El privilegio metafísico
Entre los muchos privilegios que existen hay uno que ha pasado notablemente desapercibido: el privilegio metafísico, que nos ciega ante las realidades de otros seres en nuestro planeta y pinta una visión distorsionada de la existencia.
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¿Qué es un privilegio? La filósofa estadounidense Peggy McIntosh en su ensayo White Privilege: Unpacking the Invisible Knapsack (1989) dijo que un privilegio es como «un paquete invisible de activos no ganados con los que puedo contar para sacar provecho cada día, pero del que se supone que no estoy consciente». Esto significa que, por ejemplo, a una persona blanca se le ofrece la posibilidad de navegar y vivir en un mundo que es, en principio, amable y receptivo de una manera que no lo es para las personas de otras razas. Esto no implica que todos los blancos viven en un mundo que satisface sus necesidades. Solo que algunas necesidades se satisfacen más fácilmente. Como consecuencia, a las personas privilegiadas les resulta más fácil avanzar en la sociedad y desarrollar su potencial.
Aun así, y como señala McIntosh, «todo el mundo tiene una combinación de ventajas y desventajas inmerecidas en la vida. La blancura es solo una de las muchas variables que se pueden observar». Por esta razón, tener un privilegio particular (como ser blanco) no garantiza a nadie una vida buena o fácil.
Una de las consecuencias de tener un privilegio (ser rico, blanco, hombre, cisgénero y sin discapacidades, o cualquier combinación de estos) es que estos nos ciegan ante las realidades de tantas personas que viven en un mundo que coloca barreras y obstáculos a cada paso. Esto es lo que hacen los privilegios; hacen que sea difícil ver las dificultades que enfrentan los demás. Esta es también la razón por la que las personas privilegiadas tienden a sobrevalorar sus éxitos y, al mismo tiempo, no logran comprender completamente por qué otros tienen tantas dificultades. Por ejemplo, los ricos que han heredado su riqueza. Este es un privilegio de clase. No es raro que las personas en esta situación le resten importancia al papel de la riqueza heredada y exageran la importancia del esfuerzo personal y el mérito en la obtención del éxito.
El pensamiento de los privilegiados suele ser más o menos así: «El mundo no es realmente tan malo. Está lleno de oportunidades. Viajes, tecnología, arte, cultura, posesiones materiales, todo está ahí para tomarlo. Sí, la existencia es buena. Puedo obtener de manera confiable lo que quiero y necesito del mundo. Todo es cuestión de actitud». Como consecuencia de esto, los males y los dolores del otro muchas veces se atribuyen a fracasos personales.
Entre los muchos privilegios que existen hay uno que ha pasado notablemente desapercibido. El que yo llamo privilegio metafísico. Este es un privilegio que tienen los humanos y, como todos los privilegios, nos ciega ante las realidades de otros seres en nuestro planeta y pinta una visión distorsionada de la existencia. Hay dos formas en que el privilegio metafísico actúa para cegarnos a las realidades de los demás.
En primer lugar, pertenecemos a la especie más poderosa del planeta, capaz de transformar el medio ambiente a gran escala. Tenemos la capacidad de acabar con toda la vida en el planeta. Arrasamos bosques. Dominamos a otros animales y los utilizamos para nuestro beneficio. Experimentamos con ellos, los comemos a escala industrial y los usamos para nuestro entretenimiento. Según cifras de la FAO, cada año se sacrifican más de 63.000 millones de animales. Si a esto le sumamos más de 100.000 millones de animales acuáticos, las cifras son asombrosas. Considerando que hay 8.000 millones de humanos viviendo en la Tierra, esto significa que un equivalente a 20 veces la población humana muere a manos nuestras cada año.
Pertenecemos a la especie más poderosa del planeta, capaz de transformar el medio ambiente a gran escala
Este es el poder que tenemos. Es un poder que solo poseemos los humanos, y significa que tenemos el mundo a nuestra disposición de tal manera que podemos en gran medida obtener de él lo que queremos, o al menos pensamos que podemos hacerlo. Una sensación de arrogancia es casi inevitable. Nos consideramos dueños del planeta, creadores de todo valor, riqueza y cultura. Esta visión optimista permite pensar que el mundo es en general un muy buen lugar y que la existencia es una experiencia de la que hay que estar agradecido.
