunos proyectos pioneros están ya trabajando en esa línea. El principal aporte de MaineWorks, una pequeña empresa estadounidense, está en crear oportunidades de empleo para colectivos vulnerables, como personas que viven en la calle o que han pasado por la cárcel. Es un mercado «de riesgo», reconoce Margo Walsh, su fundadora, y sin referentes, pero en donde el valor no está en el modelo sino en la persona.

Su empresa cuenta desde hace años con una de las certificaciones más exigentes a nivel global como es ser B Corp. No es algo que ocurra con todas las iniciativas emprendedoras. En Silicon Valley, recuerda el responsable de Políticas Globales de B Lab Global, Marcel Fukayama, no es habitual. En este sentido, Fukayama apuesta por «cambiar el discurso». Si bien, se muestra «realista». Cree que en cinco años se asumirá el «fracaso» de la Agenda 2030 por no haber acometido las reformas necesarias a tiempo y que la humanidad vivirá en un planeta «aún más caliente».

Mentalidad y acción

Hablar de la economía de impacto implica, en conclusión, analizar la sociedad y su realidad adentrándose en sus capas más profundas. Así, los debates abordan desde cómo movilizar más capital para cuestiones poco atractivas (desde la perspectiva del inversor tradicional) hasta la biodiversidad o las soluciones basadas en la naturaleza. Y, no menos importante, se habla de las cuestiones humanas. Como recuerda Laura Fernández Cascán, consultora en innovación social e impacto financiero de REAWEN IMPACT, entre los números debería entrar el humanismo. Las inversiones impactan en comunidades, explica.

En conversación con Cliff Prior, director general de GSG, Alberto Durán López, vicepresidente del Grupo Social Once (GSO), habla como un punto sin retorno el horizonte hacia una sociedad cada vez «más inclusiva» de la mano de los sectores privado, público y social. El tercer sector está convencido de que la economía de impacto «es un instrumento fundamental» para los objetivos en conjunto, y en particular de la entidad social más grande a nivel europeo.

Es en esa cualidad inclusiva en la que centra el alcalde de Málaga, Francisco De la Torre, para definir a la ciudad andaluza, punto de partida para caminar «mucho más rápido» hacia la meta final: cambiar el mundo. Será en la cumbre del año que viene, en Costa Rica, cuando se revisará hacia qué lado de la balanza se ha inclinado el capitalismo.

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