Cambio Climático

Soldados contra el cambio climático

La crisis climática está amenazando todos nuestros espacios de vida. ¿Será la próxima gran función del Ejército luchar contra sus consecuencias?

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Ministerio de Defensa
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23
agosto
2023
Un avión de lucha contra el fuego del Ejército español

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En los últimos años hemos visto como la crisis climática se ha convertido en una cuestión de seguridad: las grandes inundaciones, los incendios que se expanden por todo el territorio o la sequía que hace meses que atraviesa la península Ibérica no solamente son un síntoma más del cambio climático, sino que requieren medidas urgentes que necesitan la movilización de todos los recursos disponibles. Y el Ejército es uno de ellos.

El español ya tiene una estrategia: la Contribución a la acción del Estado en Cambio Climático. Esta iniciativa, que recoge algunas de las acciones que ya estaban en marcha hace años, pretende poner al servicio del país los recursos y efectivos militares para contribuir a la paliación del los efectos del cambio climático. Así, en materia de cambio climático existen cuatro pilares principales en los que el Ejército se compromete a actuar, si bien aún de forma inicial, aumentando progresivamente en los próximos años y a medida que avancen sus efectos en el territorio. Los cuatro pilares son: reducción de emisiones, absorción de emisiones, adaptación de las Fuerzas Armadas y contribuciones a la acción del Estado.

El Ejército español ha desarrollado una estrategia para luchar contra los efectos del cambio climático

Dentro de esta estrategia seguramente la medida más efectiva ha sido la creación de la Unidad Militar de Emergencia (UME) en 2005, una fuerza conjunta de carácter permanente que respalda la intervención militar en caso de «grave riesgo, catástrofe, calamidad u otras necesidades públicas». Así,  en caso de riesgos naturales, incendios forestales, riesgos derivados de la tecnología, contaminación o afectaciones a infraestructuras críticas y/o peligrosas, el Ejército pone a su disposición los recursos necesarios y disponibles para contribuir a la reparación y resolución de los casos mencionados.

Otro de los gestos más importantes ha sido la elaboración de un informe a cargo del Instituto Español de Estudios Estratégicos por cinco oficiales y una civil con la intención de «dar respuesta a la repercusión que el cambio climático, como efecto trasversal a toda actividad humana, tendrá en las operaciones militares, focalizando la problemática en las Fuerzas Armadas españolas». Entre los temas tratados en el informe encontramos las alteraciones en la seguridad, el presupuesto, la forma de desarrollar las operaciones y las previsiones para adaptación a posibles fenómenos extremos que afectarán a las temperaturas, la difusión de enfermedades o el uso del espacio aéreo. Si bien solamente se trata de un documento, este gesto significa uno de los avances más importantes hasta el momento en la toma de conciencia de dos hechos: primero, que la guerra futura puede ser la guerra contra el clima y, segundo, que el Ejército puede (y debe) jugar un rol fundamental en esta lucha pacífica.

El Ejército español no está solo en ponerse a disposición de la lucha climática. Otros ejércitos poderosos del mundo ya llevan años liderando la diversificación de las actividades más allá de las militares. Por ejemplo, el Departamento de Defensa de Estados Unidos publicó hace unos meses su Climate Adaptation Plan, donde se recogen las prioridades y esfuerzos que las fuerzas armadas del país establecen para los años venideros. El documento se divide en cuatro grandes bloques: monitorización continua y análisis de datos climáticos en tiempo real, incentivar y premiar la innovación climática, educar a los componentes del ejército sobre el cambio climático y políticas ambientalmente justas.

El rol de los ejércitos en los países contemporáneos es un debate existente pero no suficientemente alimentado. Algunos apuntan a que esto se debe a la falta de transparencia y distancia de las prácticas militares de la vida de la gente corriente. Otros enfatizan en la necesidad de desmilitarizar el ejército y destinar una parte mayor de sus recursos a las operaciones de paz. Sea como sea, el ejército no puede funcionar bajo los mismos valores que durante el siglo XX. El cambio climático y la amenaza que supone para la seguridad brindan un escenario ideal para una reflexión que hemos ido alargando: ¿cuál debe ser la función social del Ejército en el siglo XXI? La lucha climática brinda una alternativa pacifista y con un alto retorno social.

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