Sin embargo, pensar que el mundo es un buen lugar es en gran medida posible desde el punto de vista de alguien que tiene alguna ventaja. No nos ganamos esta posición dominante. Nacimos aquí. Ser este humano nacido en este tiempo y lugar nos brinda una serie de beneficios inmerecidos en virtud del simple hecho de pertenecer a la especie homo sapiens. Y, en consecuencia, también nos da una visión distorsionada de la existencia.
Cuando algunos humanos afirman que la vida es en general muy buena y que debemos estar agradecidos por vivir, lo hacen desde el punto de vista de un ser que tiene poder sobre el planeta, que puede domarlo y que no se siente limitado o restringido por él. Para los miles de millones de animales que criamos y que viven en la naturaleza, el mundo no está a su disposición. Muchas veces es lo contrario. Ellos están a merced y disposición del mundo.
Aunque el privilegio metafísico es principalmente un privilegio de especie, no debe confundirse con el especismo. La diferencia entre el especismo y el privilegio metafísico es el siguiente: el primero implica adoptar actitud de superioridad sobre otras especies y en este sentido es similar al racismo y al sexismo. Por otro lado, el privilegio metafísico no es una actitud, sino que, como otros privilegios, apunta a tener una ventaja inmerecida que permite obtener beneficios que no son fácilmente accesibles para otros. En otras palabras, el especismo es una creencia que adoptamos mientras que los privilegios no son creencias per se, sino beneficios que se nos otorgan.
El especismo es una creencia que adoptamos, mientras que los privilegios no son creencias ‘per se’ sino beneficios que se nos otorgan
La segunda forma en que se manifiesta el privilegio metafísico es que, si bien se trata de una posición de privilegio que en principio se otorga a todos los humanos por el simple hecho de ser humanos, no siempre es así. En otras palabras, no todos los humanos obtienen los beneficios de ser humanos (como no todos los hombres cisgénero pueden cosechar todos los beneficios de ser un hombre cisgénero). Dentro de nuestra propia especie algunos de nosotros nacemos en zonas de guerra, otros en zonas de hambruna. Algunos nacen y viven pocos años solo para morir de alguna enfermedad terrible. Muchos otros seres humanos nacen en naciones ricas pero tienen la desgracia de crecer en la pobreza. Como consecuencia de esto, la calidad de la vida humana varía mucho debido en gran parte a condiciones iniciales que no se ganan ni son merecidas. Aun así, y en la medida en que todos los humanos, en principio, podemos beneficiarnos del poder inmerecido que tenemos sobre el planeta, el privilegio metafísico sigue siendo un privilegio exclusivo de nuestra especie.
Menciono todo esto no para insistir en la miseria de la existencia. Más bien el punto es entender que muchos tenemos una visión distorsionada de la vida porque miramos la existencia desde un punto de vista privilegiado. Como ocurre con todas las ventajas inmerecidas, este es el resultado esperado; que siempre distorsionan la realidad. Por eso cuando queremos evaluar y juzgar el valor de la vida, nunca debemos olvidar desde dónde lo hacemos. Somos jueces parciales, cegados a las dificultades de los demás en virtud del privilegio que tenemos como especie. Ser humano, rico, blanco, hombre, cisgénero y no estar discapacitado puede hacer que la vida y toda la existencia parezcan un regalo valioso.
Como ocurre con todos los privilegios, nunca somos personalmente responsables de tenerlos. Pero estar conscientes de nuestro privilegio metafísico es importante porque nos permite acercarnos al mundo con una perspectiva diferente, con una actitud más compasiva y humilde. Junto con todos los demás privilegios, reconocer que nos hemos beneficiado de una ventaja inmerecida es el primer paso para hacer del mundo un lugar mejor para todos los que vivimos aquí.
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